La abogada de Santiago que lleva educación, salud y esperanza hasta aldeas remotas de África

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

COOPERANTES

Stefani Díaz en el despacho de Díaz Abogados de Santiago, rodeada de algunos productos solidarios que vende la oenegé que cofundó en el 2023. Mbele África tiene un punto de venta en la tienda Bordados Bórdalo de Ames (en la avenida Rosalía de Castro de O Milladoiro), donde desde el minuto uno decidieron colaborar con esta iniciativa.
Stefani Díaz en el despacho de Díaz Abogados de Santiago, rodeada de algunos productos solidarios que vende la oenegé que cofundó en el 2023. Mbele África tiene un punto de venta en la tienda Bordados Bórdalo de Ames (en la avenida Rosalía de Castro de O Milladoiro), donde desde el minuto uno decidieron colaborar con esta iniciativa. XOAN A. SOLER

Stefani Díaz hizo un viaje a Kenia hace un par de años que le cambió la vida y, tras eso, cofundó una oenegé que tiene distintos proyectos en marcha tanto allí como en Uganda

15 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un par de años Stefani Díaz Ferreira hizo un viaje a Kenia que le cambió la vida. Esta abogada de 38 años, con despachos en Santiago y Vilagarcía, no había pisado antes el continente africano y ya ha vuelto media docena de veces más desde entonces, ya que ahora dirige la oenegé Mbele África junto a su otra cofundadora, Elena Blanco.

La vecina de Conxo, nacida en Uruguay y criada en Neda, llegó a la capital gallega para estudiar Derecho y Criminología. Cuenta que «siempre quise ser abogada para ayudar a la gente en momentos complicados... no veía ese lado más descorazonado a la profesión». Estudiando la carrera, ella ya mostraba un lado marcadamente altruista y empezó a participar en campañas de recaudación de alimentos, a colaborar con Cáritas o la Cocina Económica. Y, al acabarla, comenzó a asistir a personas que necesitaban asesoramiento sobre extranjería de forma voluntaria. Tan pronto pudo, se hizo abogada de oficio «para ayudar a la gente que no tenía recursos». Y, de vacaciones en Kenia, reparó en cuánto quedaba por hacer en este rincón del mundo. Stefani, que no es de quedarse de brazos cruzados, terminó encontrando la forma de aportar su granito de arena.

Mbele África surgió en un pueblo remoto de Kenia, en Gatanga, donde conoció en una experiencia de voluntariado a Elena, científica madrileña que se encontraba viviendo en York (Inglaterra). «Allí compartíamos casa y, a pesar de estar en programas distintos, vimos la forma de compartir parte de nuestro tiempo y energía para apoyar proyectos de desarrollo en este trocito del planeta. Elena participaba allí en un proyecto con mujeres, a las que seguimos apoyando a día de hoy con la creación de totebags para que obtengan unos pequeños ingresos mensuales con los que pagar el seguro médico, comida y tasas escolares de sus hijos y nietos, además de tener en este grupo un lugar seguro donde apoyarse unas a otras. Ellas hacen los bolsos allí y nosotras buscamos tiendas para venderlos aquí», relata la abogada con despacho en la rúa de Doutor Teixeiro.

En colaboración con la oenegé Destiny Gates Foundation, llevan a cabo acciones tanto en Gatanga como en Mamai Mara para cubrir los gastos de familias vulnerables (actualmente se ven beneficiadas 35 familias), además de trabajar en el empoderamiento femenino a través de la comercialización de pequeños complementos textiles (delantales, cojines, neceseres, bolsos...) y jabones naturales.

En enero del 2024 llegaron a Uganda, donde trabajan mano a mano con Rafiki África y Kukorra Hamu: «Nos invitaron a ver la realidad extrema que había en la frontera con el Congo, sin agua, sin luz, sin comida, sin sanidad ni educación... Allí nos han ayudado a adquirir un terreno para construir un colegio con nueve aulas, sus baños y cocina. Hay entre 700 y 800 niños sin escolarizar en la zona y las familias están tan entusiasmadas que se han construido un cole provisional de chapa y barro al que van profesores voluntarios a dar Matemáticas e Inglés. Creemos que la Educación es la herramienta para el cambio. Además, tenemos en Uganda un programa de empoderamiento para mujeres. Empezamos con una veintena, a las que facilitamos máquinas de coser, telas... y reciben clases de costura e inglés. De esa forma, ellas pueden vender lo que hacen en mercados locales y ser autosuficientes».

Aclara Stefani que «nuestro trabajo allí es concienciar y valorar con ellos sus necesidades reales, en vez de imponer nosotros lo que creemos que les vendría bien, por eso trabajamos con organizaciones que están allí, al pie del terreno, y hablamos con la gente local que nos explica la cultura, las situaciones más urgentes y nos ayudan como intérpretes. Hay que tener en cuenta que en Kenia y Uganda el inglés es el idioma oficial, y nos podemos defender más o menos con él, pero luego en el caso de Uganda no solo hay dialectos sino que cada tribu, en cada aldea, tiene sus propias palabras. Al final es muy gracioso porque, de alguna forma u otra, nos acabamos entendiendo y disfrutamos con las mujeres masáis a través de gestos de cariño, un abrazo, cogiéndonos la mano... Nunca he visto hablar tanto con alguien sin entender el mismo idioma».

En este sentido, añade, cada proyecto se adapta al contexto en el que se implanta. Por ejemplo, en Kenia una vez se pusieron en marcha los proyectos de nutrición y sanidad, las familias que se han visto beneficiadas por ellos colaboran ahora con una hucha común para aportar. «Allí hay un sistema de agricultura y se mueve una economía, por lo que colaboran con una parte proporcional a lo que pueden ahorrar», indica la abogada. En el caso del grupo de mujeres del condado de Muranga, se les abrió una cuenta bancaria (siendo mujeres nunca habían tenido uno y fue un reto también a nivel logístico), para transferir a ellas el 100 % de los ingresos obtenidos en las tiendas con sus productos. Con estos fondos cubren gastos médicos, de alimentación, escolares y eventualidades de toda su familia. «Son 15 mujeres y 7 de ellas rondan los 70 años, están jubiladas y allí no hay un sistema de pensiones. El taller de costura les ayuda a generar dinero en un lugar seguro, donde comparten sus experiencias personales con las otras y se ayudan entre ellas».

Mbele significa «hacia delante» en suajili, el idioma hablado tanto en Kenia como en Uganda, explica su cofundadora. Para ella, lo más gratificante de esta experiencia es el cambio de perspectiva que le ha dado: «Conocer a esa gente y su realidad es lo más bonito. Llevan vidas muy duras, pero te transmiten esperanza. Y todo gracias a la colaboración con las oenegés locales de allí, que cuentan con gente con experiencia que conoce bien esa realidad y nos informan constantemente».