Ruth Conde, enfermera gallega en Gaza: «Tengo mucha experiencia en zonas de guerra y nunca he visto una situación así»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

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Sandra Alonso

Conde acaba de regresar de una misión de Médicos sin Fronteras en los territorios ocupados, «de las decisiones más difíciles que he vivido ha sido mandar a un recién nacido desnudito a casa, ni su mamá ni nosotros teníamos ropa»

29 ene 2024 . Actualizado a las 18:13 h.

Ruth Conde (Teo, 1981) es una experimentadísima sanitaria en zonas de conflicto. En sus casi doce años en Médicos sin Fronteras (MSF) ha estado en Níger, República Centroafricana, Yemen, India, Venezuela, Colombia, Guinea Bisáu, Mozambique y Ucrania. Acaba de regresar a Santiago de una misión de cuatro semanas y media en los territorios palestinos ocupados. Necesitaba unos días para recuperarse física y mentalmente antes de visibilizar la situación de la población palestina pero aún así rompió a llorar, «es esta sensación de que no llegas», explicaba entre lágrimas en una comparecencia en el Centro Internacional de Prensa de la capital gallega. 

No llega el material, no llegan los recursos y no llega el personal. Contaba esta profesional que el 85 % de la población de la franja ya necesitaba ayuda humanitaria para vivir antes de que estallase el último conflicto, y cada día es peor. «Una frase que decíamos mucho era: 'es imposible que pueda ir a peor', pero cada día iba a peor». El equipo se centró en la atención al parto y al posparto, la salud mental y el apoyo a la actividad quirúrgica. Trabajaron en el sur de Gaza, en Rafah, una ciudad que cuando llegó en noviembre triplicaba ya su población habitual con 650.000 habitantes pero que al marcharse en enero había alcanzado el millón y medio. En ese contexto el centro en el que desarrollaron parte de su actividad, el hospital Emiratí, pasó de atender 15 partos diarios a unos 70. Por supuesto con una escasez de medios brutal, «por lo que se daba de alta a las mujeres una hora después de dar a luz, y a las 3 o 4 si era cesárea». Precisamente su trabajo consistió en mantener a las madres 24 horas, y tres días en caso de cesárea, para evitar infecciones y mortalidad materna y neonatal. 

«Una de las decisiones más difíciles que he vivido ha sido mandar a un recién nacido desnudito a casa. Ni su mamá ni nosotros teníamos ropa». Se reutilizan las gasas y falta material analgésico. Contó el caso de una mujer embarazada a quien no se hizo la admisión porque no había capacidad, por lo que tuvo que volver al campamento. Como de noche está prohibido salir del recinto, «dio a luz acompañada de su hermana en una letrina. El bebé murió». Aunque hubieran entrado cien equipos como el suyo, dice, «seríamos una gota en un océano de necesidades».

Conde, responsable de actividades médicas en el sur de Gaza, explicó que entre sus actividades también estaba la salud mental, la sexual y reproductiva, atención médica a la violencia sexual y curas en una pequeña clínica de la zona. Realizaban unas 600 a la semana, la mitad ligadas a heridas de guerra. 

Situaciones desesperadas

Una de los mensajes que transmite la enfermera es el nivel de desesperación y cansancio, sobre todo de la población, pero incluso de los equipos de MSF. Tras doce años viendo conflictos, «todos los que hemos formado parte de este equipo éramos perfiles muy sénior, con mucha experiencia en zonas de conflicto y zonas de guerra, y nunca he visto ni nos hemos enfrentado a una situación de esta magnitud, gente que hemos desarrollado herramientas con el tiempo y nuestros mecanismos de defensa aquí automáticamente fallaban uno tras otro».

Esta situación se multiplica cuando se traslada a la población. No solo han perdido su casa y su trabajo sino a su familia, «ha habido un cambio en el ambiente, hay una situación de desesperación y cuando estamos desesperados actuamos de forma irracional. No tengo hijos pero si mis sobrinos se mueren de hambre soy la primera que subo a un camión de ayuda humanitaria», ejemplificaba Ruth.

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Reaparecen enfermedades

Otro problema al que se enfrenta la población es la aparición de enfermedades que estaban erradicadas en esta zona. La insalubridad y falta de higiene han provocado que ya se vean casos de hepatitis A, y no tardarán los de hepatitis E o brotes de cólera. Lo mismo ocurre con la desnutrición, que no existía en Gaza y ahora ya afecta a embarazadas, lactantes y niños, «y va a aumentar de forma exponencial si no hay un alto el fuego duradero». 

«No hay una zona segura en Gaza»

La responsable de actividades médicas en esta misión, que compareció acompañada de Nagore Eskisabel, delegada de la zona norte de MSF, asegura que el principal problema con el ejército israelí es la limitación de movimientos y el bloqueo de fronteras para poder dar suministro a la población. Conde, que estuvo también en Ucrania, señala que sin querer establecer semejanzas, «el colapso de Gaza no tiene comparación. No hay una zona segura en Gaza». «De Gaza no se puede salir», apuntó Nagore, ya que en otros conflictos como Ucrania mujeres y niños pueden abandonar el país. 

Pese a todo esto, insistió Ruth, era importante explicar la situación de la población y dar visibilidad a este conflicto, «tenemos el sentimiento de estar en el lugar correcto y haciendo lo correcto».