El zapatero de la guerra de Cuba

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

INTERNACIONALIZACIÓN

CARLOS CORTÉS

La quinta generación de la familia se prepara ya para tomar las riendas de Calzados Losal tras 120 años de vida. La empresa fabrica zapatos de calidad y exporta cada vez más

12 may 2019 . Actualizado a las 05:16 h.

Hace 120 años que el joven soldado José Rodríguez López volvía de la guerra de Cuba y se hacía zapatero. En la isla recién independizada había aprendido lo básico del oficio remendando el calzado gastado de los oficiales, así que una vez de vuelta a su casa en Monforte, puso en marcha un taller de fabricación artesanal de zapatos y botas a medida que enseguida se convirtió en fábrica. Era 1899 y la fábrica de Calzados Losal es hoy el negocio más longevo de Monforte. Superados los rigores de la crisis del 2008, la quinta generación de la familia propietaria se prepara para tomar el relevo.

Calzados Losal ya no está donde José Rodríguez montó aquel primer taller, en el paseo del Malecón, aunque no ha salido del casco urbano de Monforte. Ahora ocupa una nave industrial en la calle Miguel de Cervantes, pero mantiene el espíritu artesano original. Y tiene en el concello lucense su única tienda. La cuna de Losal es una localidad de fuerte tradición zapatera. Las empresas del sector llegaron a emplear en los años cincuenta a más de mil personas en el municipio, pero la mayoría no supieron adaptarse a los cambios en el mercado y acabaron cerrando. Hoy solo sobreviven dos, una de ellas, Losal.

Tradicionalmente, el calzado fabricado en Monforte era robusto, de trabajo, sin concesiones al diseño. Losal encontró su propio espacio hace ya tiempo en el sector del zapato de vestir, artesano y de calidad. «Trabajamos por la denominada técnica Goodyear, o de doble cosido -explica Gonzalo López González, adjunto a la gerencia de la empresa-, que permite fabricar calzado resistente y confortable».

Este modelo de trabajo es una apuesta un tanto contracorriente en un mercado que mayoritariamente demanda productos baratos, aunque sea en detrimento de la calidad. En Losal aseguran que probablemente no llegan a medio centenar en todo el mundo las empresas zapateras que siguen empleando el doble cosido. Sin embargo, a Losal le está yendo bien.

La empresa saca cada año al mercado más de cuarenta referencias distintos. Diseñadas por ellos mismos, se trata de muestras que parten de un número más reducido de modelos básicos pero que modifican pieles, acabados y colores. En su catálogo mantienen un pequeño porcentaje de bota robusta, de trabajo, recuerdo de los tiempos en los que todo su mercado era local o como mucho gallego y en los que la clientela demandaba «calzado duro, para el invierno y la gente de campo».

Zapatos para Sarkozy

Su mercado es hoy completamente distinto. El grueso de su producción se distribuye en tiendas de alta gama, una parte importante en Madrid, pero también en otras ciudades europeas. Por los responsables de esos comercios saben que entre sus compradores tienen o han tenido en los últimos tiempos a algunos personajes conocidos, como el expresidente francés Nicolas Sarkozy.

El suyo es un nicho de negocio relativamente reducido, pero con una demanda fiel, dispuesta a gastar siempre que a cambio reciba calidad. O detalles exclusivos, como los que proporcionan los modelos más caros de la marca Losal, tintados a mano con una pequeña esponja aplicada directamente sobre piel en blanco. Esa manera de trabajar garantiza que no haya dos modelos exactamente iguales entre sí.

La fórmula elegida por los actuales responsables de Calzados Losal está reñida con la producción masiva. «Tal como trabajamos -admite Gonzalo López- la producción masiva y en cadena es imposible». Ellos lo han elegido así, pero si quisiesen hacerlo de otra manera se encontrarían con un problema. Están a mil kilómetros de Valencia y Albacete, los grandes centros productores de calzado de la Península. Demasiada distancia para la cobertura técnica especializada que precisan las fábricas de producción masiva.