Rangel Crujeiras, el pobrense que cura con las manos a la élite del vóley nacional

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

DEPORTISTAS

CARMELA QUEIJEIRO

Solo un año después de acabar la carrera, el joven fue contratado para tratar a los jugadores de la selección

21 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay experiencias que marcan la infancia. Partidos especiales, tardes con amigos inolvidables, o incluso broncas maternas que con el tiempo pasan a formar parte de esa pequeña colección de recuerdos que configuran lo mejor de la niñez, todos aquellos momentos en los que el peso de la responsabilidad y el estrés no iba más allá de sacar una mejor nota en el siguiente examen o averiguar por qué aquel chico nuevo de clase parecía tan interesante.

Una de esas vivencias que se quedan grabadas a fuego en la memoria fue la que marcó a Rangel Crujeiras (1999, A Pobra), que con 8 años vio como un fisioterapeuta convirtió un esguince muy feo en una lesión que pronto le permitiría curarse y volver a conquistar el césped de los campos de fútbol barbanzanos: «Dende aquela, sempre tiven claro que quería curar coas mans, de feito especialiceime en terapia manual e fisioterapia invasiva».

La espera concluyó cuando se graduó en el 2021, y seguía teniendo en mente cuidar de la salud de los mejores deportistas. El joven relata que sus andanzas empezaron un poco por casualidad en Valladolid, ciudad a la que fue a visitar una amiga y donde conoció a los jugadores del VRAC Quesos Entrepinares, considerado como uno de los mejores equipos de rugbi de España : «Coñecinos no ximnasio e despois convidáronme a ir ao lugar no que adestraban, foi un comezo arriscado porque empecei sen cobrar nada».

Allí conoció al hombre al que considera casi como un maestro y del que asegura haber aprendido casi todo lo que sabe, César Pérez: «Eu sempre lle digo que lle debo a vida, síntome realizado cando me chama e me pide a miña opinión sobre como afrontar algunhas lesións».

Pero una de esas llamadas fue la más especial de todas. El año pasado, mientras el joven trabajaba en una clínica de fisioterapia en Ribeira, su antiguo mentor le preguntó si quería formar parte del cuerpo técnico sanitario de la Real Federación Española de Voleibol, a lo que el pobrense dijo automáticamente que si.

A pesar de la rápida respuesta positiva, el joven tuvo un ataque de ansiedad cuando vio su nombre en la lista de escogidos para pasar a ser uno de los componentes la plantilla: «Non o podía crer, fora todo moi rápido».

Manifiesta que su comienzo fue a lo grande, ya que se estrenó acompañando a los jugadores de la selección a la Golden League, un campeonato a nivel europeo disputado en Dinamarca y Croacia. «Non pensei que me fosen chamar tan rápido despois daquela primeira saída, pero quixeron contar tamén comigo no Preeuropeo da selección sub-17», declara sonriente. Este año también tendrá el honor de tratar in situ a los chicos de la absoluta, que se batirán con el resto de equipos nacionales en el EuroVolley, cuya fase de grupos se celebrará en Bulgaria y permitirá a los españoles clasificarse para competir en Macedonia, Israel e Italia, donde será la final.

Pies en la tierra

Todos estos viajes al extranjero y el aparente glamur de ser el fisioterapeuta de las estrellas no le han nublado la vista al pobrense, que piensa que por suerte o por desgracia siempre ha sido un chaval que se quita el mérito de lo que consigue: «Nas redes sociais sempre compartes o que che fai feliz do teu día a día, pero tamén hai partes malas como deitarse ás tres da mañá e levantarse ás seis que ninguén sabe».

Dice que en su grupo de amigos son muchos los que le felicitan por haber salido de la carrera en el 2021 y estar ya trabajando de lo que le gusta, sobre todo a tan alto nivel, por el contrario, hay cosas que el pobrense hecha de menos durante los viajes, como su familia o poder disfrutar de las fiestas del verano como cualquier otro chico. «Cando estou nas competicións trato de non mirar o teléfono nin as redes para non pensar en todo o que me estou perdendo», explica.

Aún así, la pasión tira más que la fuerza de la juerga, por el chico sigue soñando como llegar a vivir todo el año de aquello que ama, ya que la temporada de voleibol, aunque es larga, solo ocupa cuatro o cinco meses del año: «Gustaríame seguir experimentando dentro do deporte, encontrar un lugar no que poder manterme todo o ano traballando, quizais nunha cidade grande como A Coruña, que ademais me parece un sitio fenomenal para instalarme e probar sorte».