Hugo Bueno, del Areosa a los Wolves sin escalas

DEPORTISTAS

El gondomareño vive su tercera temporada en el club inglés, que se fijó en él cuando jugaba en Vigo a los 16 años antes que ningún equipo gallego

10 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hugo Bueno (Gondomar, 2002) reconoce que el suyo es «un caso extraño». En los últimos años, varios clubes ingleses se han llevado a perlas de la cantera del Celta, pero él vestía la camiseta del Areosa cuando el Wolverhampton puso sus ojos en él. Y desde allí, sin paso intermedio alguno, se fue directo al club inglés, donde comenzó en el equipo sub-18 y actualmente está asentado con el sub-23. Es habitual verlo entrenar con el primer equipo.

La primera noticia que Bueno tuvo de los Wolves fue cuando le dijeron que unos ojeadores presenciarían un partido suyo con el club vigués. «Recuerdo estar algo nervioso, pero al acabar, me dijeron que les había gustado bastante», cuenta. Mencionaron que volverían y así lo hicieron, en esa segunda ocasión, para verle con Galicia sub-18. «Me salió un buen torneo y me dijeron que fuera a hacer una prueba en una semana de dos partidos», detalla. Volvieron a transmitirle que les había convencido, pero necesitaban más: «Tuve que ir allí otra semana, querían que me viera más gente del club. Ahí ya decidieron firmarme», rememora.

Contado ahora, puede parecer que resultó fácil, pero supuso un examen complejo para él. Sin margen de error. «Todo es distinto y tienes que destacar y adaptarte muy rápido. Da igual lo diferente que sea España de Inglaterra, tienes que darlo todo porque no hay tiempo. Son solo unos días para demostrarles que te tienen que fichar», expresa. Añade que, pese a eso, consiguió pasar un buen rato mientras jugaba... y convencerles.

Esas dos semanas de prueba le sirvieron para vivir en sus carnes cómo era la vida allí, sumándole charlas con compañeros que le hicieron ser plenamente consciente de las condiciones de su nueva vida. Dice que fue una decisión muy meditada junto a su familia. «Sabía que en el momento en que me iba, era para dedicarme al fútbol y dar el 100 % en ello. No hay vida aparte de eso», señala. En ese sentido, alude a cuestiones como el clima, que la gente es muy casera o que se cena a la seis para comentar que allí la vida es «algo aburrida». Pero él tiene claro que está allí para cumplir un sueño y se ha adaptado a la perfección.

Más allá de lo difícil que siempre es al principio salir de casa, y de que durante la pandemia estuvo seis meses sin pisar Galicia, está contento con su vida en Inglaterra. Primero, con una familia; luego, en un piso compartido —convivió con Erik Bugarín, canterano céltico al que conocía del Areosa y que acaba de fichar por el Elche— y ahora, solo. En lo futbolístico, y salvo una lesión de isquios que sufrió en pretemporada y que ya ha superado, cuenta que ha ido «siempre hacia arriba» desde que hizo las maletas. «No me puedo quejar nada. He trabajado mucho desde que llegué. Empecé con sub-18, logré rápido la titularidad y con 17 años ya me habían subido al sub-23», dice satisfecho.

A su llegada a Inglaterra se encontró un escenario mucho más profesional y lo que más le chocó fue la intensidad de los entrenamientos. «Era como una jauría con todos corriendo, gritando... Pensaba: ‘Madre mía, ¿pero esto qué es?’. Te das cuenta enseguida de que tienes que estar todos los días al 100 % y te vas adaptando». Lo mismo que con el gimnasio, algo que le cogió completamente de nuevas. «Después del primer día, me dijeron que al siguiente tocaba sesión doble. Contesté: ‘¿Cómo que doble si no puedo ni caminar?’», rememora entre risas. Después, su cuerpo se acostumbró y ganó mucho músculo, «como ocho kilos en la primera temporada», lo que le hizo sentirse «más preparado, más fuerte, genial».

Acostumbra a entrenar «de vez en cuando» con el primer equipo y que sus lesiones coincidentes en el tiempo le hizo estrechar lazos con el vigués y excéltico Jonny Otto. «Estuvimos mucho tiempo juntos en el gimnasio. Es muy buena persona. Ahora está volviendo también», menciona.

Su hermano, en el Dortmund

Aunque en su caso tuvo un paso intermedio por el Deportivo, el hermano gemelo de Hugo, Guille, es desde hace unos meses jugador del Dortmund. Ambos comenzaron en el Gondomar —que presume de acogerles en sus instalaciones para entrenar cuando vuelven a casa— y de ahí, al Areosa. «Separarnos fue de las cosas que más me costaron. Ahora está en la misma situación que yo, hacemos videollamadas todos los días y también jugamos unas Plays. Se lleva bien».

Los dos llegaron a ser jugar en el Juvenil A del Areosa sin perder nunca la esperanza de que unas oportunidades como las que se les han presentado llegarían. «Podía parecer que estaba un poco lejos. Pero mi hermano y yo siempre creímos. Seguíamos entrenando en casa con nuestro padre al volver del club para estar preparados cuando llegara la ocasión. Confiábamos», subraya. Respecto al futuro, no tiene prisa ni siente presión: «Mi objetivo es trabajar todos los días para intentar ser mejor. A partir de ahí, el trabajo tendrá su resultado». Sigue confiando.