Fernando, Raúl y Alejandro: así son las manos gallegas que cuidan al Rostov

DEPORTISTAS

Fernando, Raúl y Alejandro, en el estadio del Rostov.
Fernando, Raúl y Alejandro, en el estadio del Rostov.

Trabajan como readaptadores y fisioterapeutas en el equipo, que es segundo en liga, y relatan cómo es la vida en Rusia desde la invasión de Ucrania: «Percibo que la gente no habla de ello, no le dan una gran importancia»

30 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Más de 150 kilómetros. Esa es la distancia que separa Rostov de la asediada ciudad de Mariúpol. Pese a la proximidad de la urbe rusa con Ucrania, allí todo sigue igual. Prácticamente nada ha cambiado desde el 24 de febrero del 2022. Y ahí, en el lugar bañado por el río Don, confluyen tres historias de tres gallegos diferentes. Eso sí, todas ellas con un denominador común: Luis Casais.

Fernando Rodríguez, Raúl Canle y Alejandro Núñez. Uno de Cambre, uno de Vigo y un argentino de padres gallegos (de Salvaterra de Miño y de A Estrada). Ellos, readaptador y fisioterapeutas, respectivamente, son las manos en las que el Rostov ruso ha puesto a sus jugadores. Un club familiar que valora mucho a este tipo de trabajadores.

El último en llegar fue Fernando, que estuvo trabajando durante 18 temporadas en el Dépor. Allí se especializó en lesiones deportivas y, desde el 2010, trabajó en las categorías inferiores y el Fabril. «Llevaba muchos años, estaba algo estancado y no veía la posibilidad de progresar», relata. Y, entonces, apareció Casais. En el Rostov necesitaban un readaptador, y el gallego pensó en Fernando.

A pesar de lo complicado del cambio, no lo dudó. «El idioma es una barrera complicada. Además, mi familia tuvo que quedarse», apunta Fernando, que vive muy alejado de su mujer e hija. «Al principio te esperas a la gente muy cerrada por la idea preconcebida que tenemos de Rusia, pero no es así. Son abiertos y me acogieron muy bien. Los españoles aquí estamos muy contentos. De hecho, Karpin ya es prácticamente español, habla el idioma bien», dice entre risas, al tiempo que relata cómo Rostov es una ciudad cómoda para vivir y muy avanzada a nivel tecnológico.

«Siempre quiero volver»

El cambio fue, quizá, más radical para Raúl Canle. Él fue el primero en llegar. Se comprometió con el Rostov en enero del 2018, despidiéndose de su etapa en Segunda B con el Coruxo y de su clínica. Al otro lado del teléfono se escucha un acento gallego intacto, pese a los cinco años en Rusia. «Siempre quiero volver. La morriña... No tengo pensado echar raíces aquí, aunque estoy muy bien», añade.

El vigués, que abrió camino, cuenta cómo tenían clases con el traductor del equipo para aprender ruso lo más rápido posible. «Viviendo aquí también haces un intensivo. Todos los días aprendes algo y, al año, ya chapurreaba», apunta. Para su trabajo era fundamental. «Siendo fisio necesitas entender lo que el jugador te dice que siente, no a través de un traductor», añade Canle, quien reconoce que, ahora, tiene más tiempo libre que en España, algo con lo que siempre bromea Karpin.

Si algo se han encontrado en el Rostov es organización en el trabajo. Así lo detalla Alejandro: «Hacemos un organigrama, y sabemos el día de antes qué vamos a hacer. Eso lo puso en marcha Casais, y lo mantenemos». El argentino de nacimiento pero gallego de corazón —y de sangre— trabajó en el Valencia durante cinco temporadas antes de viajar a Rusia, a donde llegó hace dos años y medio, después de que su hija cumpliese la mayoría de edad.

Una odisea para viajar

Los tres coinciden en destacar el periplo que tienen que realizar cada dos fines de semana para poder viajar a otra ciudad. El aeropuerto de Rostov —«es nuevo, porque la ciudad fue sede del Mundial del 2018», matiza Raúl— permanece cerrado desde la invasión de Ucrania. «Tenemos que coger el bus para llegar a otro aeropuerto, y eso ya son entre seis y ocho horas. Más después el vuelo. Aquí las distancias son muy grandes», comenta Fernando. «Vamos segundos, a pesar de toda esta paliza. Si fuera al revés y estuvieran más tranquilos, no sabemos qué pasaría. Con una locura así deberíamos estar últimos», añade Alejandro.

«Aquí hay muy buenos equipos y jugadores, pero a nivel competitivo la liga está dos peldaños por debajo de la española por el tema de ritmo, calidad de jugadores… Aquí no se pueden permitir jugadores tan determinantes», analiza Fernando. «No es una liga cualquiera, tiene equipos potentes. El nivel es más bajo, pero no tanto como parece», añade el vigués.

Los gallegos posan con su compañero, Álvaro (izquierda).
Los gallegos posan con su compañero, Álvaro (izquierda).

No podrán jugar la Champions

El Rostov, que a lo largo de su historia ha jugado en competiciones europeas, es segundo en la liga rusa. Esta posición le daría acceso a la Champions League, pero los clubes rusos siguen vetados en ellas. «El aliciente, ahora, es quedar lo más alto posible. Ser segundos sería como haber ganado el campeonato», explica Raúl.

Pero Fernando va un paso más allá y apunta que es injusto: «Entiendo que la situación es complicada, pero creo que el deporte es el deporte. Por lo que veo en la liga, no hay ninguna relación a nivel político».

«Percibo que la gente no habla de la invasión, no le dan una gran importancia»

Cuando la invasión a Ucrania estalló, los tres gallegos tuvieron que replantearse su situación. «Estábamos preocupados por lo que había pasado. Estamos a 160 kilómetros de Donetsk. Mi familia y mis amigos me llamaban y decían ‘sal de ahí'. El club habló con nosotros, nos tranquilizó y nos ofreció la posibilidad de irnos en cualquier momento sin problema. Vimos que no, que la situación aquí era segura, y no teníamos ningún problema. Todos decidimos seguir. Las noticias en España eran un poco alarmistas», empieza explicando Fernando.

Todos ellos coinciden en que, en el día a día, no han notado nada. «El único problema que tenemos los extranjeros que trabajamos aquí es el tema de los bancos y las sanciones. Los rusos ni se enteran de ellas», comenta Fernando. «Se han limitado las opciones de envío de dinero a España», añade el vigués.

Raúl incide en que esta situación no es cómoda para nadie, aunque «viene de hace años». «La realidad es diferente a la que pintan en otros sitios. Aquí la vida es normal. La gente no habla mucho de esto, no le dan una gran importancia. No hubo problemas para sacar dinero y, menos aún, para comprar alimentos en los supermercados», subraya Alejandro.

Donde sí han notado cambios ha sido en el fútbol, más allá de las restricciones, la mayoría de los jugadores extranjeros se han marchado del país. «Lo bueno es que potencias la cantera. Futbolistas que antes no contarían con minutos, ahora están jugando y progresando. Hubo un bajón de calidad, sí, pero por otro lado se está mejorando lo de aquí», expone con positivismo Raúl.