Hace cinco años que el que fuera seleccionador nacional de piragüismo se fue a Taipei para convertir a ese país en una potencia
27 mar 2023 . Actualizado a las 15:10 h.Antón Pazos responde al teléfono desde el paseo que hay junto al río en Taipei, la capital de Taiwán. Son las nueve de la mañana en España, pero en la isla asiática son las cinco de la tarde. Ya ha acabado la jornada laboral del piragüista que emigró en el 2017 por una oferta irrechazable y que tras dos años y medio en España por la pandemia ha retomado hace unos meses. Al otro lado del teléfono se le ve feliz. Interrumpe la conversación para saludar a amigos con los que se cruza. «Es mi quinto año, soy casi nacional», dice con un humor que rara vez parece perder.
Entrena a la selección nacional júnior y sub-23. Cuanto más jóvenes más los puede preparar para ser futuras estrellas. Les sobra disciplina y apuntan maneras. Es ahí cuando entra el trabajo de Antón Pazos, un vecino de Caldas que se enamoró del piragüismo y ya no puede vivir fuera del agua. Ahora quiere llevar al éxito a Taiwán, pero entre el 2004 y 2008 fue responsable de las selecciones de España sub-21 y sénior de kayak-polo con las que logró un título mundial y un europeo. Su última parada antes de mudarse a Taipei fue el Náutico de Pontecesures. «Me lo ofrecieron dos veces y dije que no. Cuando pasó un tiempo y pensé ‘ahora me iría', me llegó un email para volvérmelo a ofrecer. Fue una especie de señal», explica este palista, que inició una aventura asiática que iba a ser de ocho meses. «Todos los que estamos aquí pensamos eso, pero empecé a conocer gente que habían ido a vivir la aventura asiática y se quedaron», reconoce. Ahora es uno de ellos.
Antes de subirse a un avión rumbo a Taiwán pensó que le costaría adaptarse, que se enfrentaría a un cambio radical que no sabía cómo iba a asumir. Esas dudas le duraron horas. Se adaptó a la forma de comer y a la de vivir, aunque echa de menos eso de tomarse unas cañas al salir de trabajar. «La sociedad aquí está enfocada en lo material, muy basada en el trabajo para hacer dinero. Cuando te desean suerte te dicen que te hagas rico», comenta Antón. Eso fue lo que más le sorprendió. «No tienen tiempo libre, siempre dicen que están ocupados cuando los invitas a algo. Trabajan y se van para sus casas, pero el fin de semana sí que disfrutan. Se van a la playa o hacen alguna actividad porque el nivel de vida es alto», reconoce.
La jornada laboral de Antón, como la de la mayoría, arranca sobre la seis y media de la mañana. A esa hora ya está con sus deportistas cerca del río. Hasta las nueve de la mañana entrena y luego descansa hasta las tres de la tarde, que vuelve a tener una nueva sesión. «Eso sí que es increíble. No hay que repetirle las cosas 20 veces. Con decirlo una vez, les basta. Es una sociedad muy disciplinada y respetuosa», advierte el entrenador caldense. Al principio le sorprendía esa disciplina, pero ahora lo que ya no está dispuesto es a volver a decir una y otra vez una misma instrucción. Durante estos dos años de pandemia estuvo con un equipo de A Illa y le hizo saber que él ahora ya trabaja así.
Hacer de Taiwán una potencia
Antón Pazos quiere hacer evolucionar al piragüismo asiático. El país ha apostado por eso y le encomendó una misión que quiere conseguir para, de forma simbólica, dar un golpe en la mesa. En esa carrera para llevarlos a la élite nada podría fallar. Hay disciplina y talento, pero están tan financiados que se hacen conformistas. Y eso que son muy competitivos. «El campeonato nacional que se celebra entre todos los condados (regiones) premia con diez mil euros al que consigue la medalla de oro», explica Pazos, que añade: «Además, durante todo el año recibirán una paga que ronda los 850 euros al mes». Con ese premio, muchos de los deportistas se contentan y su labor está ahora en hacerles ver que hay que llegar más lejos. «Van a esos campeonatos representando al estado, no al club, como ocurre en España. El entrenador se lleva la mitad de los premios», explica. Las condiciones laborales son el principal atractivo de estos puestos que oferta la Federación Internacional. «Vivo tranquilo haciendo una de mis pasiones. No se puede pedir más, ni tampoco competir con lo que te ofrecen en España», recalca. Él cobra su salario, tiene el piso y los vuelos a España incluidos en su contrato. Y hasta una moto para moverse por la ciudad. «Cumplen a raja tabla lo que firmaste en el contrato», comenta con sorpresa. Incluso en verano, es habitual que se traiga al medallista olímpico y amigo, Carlos Pérez, Perucho, para dar algunas clases: «Lo pasamos de maravilla. Qué venga aquí es un lujazo». Este verano, volverá.
A la hora de pensar en regresar a España, Antón tiene dudas. Reconoce que Galicia es su casa, pero en la otra punta del planeta se siente feliz y cómodo. «Cobras el doble y haces lo que te gusta», apunta con contundencia. Solo hay un pero que le pone a Taiwán, los terremotos. Ya se ha acostumbrado a la temporada de ciclones, pero los movimientos sísmicos son lo único que le hace repetir que como en casa en ningún sitio. «Me asusta cuando son muy largos, tiembla toda la casa. El epicentro no suele ser en Taipei, pero el año pasado viví uno de 7,1 en la escala Richter», reconoce. No tardará en volver a pasar dos meses en Galicia. Sus temporadas en Taiwán son de diez meses y el resto viene a Caldas a visitar a su familia. La echa de menos, «pero en un mundo globalizado estás muy cerca», dice antes de despedirse. Cuando cuelgue el teléfono seguirá con el paseo en bici que tiene previsto antes de que anochezca en Taipei. Mañana toca madrugar para convertir Taiwán en un país emergente.