La empresa gallega también exporta talento

Olga Suárez Chamorro
olga suárez REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONALIZACIÓN

José María Negreira, durante la inauguración de una planta de potabilización de Espina & Delfín en Angola
José María Negreira, durante la inauguración de una planta de potabilización de Espina & Delfín en Angola

Grandes grupos gallegos movilizan cada año a trabajadores que pasan meses fuera liderando proyectos

02 may 2018 . Actualizado a las 07:21 h.

Desde Galicia cada año se mueven más de 20.000 millones de euros a otras partes del planeta. Hay más de 6.000 empresas que, al menos en alguna ocasión, salen al exterior a colocar sus productos. Hay vida lejos de casa. La presencia de Galicia fuera de sus fronteras es visible en las principales calles de las ciudades donde están ubicadas las tiendas del universo Inditex, en restaurantes repartidos por todo el planeta o en las sedes de Administraciones vinculadas a la emigración, donde ondea la bandera de la franja azul desde hace décadas.

Pero hay otra realidad en el mundo empresarial en la que el nombre de Galicia llega a lugares poco frecuentes. Más allá de los territorios europeos más próximos, hay otros en los que empresas gallegas se han lanzado a la internacionalización y están levantando infraestructuras, negocios y proyectos, a los que desplazan desde Galicia a su personal más cualificado. Sudáfrica, Angola, Brasil, Colombia, México, Croacia, Malta, Marruecos, Arabia Saudí….

«Las empresas constructoras españolas crecimos mucho en los años previos a la crisis, somos muchas y el mercado español no ofrece posibilidades de crecimiento para todos los profesionales del sector. De un modo u otro, todos hemos asumido que salir es una necesidad», explica Óscar Rodríguez, de Espina & Delfín. Esta firma compostelana tiene actualmente proyectos en tres países bien diferentes: en Portugal, donde construyen tres estaciones depuradoras de agua residual; en Angola, donde están en fase de redacción tres estaciones de tratamiento de agua potable; y en Colombia, con varios proyectos de abastecimiento en Cartagena de Indias. En cada caso, la contratación de personal es diferente, pero en los tres hay un patrón común: los puestos de responsabilidad (directivos, coordinación o administración) están ocupados por personal propio, de Galicia.

«En el país en el que necesitamos más mano de obra gallega, tanto en el diseño del proyecto como en la construcción, es en Angola; casi el cien por cien de lo que allí hacemos lo hacen los gallegos», apunta. En Colombia, la legislación es restrictiva al respecto y la empresa solo cuenta allí con dos ingenieros propios: el resto del personal es local. A Portugal trasladan a sus trabajadores en función de las necesidades.

Levantando ocio

Otra empresa que se ha asentado en el exterior es la coruñesa Egasa, que está llevando sus casas de apuestas Luckia a países como Chile, Perú, Colombia, Portugal, Croacia o Malta. «Cualquier decisión a nivel global tiene su origen en A Coruña, aunque nuestra filosofía es la de promover el empleo local allí donde nos encontramos: una vez el proyecto arranca, se va incorporando personal nativo según va siendo necesario», explican desde la compañía. Las personas expatriadas suelen estar en un destino entre dos y tres años. Una vez afianzado el negocio, les sugieren un cambio de ubicación, «aunque tampoco hay problema si quieren estar más tiempo». Es el caso de Pedro Rodríguez, que lleva tres años residiendo en Zagreb, capital de Croacia, y que antes trabajó en varios proyectos en Latinoamérica. Y pese a ser dos destinos bien diversos, afirma que cada vez hay menos diferencias en la forma de trabajar: «El grupo estandariza procedimientos y todos nuestros proyectos tienen un poco de Galicia». Y eso que en los últimos años ha trabajado con gente de todo el mundo: croatas, chilenos, peruanos, mexicanos, colombianos… Para él, la experiencia de vivir fuera está siendo muy enriquecedora tanto en lo laboral como en lo personal: «Mi expatriación me ha ayudado a impulsar mi carrera y he tenido la fortuna de conocer a muchas personas maravillosas, entre ellas a mi esposa».

En cuatro continentes

Más casos. Reganosa, una multinacional gallega de la energía cuya actividad ha llegado ya a cuatro continentes. Y allá donde van lo hacen con su origen por delante: «Todas aquellas actividades que supongan un valor añadido para la compañía las hacemos nosotros», dice Alba Budiño, responsable de gestión del talento en esta sociedad con sede en Mugardos. «Es muy importante que los procesos de selección interna se hagan desde dentro, es la forma que tenemos de que se respeten los estándares de seguridad de la compañía».

En todos los casos coinciden en que las condiciones del trabajador tienen que mejorar para hacer atractiva una oportunidad laboral que lo aleja temporalmente de su tierra. «Somos muy exigentes, pero también muy flexibles», subrayan desde la gasera, donde intentan facilitar, por ejemplo, la escolarización de los hijos, en el caso de que el trabajador quiera trasladarse con su familia.

Manuel Álvarez-Cienfuegos es jefe de mantenimiento de la planta de gas que Reganosa opera en Malta. Lleva allí desde septiembre del 2016 y él fue de los que se trasladó con su familia, incluidos sus dos perros. De hecho, vio la expatriación como una oportunidad para sus dos hijos, de 7 y 10 años, que reciben en la isla mediterránea una educación completa en inglés. El resto de los compañeros gallegos, unos 15, dejaron a la familia en Galicia, aunque también sus estancias en Malta son más cortas.

Para Manuel, la experiencia es algo diferencial: «Hemos lanzado el plan desde cero y es muy satisfactorio ver cómo se desarrolla algo que has iniciado tú».

El trabajo en un proyecto internacional suele ir acompañado con mejoras en el salario: «Evidentemente, todo aquel que sale al extranjero debe mejorar notablemente sus ingresos, en caso contrario, sería difícil motivar a un personal que va a estar mucho tiempo alejado de su familia», explican desde Espina & Delfín. Son cuestiones que se negocian en cada caso, dependiendo del país de destino, del tipo de obra o del tiempo que dure la estancia en el exterior.

Lo peor, la distancia a casa

Ese distanciamiento familiar es lo que, en general, peor llevan los expatriados, aunque muchos de los contratos lleven aparejados traslados periódicos a casa.

José María Negreira Lens es responsable técnico de Espina & Delfín en Angola, lleva seis años en el país y anualmente pasa entre ocho y nueve meses fuera de Galicia. Su larga estancia en África le ha hecho cambiar y mucho su perspectiva sobre España: «Vivir el día a día en una sociedad donde la mortandad infantil es altísima, la esperanza de vida no llega a los 50 años o el sistema educativo es pésimo hace que engrandezcas la calidad de vida de tu país y que ensalces aquello que en ocasiones pudiste cuestionar». Y no le cabe duda de que una experiencia de este tipo «te hace crecer profesionalmente, como persona y como grupo empresarial».

Una experiencia que capacita a los trabajadores desplazados para desarrollar sus competencias en un mercado que es cada día más global, les permite familiarizarse con las leyes internacionales y les da la oportunidad de conocer de primera mano las costumbres, las empresas y la forma de trabajar por el mundo.