«Non hai curro de Francia onde non buscaramos un tractor para comprar»

Cristina Viu Gomila
Cristina viu CARBALLO / LA VOZ

INTERNACIONALIZACIÓN

Ana Garcia

Ha vivido siempre entre motores. Incluso en la mili, que hizo en Madrid, su tarea fue únicamente la de conductor. La empresa que Luciano Pena fundó lleva medio siglo comprando tractores usados primero por toda España y después por los pueblos de Francia. Cuando empezó casi nadie en la comarca de Bergantiños tenía tractor y llegó a vender casi un centenar al año

16 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Luciano Pena lleva recorridos miles de kilómetros en coche a lo largo de su vida profesional. Hace poco más de medio siglo que dio de alta el taller de la Gran Vía de Carballo, en unas casas que eran de sus padres. Ahora tiene 73 años y hasta su jubilación ha seguido agarrado al volante para abastecer su negocio, que consistía en comprar tractores de segunda mano para venderlos después. En las últimas expediciones a Francia pasó tres semanas recorriendo pueblo a pueblo en busca de los vehículos que demandaban sus clientes. Hace años le bastaba con siete días para obtener lo necesario, pero hace ya un tiempo que encontrar ese tractor pequeño, de unos 80 caballos y en buen estado, se convirtió en una tarea complicada.

Al final de su carrera se centró en el mercado galo, pero empezó en el español. En Segovia, Guadalajara, Salamanca o Navarra compró miles de tractores. Fue a partir de 1975 cuando en la comarca se disparó la demanda. «Aquí ninguén tiña tractor e vendías remolque, arado, fresadora e todo o que levaba», explica. Hubo años en que vendió un centenar y compró otros tantos a gran velocidad. No había competencia ni vehículos agrarios.

El mercado español fue reduciéndose y comenzó con el francés. «Fun preguntar na Cámara de Comercio de A Coruña para saber que feiras había en Francia, pero non me dixeron nada. Tiven que buscar a un home que nacera alí para que me levara», explica.

El único francés que sabía era el que aprendió en la Leus, a la que llegó con 10 años y de la que se fue con 15. Por eso, con más de 40 se matriculó en una academia de idiomas y ahora se defiende perfectamente.

De sus viajes por Francia lo que más recuerda es la amabilidad de la gente. «A maior parte dos que lles preguntas collen o coche e din que os sigas. Había un home lavando o coche na gasolineira dun centro comercial, dixo que esperara e levounos, dou unha volta tremenda. En Francia é raro que non nos pase 3 ou 4 veces cada vez que imos. En España nunca me pasou».

En los últimos años lo tenía más fácil gracias al GPS, sobre todo para buscar hotel. «Nós non sabiamos a mediodía onde iamos durmir, porque non sabiamos onde iamos estar, dependía da negociación, de cantos tractores foran... É unha marabilla, porque buscas o hotel máis próximo. Antes, algunha vez atopamos algo máis tarde do que queriamos e nos vimos bastante apurados, pero nunca chegamos a ter que durmir no coche como creo que lles pasou a outros».

No solo hizo kilómetros por España o Francia adelante, también en la zona. Antes los tractores comprados llegaban en tren a la estación de Meirama y desde allí había que conducirlos hasta Carballo. A veces hacían varios viajes.

Lo que más agradeció fue la A-6. «Pasar Pedrafita e Manzanal levabanos medio día polo menos», recuerda. Las jornadas eran largas, por los campos castellanos. «Chamaban a atención as plantacións enormes, de cereal», recuerda. En esos pueblos compró miles de tractores que los granjeros vendían para comprar otros nuevos. Tras ellos Luciano Pena recorrió hasta «o último curro de Francia». Sigue gustándole viajar. Incluso estuvo en París. A las 6 de la mañana vio la torre Eiffel. Fue cuando murió la princesa Diana. Lo recuerda porque el túnel estaba cerrado.

«Cambiabamos francos no bar Faisán, do que dicían que era a tesorería de ETA»

Antes del euro, los viajes a Francia eran más complicados porque había que cambiar las pesetas por francos. Lo hacían en el bar Faisán de Irún, como casi todo el mundo, porque era más barato que en el banco. Recuerda Luciano las largas colas que se formaban con la intención de obtener francos, que solían ser para gastos de manutención, pero también, en algunas ocasiones, como paga y señal de la transacción económica. Tiempo después, Luciano Pena se enteró de que el Joseba con el trataba habitualmente fue acusado de ser una especie de tesorero de ETA y que el establecimiento hostelero, que sigue abierto, era la base de la red de extorsión de la banda terrorista.

El caso, que llevó el nombre del bar, fue sonado porque lo llevó Baltasar Garzón y, sobre todo porque hubo un chivatazo previo a la redada.

Nacido en Coristanco

A estas alturas de su vida, Luciano Pena conoce Francia tan bien o mejor que Galicia. Nació en el lugar de Arijón, en la parroquia coristanquesa de Seavia, pero a los 10 años ya estaba en Carballo, estudiando en la Leus. Eran siete hermanos y la familia debía estar en buena posición, ya que sus padres compraron terrenos en la Gran Vía de Carballo, le cedieron una de las casas que habían construido y le montaron el taller poco después de que volviera de la mili. Al principio reparaba coches y tractores, pero al poco tiempo se centró en los vehículos agrícolas, que han sido su pasión.

Cuando él comenzó la Gran Vía ni se parecía a la actual. «Había uns baches tremendos, ía na bicicleta e despois na moto dando saltos», recuerda.