El éxito de la firma Pepita de Oliva: de Perillo a Nueva York

María Vidal Míguez
MARÍA VIDAL OLEIROS

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PROPIETARIOS DE PEPITA DE OLIVA EN PERILLO
PROPIETARIOS DE PEPITA DE OLIVA EN PERILLO MARCOS MÍGUEZ

En unos días está prevista la puesta en marcha de la tienda «on-line», y a corto plazo se prevén más aperturas, en A Coruña, Santiago y Vigo

12 abr 2016 . Actualizado a las 22:47 h.

Hace dos años y medio que Pepita de Oliva empezó a bailar. Sí porque esta tienda de muebles de Perillo que está arrasando con su estilo nórdico debe su nombre a una bailarina española del siglo XIX. Lo propuso uno de los tres socios que emprendieron esta aventura empresarial, les gustó a los otros dos y le quedó. Desde entonces su nombre no ha parado de sonar. Antes de ponerse manos a la obra cogieron unos cuantos aviones. Dinamarca, Holanda, Bélgica y Alemania fueron algunos de sus destinos. Recorrieron cafeterías, hoteles y locales para impregnarse de ese estilo que han puesto de moda y que triunfa por todo el mundo. A la vuelta, ya con las ideas más claras, contactaron con algunos proveedores y comenzaron a importar piezas. Abrieron un showroom, apenas a unos 200 metros de donde están ahora en la N-VI, al lado de la parrillada Gaucho Díaz.

¿Qué tiene el estilo nórdico que ha conquistado hasta el sur? «La combinación de distintos ambientes. Mezcla lo industrial con los rústico, la madera con el hierro, el hierro con el cristal, maderas viejas con nuevas. Son líneas y maderas sencillas, y es muy juvenil», explica José María Quintela, uno de los socios de la firma. Asegura que nos llevan cierta ventaja por Europa, pero que poco a poco está calando en España, sobre todo en Madrid y Barcelona. «Aquí, en Coruña, somos cuatro como mucho, pero nos ayuda que cada vez haya más. Acostumbras a la gente a este tipo de mueble. Si no tienes idea, lo ves gastado y no lo quieres, pero es lo que está funcionando», explica.

Al principio su negocio se basaba al cien por cien en la importación, pero poco a poco surgió la demanda de fabricar piezas propias. Solo había que buscar un espacio más amplio donde montar el taller. Lo encontraron y se mudaron. Desde entonces, el negocio vive al 70 por ciento de la importación, y un 30 por ciento de diseños hechos por ellos mismos. También se han lanzado a la restauración de piezas de los años cincuenta y sesenta que encuentran en otros mercados. En mejor o peor estado, pero son maderas buenas que solo han perdido color o barniz con el paso del tiempo, o que necesitan un cambio de tapizado.

Las reformas también se les dan muy bien. Obra suya son Le Tavernier, en la Marina, o el Huerto en Los Cantones. El material que tienen en la tienda es de exposición, y a partir de esas unidades fabrican bajo pedido.

La casa de Gala González

En donde sí suelen tener más stock es con los modelos de importación, pero son piezas especiales, todas originales y de diseño, y por ello a veces difíciles de conseguir. «De una silla antigua, por ejemplo, podemos tener 15 unidades. Si viene un cliente y quiere 25, las tendríamos que buscar. Lo mismo es cosa de un día, de dos o de un mes», explica José María, que comenta que acaban de fichar a la también gallega Gala González como colaboradora de la marca. De hecho acaban de amueblar la vivienda de la bloguera en Nueva York, una reforma que en breve se podrá ver tanto en las redes sociales como en una publicación a nivel nacional. Los muebles han sido diseñados entre ellos y Gala, y bajo el nombre de la bloguera cualquiera podrá tener en su casa la colección.

Pero hay más novedades. Estos días está prevista la puesta en marcha de la tienda on-line, y a corto plazo esperan poder abrir más negocios, en A Coruña, Santiago y Vigo.