María Vilas, nuevo rumbo en Madrid

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro sevilla RIBEIRA / LA VOZ

DEPORTISTAS

BENITO ORDOÑEZ

Tras un año brillante, dejó el grupo de Fred Vergnoux y Mireia Belmonte para estudiar y entrenar en la Blume

29 oct 2016 . Actualizado a las 00:43 h.

El 2016 le quedará grabado a fuego toda su vida. María Vilas (Ribeira, 1996) hizo realidad el sueño de convertirse en deportista olímpica y cinceló su nombre en la historia convirtiéndose en la primera gallega en morder una medalla en un Europeo absoluto. Sin tiempo para masticarlo y saborearlo, hizo las maletas, dejó Barcelona y se mudó a Madrid. La Sirena de Castiñeiras abandonó el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat para formar parte de la Blume. Allí se reencontró con Bea Gómez (Pontevedra, 1994), con la que guarda un vínculo que ambas forjaron a orillas del Lérez cuando soñaban con pisar una villa olímpica.

«Tenía ganas de cambiar y consideré que esta era la mejor opción. Me encuentro bastante cómoda con el grupo de la Blume y para mí, además, es una ayuda estar aquí con Bea», afirma María en una de las escasas pausas de en un horario frenético. Su marcha del grupo de Fred Vergnoux, que también ejerce de entrenador de Mireia Belmonte, extrañó a los aficionados del mundo de la natación, ya que la deportista alcanzó un nivel altísimo.

«Sabía que en Barcelona solo estaría una temporada, ya que coincidía con año olímpico, por eso decidimos que me marchase a entrenar allí. La verdad es que he trabajado más que nunca, las 24 horas de mis días eran por y para la natación», reconoce. Tras dar carpetazo a este capítulo, ve su salto a la capital como «una nueva etapa en la que iré pensando todo año a año. Aquí podré compaginar mejor los estudios y aprovechar más el tiempo, esa fue otra de las razones del cambio y creo que me ayudará».

Confiesa que su siguiente meta pasa por clasificarse para el Mundial absoluto. Para conseguirla, su jornada comienza a las 5:20 horas, momento en que enfila el camino a la piscina, donde se zambulle a las 5.45. Esta primera sesión termina a las 8.00, cuando «como una fruta y me voy directamente a clase».

A las 11.00 le toca entrenamiento en seco, come a las 13.00 y a las 15.00 vuelve al instituto. «La sesión de la tarde la arrancamos a las 16.15 y estamos hasta las 19.15. Los primeros días fueron un poco raros, es distinto a la rutina que tenía antes, pero ya estoy completamente adaptada». 

¿Tokio 2020?

Sobre otro asalto a una nueva olimpiada prefiere mostrarse cauta: «Queda muchísimo para Tokio 2020, ahora mismo lo pienso y aún lo veo lejísimos, pero también soy consciente de que a pesar de que son cuatro años, estos ciclos pasan rapidísimo».

Su reencuentro con Bea ha sido una bocanada de aire fresco. La pontevedresa ejerció de madrina durante las primeras semanas en su nueva casa. Los horarios de clase (María estudia segundo de Bachillerato, y Bea un doble grado de Fisioterapia y Ciencias del Deporte) les impiden entrenar juntas: «Nos adaptamos, nos vemos en la residencia y compartimos tiempo libre».

La ribeirense confiesa problemas al cambiar de centro. «Tenía la beca para Barcelona y pusieron trabas, por eso me incorporé más tarde». Ahora, brazada a brazada, María Vilas sonríe al inicio de su historia madrileña.

Bea Gómez: «Lo había hablado con ella y para las dos es un placer volver a entrenar juntas»

Bea Gómez afronta su tercer año en la residencia Blume. La pontevedresa arrancó esta temporada con ilusión y energías renovadas. Aunque al principio hubo momentos de dudas, finalmente María Vilas la acompañó en esta nueva etapa. «Lo habíamos hablado varias veces y es un placer volver a entrenar juntas. Hacía dos años que estábamos separadas y teníamos ganas de volver a vivir juntas», asegura Bea, que quiere recuperar este año el nivel que la llevó a participar en los Juegos Olímpicos de Londres con solo 17 años.

Ejerce de cicerone de la ribeirense, aunque se quita importancia. «En realidad, todos los que conformamos el grupo de natación nos conocemos de las competiciones, lo único es que le doy consejos de la vida en la residencia», confiesa entre risas, sin querer entrar al detalle: «Ella quería y necesitaba un cambio y yo estoy muy contenta de que decidiese venir a Madrid. Hubo problemas al principio, pero en cuanto vimos que la cosa iba hacia adelante, afrontamos la situación con mucha ilusión; para mí es un apoyo muy grande, y tenemos la suerte de estar juntas, y además en Madrid». 

Un cambio

Gómez se quedó a las puertas de los Juegos Olímpicos de Río y ahora afronta el reto de clasificarse para Tokio 2020 con ganas de resarcirse. Al igual que María, quiere afrontar este temporada paso a paso: «Arranqué peor que nunca, necesitaba un cambio, ahora estoy con una dieta muy estricta y la verdad es que he mejorado mucho».

Para lograr sus metas, ambas se apoyarán en cada paso. Para todo lo que les queda por delante, María Vilas y Bea Gómez vuelven a estar unidas, dos siempre pueden más que una.