Sandra López Anido: «En la India enseñé yudo a niños en silla de ruedas, ciegos y amputados»

Loreto Silvoso
Loreto Silvoso A CORUÑA / LA VOZ

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ANGEL MANSO

Entrenadora y árbitra de yudo, es tres veces campeona de España de sambo y dos veces subcampeona de grappling, además de voluntaria de la Fundación Vicente Ferrer

09 sep 2019 . Actualizado a las 22:41 h.

A sus 23 años, Sandra López Anido podría dedicar su tiempo libre a devorar libros de su adorado Harry Potter o a quemar capítulos en Netflix. Pues aquí donde la leen, esta estudiante de cuarto de Medicina prefirió irse a la India para enseñar técnicas de defensa personal a las mujeres, con la Fundación Vicente Ferrer.

-Con esa idea se fue para allá.

-Sí. Inicialmente, pensaba que era un proyecto para ayudar a las mujeres a empoderarse; pero, cuando llegué allí, se trataba de algo completamente diferente.

-¿Y al final?

-En la India enseñé yudo a niños en silla de ruedas, ciegos y amputados. Otros eran huérfanos; mucha diversidad funcional.

-Fueron jornadas maratonianas.

-Sí, nos recogían a las 5.30 de la mañana y a las 6 empezábamos a dar clase de yudo a estos niños. El resto del día teníamos a otros más enfocados a la competición.

-¿Lo buscó o la buscaron?

-Lo busqué yo. Sabía que quería hacer algo de voluntariado. Me enteré de que podía colaborar con la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur y, después de un año, lo conseguí.

-¿Qué supuso para usted esa experiencia? ¿Cómo lo vivió?

-Yo estaba a acostumbrada a verlo porque tengo a mi hermana Paula, que tiene una parálisis cerebral, y, cuando voy a su colegio, suelo estar con niños que están muchísimo peor.

-El impacto fue menos impacto.

-Excepto que el primer día nos vinieron a recoger con unas motos, sin casco ni nada, para ir hasta la escuela inclusiva. Llegamos, era todavía de noche, no veíamos a nadie y de repente aparecieron cien niños de la nada, muchos con deficiencia visual. Los que estaban en silla de ruedas miraban hacia dentro para ver cómo entrenábamos. Ellos nunca habían entrado.

-Así que les invitaron a entrar.

-Así es. Los bajamos a todos de la silla de ruedas y se emocionaron tanto que casi lloran.

-¿Cómo se enseña yudo así?

-El yudo se puede adaptar a cualquiera. Tenemos un montón de vídeos de ellos haciendo yudo sentados. Las caídas se las enseñas desde su posición y ya está [muestra cómo hacerlo].

-¿Cómo les recibieron?

-Con una alegría tremenda. Son muy agradecidos. Están todo el día riéndose. Al mismo tiempo, ves que no tienen nada. Pero te lo dan todo. Los niños iban sin zapatos, todos los días llevaban la misma ropa... ¡Y yo salí de allí llena de regalos! Y se ayudan mucho entre ellos. Una lección.

«Llevo en el tatami desde que nací, a los tres años ya estaba practicando yudo en el Fibra»

Entramos en el gimnasio Fibra, en la calle Pintor Luis Mosquera, y ya nos saludan el padre, la madre y hasta la perrita de Sandra López Anido.

-Es un negocio muy familiar.

-Yo llevo en el tatami desde que nací. A los tres años ya estaba practicando yudo con mis padres.

-Tiene un palmarés tremendo.

-Bueno, en sambo quedé tres veces campeona de España y quinta en el Europeo. En grappling fui dos veces subcampeona de España.

-Espere, espere... ¿sambo? ¿grappling?

-Son artes marciales, deportes de lucha. El grappling es todo de suelo, pero sin kimono.

-Me quedé en el yudo.

-Gracias al yudo, estuve en el Centro de Tecnificación de Pontevedra, que fue por lo que conseguí la beca para entrar en la universidad y luego en Medicina.

-¿Por qué se retiró de la competición? Estuvo diez años.

-¡Ay! No me pregunte eso [risas]. ¡No lo sé!

-¿Lo echa de menos?

-No, porque sigo involucrada en muchas cosas. Saqué el título de arbitraje, soy técnica de la federación, viajo con los niños como entrenadora...

-¿Hay mucha mujer en el yudo?

-Sí, cada vez más.

-¿En el Miguelito, al 50 %?

-El yudo ya es mixto totalmente.

-¿Y en la India?

-Les sorprendía que hubiera una profesora mujer. Había una niña de 12 años, Siri, que fue con la que tuve más feeling, y pedí apadrinarla. Con mis 20 euros al mes, tendrá sanidad y educación cubierta. Ella y toda su familia.

-Parece tan noble y perfecta... ¡Dígame algún defecto suyo!

-[Risas]. Soy muy despistada. He llegado a perder el pasaporte, la cartera y el móvil.