«La copa menstrual garantizaría a muchas niñas de países pobres poder ir al colegio»

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

COOPERANTES

MONICA IRAGO

La cambadesa Mariña Fernández participa en un proyecto que lucha contra el estigma que sufren miles de mujeres

19 abr 2020 . Actualizado a las 22:32 h.

Todo empezó en el año 2018, con motivo de un viaje a Tanzania que hizo con su madre. A Mariña le vino la regla y cuando acudió a una farmacia su sorpresa fue mayúscula. Una caja de tampones costaba 9 dólares y una de compresas, 5. Pensó: ¿Cómo pueden afrontar las mujeres en este país semejante gasto teniendo en cuenta sus escasos recursos económicos?

Mariña Fernández Escariz estudió un máster de Cooperación y Desarrollo y, ya desde niña, a propósito de otro viaje que hizo con su madrina a la República Dominicana, sintió «la llamada», relata; supo que su futuro pasaba por trabajar en este campo y de este impulso nació el proyecto Cromosomos X, una asociación con vocación de oenegé, cuyo objetivo es conseguir que la menstruación deje de ser un factor de desigualdad para millones de mujeres en el mundo.

Tener la regla en los países en vías de desarrollo no solo supone un hándicap desde el punto de vista económico. Es un motivo de exclusión social y de rechazo que se agrava en el caso de las niñas, ya que muchas dejan de ir a la escuela durante los días del período. Al estigma y los tabúes se suman las carencias en materia de higiene personal -muchas mujeres tienen que utilizar paños e incluso hojas secas- y Mariña enarbola la copa menstrual como la mejor solución.

Es el sistema más sostenible desde el punto de vista medioambiental y económico -una copa menstrual cuesta una media de 20 euros y tiene una vida de diez años- y proporciona una protección sin pérdidas de hasta doce horas, lo cual confiere una gran autonomía a las mujeres, explica. «Con ella se garantizaría a muchas niñas de los países pobres poder ir al colegio sin problemas», abunda.

Junto a otros ocho colaboradores, esta joven cambadesa puso en marcha un proyecto que tiene por objetivo que las mujeres se empoderen y puedan acceder a un producto cuyo uso en Europa está al orden del día. Cromosomos X no tiene capacidad para actuar sobre el terreno, pero sí para contactar con oenegés locales que trabajan en Tailandia, Haití o el Salvador y, a través de ellas, hacer llegar un material que esperan poder adquirir gracias a los ingresos obtenidos a través del mecenazgo del crowfunding que promueve la asociación, entre otras vías. «Las cosas van lentas, pero nos está yendo bastante bien», señala la joven.

Es la vertiente más reivindicativa del proyecto, pero de poco valdrá si no se consigue, además, un cambio de mentalidad. Por ello, desde la organización impulsan programas de formación sobre salud sexual y reproductiva para profesoras, matronas y otras mujeres que puedan desarrollar un rol estratégico dentro de estas comunidades. Además del logístico hay otro problema que salvar, el cultural. «Es cierto que el enfoque de género tiene más presencia, pero sigue sin dársele la importancia que merece, aún hay muchas carencias, hay mucho por hacer», indica. Y no solo en los países empobrecidos. «Nosotras seguimos escondiendo el tampón en la manga y seguimos usando eufemismos para hablar de la regla. Las mujeres siguen gestionando este tema en silencio, con un sentimiento de vergüenza».

Cromosomos X se presentó al público de Cambados las pasadas Navidades y espera seguir por esta senda, con el fin de derribar prejuicios y dar visibilidad a la situación de marginalidad que viven millones de mujeres en todo el mundo a las que la regla las obliga a quedarse en casa, lesionando sus derechos y su libertad.