Irene Noya, la última promesa gallega que da el salto al baloncesto universitario de los EE.UU., y diciéndole no a Yale

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

DEPORTISTAS

Mónica Irago

La internacional vilagarciana cambia el Segle XXI para jugar en la liga Big Ten en las filas de la University of Illinois Urbana-Champaign mientras estudia Biología

30 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El deporte vilagarciano acaba de colocar una nueva pica en el tremendamente competitivo mundo del deporte universitario de los Estados Unidos. Irene Noya Catoira (Vilagarcía, 2 de mayo del 2006) se encuentra desde el pasado sábado plenamente incorporada al equipo de la University of Illinois Urbana-Champaign. Un centro superior en el que compaginará el primer año de la carrera de Biología con un puesto en un equipo que disputará la Big Ten, una de las principales competiciones de la descomunal estructura deportiva universitaria del gigante americano. Y todo ello, con sus correspondientes gastos de matrícula, manutención y vivienda sufragados por la beca de una institución elegida por la propia joven entre una docena de centros que llamaron a su puerta.

Lo cuenta Víctor, el padre de Irene, desde Vilagarcía de Arousa, la ciudad que la joven abandonó en el duro 2020 para perseguir, con 14 años, su sueño de hacer carrera profesional en el baloncesto impulsada por el Segle XXI de Barcelona, el proyecto conjunto del Consejo Superior de Deportes y las federaciones española y catalana de baloncesto para captar y pulir proyectos de grandes jugadoras. «Aquel verano chamounos Javier Torralba, o director do proxecto, para ver se se quería unir», recuerda Víctor Noya. «Supoño que verían a Irene no Campionato de España Infantil que xogara coa selección galega, no torneo de Tres Cantos (Madrid) co CLB, na Minicopa de la Reina do 2020 que disputara co Ensino de Lugo ou na concentración coa selección española á que a chamaran». Lugares escogidos para muy pocos, a los que la baloncestista arousana había llegado tras iniciarse en el deporte de la canasta con unos 5 años, animada por su progenitor, directivo ya del BBC y, después, del CLB, y padre de Daniel, el hermano mayor de Irene.

La gran estatura que acompañó desde siempre cada nuevo cumpleaños de la vilagarciana la hacían a simple vista candidata idónea para el baloncesto. Una vez dentro, sin necesitar mucho tiempo, demostró que su tamaño venía acompañado de un gran talento para buscar la canasta y empaparse de la técnica para brillar con y sin balón.

Tras dos primeros años difíciles en Barcelona, los de su etapa cadete, el primero al apenas poder competir por la pandemia y el segundo lastrada durante meses por la rotura de un metatarso de un pie, Irene brilló en los dos últimos. Siendo juvenil, promedió 3,7 puntos y 2,8 rebotes en su primera campaña en la Liga Femenina 2 y 6,5 y 4,8 la última; en ambas, conquistando junto a sus compañeras el título de la fase regular del campeonato.

Como cada año, una empresa especializada se dirigió a las jugadoras del Segle XXI que pasaban a edad sénior para proponerles ofrecer sus nombres al sistema universitario estadounidense en busca de una beca. «Como a empresa o tiña tan claro, non fixemos nada por buscar un equipo en España. Irene tiña claro que quería, polo menos, ir un ano probar», relata su padre. Y lo que les llegó a los ojeadores del otro lado del gran charco debió de ser muy bueno, por cuanto «houbo moitas universidades que contactaron con ela, arredor dunha ducia». Y no menores: Florida State, Arkansas, Jacksonville o Yale fueron algunas de las pretendientes. De hecho, Irene, que primaba el ránking académico, estuvo a un paso de irse a Yale, uno de los centros de educación superior más prestigiosos del planeta. Pero en Yale le proponían un año de adaptación preuniversitario, y la arousana se decantó por Illinois.

La bimedallista con la selección española vive un verano de locura, con idas y vueltas al Atlántico

«Ela o que quería era a experiencia de xogar e de vivir nos Estados Unidos. Domina o idioma. Non pecha a porta a quedar os catro anos alí. Vai probar. Se lle gusta, queda. Se non, volve», cuenta Víctor, el padre de Irene.

La arousana es, señala su progenitor, la más joven del equipo de baloncesto de la University of Illinois Urbana-Champaign. No obstante, y más allá de su experiencia en competiciones de clubes, la calidad y el temple de la joven ala-pívot de 190 centímetros de estatura queda reflejada en la posesión de su propio palmarés con la selección española: plata en el European Young Olympics y, el año pasado, en el Campeonato de Europa Sub 17 de 3x3.

Irene viajó el pasado sábado a Illinois para quedarse ya allí todo el curso tras un verano de locura. En julio, participando en el Campus de Verano de Pau Gasol en Barcelona. Y este mes, cuatro días en el Baloncesto sin Fronteras, otro campus, en este caso organizado por la FIBA y la NBA en los Estados Unidos. Finalizado este, volvió a España para acabar de arreglar su visado de estudios y partir a su destino universitario.

«Como pai, é un orgullo o que conseguiu Irene. Marchou con 14 anos da casa e isto é un premio para ela», dice su padre. En un momento así, Víctor Noya quiere destacar el trabajo hecho por su hija para llegar hasta aquí, pero también compartir su mérito con «todos os adestradores que tivo no BBC, no CLB e no Segle XXI», que la convierten hoy en una interior polivalente, capaz de jugar en la pintura como una cinco y como una escolta tirando o penetrando.