Alberto Blanco: «En Rusia ya tenemos un problema con el dinero en los cajeros»

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

DEPORTISTAS

El técnico arousano del segundo equipo del Lokomotiv Kuban vive con tensión la guerra desde Krasnodar, en el Cáucaso, a solo 300 kilómetros de la frontera con Ucrania

10 mar 2022 . Actualizado a las 18:31 h.

Hace un mes la directiva del Lokomotiv Kuban le ofrecía a Alberto Blanco Vila (Vilagarcía de Arousa, 8/I/1970) renovar su contrato como entrenador del segundo equipo del club de Krasnodar. Una muestra de su satisfacción con el trabajo del preparador arousano, que a finales de julio del año pasado asumía el reto de dirigir el proyecto de nuevo cuño impulsado en la ciudad rusa del Cáucaso, con una plantilla extremadamente joven que está pagando su inexperiencia cerrando la clasificación de la Superliga 1 de Rusia. Un mes después, como el resto de europeos, Alberto Blanco vive en un mundo distinto, en el que el futuro se conjuga a golpe de presente. «Mi situación se resume en vivir el día a día. No puedo pensar en más allá de hoy», nos dice confesando su lógica preocupación: «Me siento incómodo, me siento tenso; no sé qué va a pasar mañana».

La guerra desatada por Vladimir Putin coge al arousano a 300 kilómetros de la frontera con Ucrania. Krasnodar, nos cuenta, alberga «el aeródromo militar más cercano a Ucrania». También un aeropuerto internacional que «está cerrado desde que empezó todo», el 24 de febrero, obligándole, a su plantilla y él, a coger este jueves un tren con el que poder cubrir en 18 horas los 2.000 kilómetros que los separan de Moscú, donde el sábado jugarán partido de Liga contra el CSKA B.

El rostro más duro de la guerra, el que enmudece entre el estruendo de las bombas, ni se asoma ni se le espera en territorio ruso. Sin embargo, solo una semana después de la decisión de Putin, sus efectos comienzan a dejarse sentir también del otro lado. No ya por la mayor actividad del ejército en la base aérea de Krasnodar, a la que Alberto Blanco atribuye un ruido de aviación nocturna en los tres últimos días para él desconocido hasta ahora. El carácter y la economía del millón largo de habitantes con los que comparte ciudad el vilagarciano empiezan a sentir la onda expansiva generada por la primera invasión de un país soberano por parte de otro en la Europa del Siglo XXI. «Noto cierta calma tensa. Noto más silencio y menos ruido; a la gente de aquí, que ya no es muy habladora, la veo más callada», nos explica el entrenador gallego.

«Procuro no hablar mucho de este asunto», confiesa, «y mi entorno, la gente con la que me relaciono aquí, está callada», dicho lo cual Blanco afirma que «se nota que a nivel personal nadie está de acuerdo» con la guerra.

Prohibido manifestarse

«Tengo la sensación de que la sociedad así lo piensa, pero esta —la rusa— es una democracia especial, una democracia complicada. Había amenazas desde hacía semanas, pero nadie creía que podría haber guerra. En nuestro país la gente se puede expresar libremente, aquí no es posible. Aquí está prohibido manifestarse».

Con Twitter y Facebook «funcionando mal estos días, aunque por ahora no tenemos ningún tipo de problema de conexión», todo lo que sabe Alberto Blanco de la situación en Ucrania es a través de los medios de comunicación españoles, y siempre poniéndolo en cuarentena: «No sigo para nada las noticias de Rusia, porque no las entiendo y sé que no van a decir la verdad. Yo me duermo y me levanto con las radios españolas puestas, pero también trato de filtrar lo que me llega de España para no sufrir estrés». Y pone el ejemplo del cierre del espacio aéreo europeo a la aviación civil rusa, una noticia que llevó a más de una persona de su entorno más próximo a temer por que el vilagarciano haya quedado atrapado en Krasnodar en caso de decidir querer volverse en un determinado momento. Lo cierto es que «desde Rusia se puede volar a Turquía, a Serbia, a Estados Unidos...», y de ahí a España, señala.

Más allá del estado anímico y la pulsión social en Krasnodar, Alberto Blanco desvela que en Rusia empiezan a padecer en carne propia la respuesta de la Unión Europea a la invasión de Ucrania: «A nivel económico tenemos un problema. Ya hay cajeros en los que no queda dinero y en otros vas y te dan como mucho 1.000 rublos, unos 11 euros al cambio». Y esta, confiesa, «es una preocupación extra» para alguien que se encuentra a más de 4.800 kilómetros de su hogar en Vilagarcía. Sobre todo cuando al banco en el que su club le abrió una cuenta para operar en suelo ruso «lo han sacado del Swift», el sistema que comparten la mayoría de las grandes entidades bancarias del planeta para facilitar el flujo de transacciones entre todas ellas. El técnico gallego se aferra a que al menos «por ahora las tarjetas funcionan».

Un directivo lituano del Lokomotiv Kuban ha vuelto ya a su país y las noticias que maneja Blanco es que buena parte, si no todos los jugadores estadounidenses del primer equipo del club, recién excluido de la Eurocup, la segunda competición del baloncesto profesional europeo, lo harán en breve. En su caso, «todos mis jugadores, salvo un italiano de 20 años, son rusos» jugando una liga rusa, por lo que las sanciones europeas no le afectan a su equipo. No obstante, consciente de que «esto es una guerra» y de la «muchísima preocupación de mi familia» en Vilagarcía, en este momento Alberto no descarta nada: «Sobre la mesa tengo todas las cartas: seguir, irme y no volver, o irme y volver. Decidiré en función de cómo vayan los acontecimientos».