López vive su pasión por el básquet en Fukuoka, donde se empapa de cultura nipona y va al pabellón en bicicleta: «40 kilómetros diarios, me dan la vida»
29 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Como buen gallego, para Moncho López Suárez (Narón, 1969) no es ninguna novedad coger la maleta y emigrar. «Es algo ya normal en mí desde que en 1996 me fui de Narón», explica. Pero nunca lo había hecho tan lejos como hasta ahora. El 20 de junio del pasado año se enroló en el proyecto del Rizing Zephyr Fukuoka, equipo de la segunda división japonesa en el que espera sentar unas bases de futuro. Y en esas anda ahora. Toda una experiencia vital, que va mucho más allá del baloncesto.
ADAPTACIÓN
«Japón me fascina»
Moncho está encantado en Japón. «A nivel personal, familiar, estamos muy contentos. Es un país fantástico. A pesar de que antes de ir leí cosas y me informé, una vez aquí me fascinó aún más. La magnitud de las ciudades, la calidad de los sistemas de organización del transporte, la comida... Y no sushi precisamente, que es el primer tópico que viene siempre la cabeza. La calidad de sus carnes es muy buena. Entiendo perfectamente que muchos de los mejores cocineros del mundo vengan aquí a conocer cómo se trabaja en Japón con los diferentes productos. Además hay muchas manifestaciones culturales», ensalza.
SU DÍA A DÍA
«Nunca imaginé que me fuera a gustar tanto vivir en un rascacielos»
El técnico naronés tiene una vida enfocada hacia su profesión. «Yo vivo en Fukuoka, que es fabulosa. Es la ciudad más grande de la isla de Kyushu. Es la capital de la prefectura, con un millón y medio de habitantes. Estamos muy cerca de Corea. Hay mucho extranjero asiático por las calles. Es una ciudad muy cosmopolita. Vivo en un rascacielos. En un duodécimo piso, con vistas al mar. Me han puesto en un sitio precioso. Yo, que soy más rural, nunca me imaginé que me fuera a gustar tanto», relata.
«No sabía que eran tan ciclistas aquí»
«Mi día a día es entrenar mucho. Vivo lejos del pabellón, a unos 20 kilómetros. A quince minutos por autopista, a una hora por carretera convencional. Solía utilizar la vía rápida a la ida y volvía por la ciudad a la vuelta, para conocerla un poco. Pero desde hace un par de meses voy en bicicleta. Hago los 40 kilómetros diarios. Yo no sabía que eran tan ciclistas aquí, pero sí, lo son. Yo pensaba que eso era patrimonio de Países Bajos o Dinamarca, pero aquí también. Hay millones y millones de bicicletas por las calles de Japón y, por ello, está todo muy adaptado a ellas. Esos 40 kilómetros que hago diarios me han dado la vida. Son mi terapia contra el estrés y la ansiedad. Luego, en el pabellón, estamos muchas horas allí. Empiezo a las diez y media con un grupo de jugadores y luego también me pongo con otros más jóvenes, que estamos desarrollando. Paramos unos 45 minutos sobre las doce y cuarto, para comer; y a la una volvemos. Unos hacen trabajo de fisioterapia, otros tiro, otros pesas... Y a las dos nos ponemos con el entrenamiento de equipo. Es decir, yo llego sobre las diez y acabo sobre las cuatro o cuatro y media», añade.
FAMILIA
«Venía cagado»
Moncho, con una hija de diez años, creía que podría sufrir con la experiencia si su familia no se adaptaba. «Yo venía cagado. Pensaba que quizás ese podía ser nuestro problema. La integración. Mi duda era ver si nos íbamos a adaptar socialmente, porque luego el básquet iba a ser lo más fácil. Así que mi miedo era ese, que mi familia no estuviera bien. Yo, al final, iba a ir al pabellón a entrenar y luego volvía a casa con ellos. Para mí no cambiaba sustancialmente la vida que tenía en Oporto, por ejemplo», explica.
PROFESIÓN
«Me he pegado una hostia tan grande...»
Curiosamente, a López le está costando más la otra parcela, la deportiva. «No tiene nada que ver con lo que pensaba. Me he pegado una hostia tan grande... Mis dificultades grandes están siendo a nivel deportivo, de relaciones con los jugadores y con el equipo técnico. Entender su idiosincrasia, ellos adaptarse a mí también... Soy el único superviviente de los entrenadores españoles que vinimos a Japón en los últimos años. Nos cuesta más que a otros entrenadores extranjeros estar aquí y a ellos les cuesta más entender nuestra pedagogía del básquet. Nosotros no somos entrenadores de estrategia. Le damos más importancia al timing de las cosas. Así que para mí está siendo un shock», dice.
«No están tan abiertos al conocimiento del juego»
«Sin entrar demasiado en aspectos tácticos específicos, el mayor problema con el que me he encontrado ha sido en la intervención en los entrenamientos. El tono de voz de los españoles, con un alto nivel de excitación para motivar, les cuesta entenderlo aquí. Al jugador japonés le cuesta mucho ver que, con otra gente delante, tú le intentes enseñar algo. Se tensiona en ese momento cuando se produce. Yo tengo que desaprender cómo entrenaba, obviamente sin renunciar a alguna cosa, para hacer las cosas de otra manera. El básquet japonés está muy americanizado. Da mucha importancia al entrenamiento individual y no al colectivo. Sesiones con fundamentos de bote, de tiro... Mucho trabajo de uno contra cero. De un entrenador con un solo jugador... Y eso está bien que lo haya. Pero luego no están tan abiertos al conocimiento del juego. Cómo me muevo sin balón, las tomas de decisión, reacciones colectivas, distribución espacial... Todo eso que es precisamente la clave del éxito del baloncesto español. Así que está siendo un esfuerzo grande. He tenido que ir cambiando la filosofía del juego que a principio de temporada me parecía muy adecuado. He tenido que darle menos libertad al jugador, tener un poco más de rigidez táctica, jugadas más cerradas... Ellos se encuentran más cómodos así», agrega.
COVID-19
«Estamos como hace mucho tiempo en España»
También está siendo una experiencia para Moncho López vivir los tiempos postcovid en un país asiático. «Hasta hace unos días era obligatorio aquí ponerse mascarilla en los lugares públicos. Yo tengo que seguir dirigiendo con ella puesta. En restaurantes o tiendas, ahora es optativa llevarla; en los transportes públicos sí es obligatoria; y sigue habiendo muchas restricciones si un jugador, por ejemplo, tiene fiebre. En ese caso no le dejan jugar y obligan a todo el equipo a hacer test de antígenos. Vamos, que en Japón estamos ahora como hace mucho tiempo en España. Y, a pesar de empezar a flexibilizar un poco, todavía ves a mucha gente corriendo por la calle con mascarilla. Aquí aún hay mamparas para separar a los comensales, hay que comer con guantes...», explica.