«Miña nai, ao saber que ía a un proxecto ao cárcere en Sicilia, dixo: 'Ai Yolandiña!'»

María Hermida
María hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

COOPERANTES

Estuvo en una prisión de Siracusa dando formación sobre cocina; ahora irá a otra

02 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La conversación con Yolanda Valcárcel empieza por los repollos. Tal cual. Se le llama para saber cómo andan las hortalizas ahora que el tiempo parece haberse vuelto tarumba y en Pontevedra el termómetro pasó de los veinte grados en pleno febrero. Se le llama a ella porque hasta hace poco andaba entre verduras en Mourente, su lugar de nacimiento, desde donde capitaneaba un negocio de cátering centrado, precisamente, en productos de la tierra o, como ella dice, «produtos quilómetro cero». Ella contesta al teléfono con entusiasmo. Pero dice que poco puede contar de las verduras gallegas, porque ahora mismo está en Sicilia. ¿En Sicilia, por qué? «Por un proxecto aquí no cárcere e cos refuxiados», cuenta. Lo dice casi quitándole importancia. Pero no puede evitar que la charla gire hacia ahí y que tenga que contar absolutamente todo de ese proyecto. Lo hace con sonrisa, divirtiéndose cada palabra al igual que, por lo que cuenta, se divierte con su existencia.

Todo empieza hace unos años. Yolanda, diplomada en Turismo, reconoce que su mundo dio un giro de 180 grados cuando empezó a ejercer como consumidora responsable y a apostar por la economía sostenible. Abrió en Pontevedra un negocio llamado A Tenda da Gata, con la que trató de ser fiel a sus principios. Así, convirtió su local en un escaparate de productos locales o escapó de los intermediarios para dar la oportunidad a los productores de vender directamente... Reconoce que no fue nada fácil mantener el negocio. Lo acabó cerrando y centrándose más en el mundo del cátering, pero siempre con la premisa de ofrecer producto gallego y responsable. 

Con un Erasmus Plus

Totalmente metida en este mundo, y gracias a un Erasmus Plus, hace dos años descubrió una cooperativa social italiana, llamada Arco Laico, que estaba llevando a cabo proyectos en su línea y que, además, tenían un programa para tratar de reinsertar social y laboralmente a los reclusos de las cárceles sicilianas. Allá se marchó, a la ciudad de Siracusa. Y estuvo un tiempo trabajando en una cárcel, a la que iba cada mañana para enseñar a los internos nociones de cocina, de consumo responsable o también de gestión de un cátering. Dice que le impactó la primera vez que se vio dentro de la prisión: «Notas a falta de liberdade enseguida. E os internos non deixan de preguntar, queren saber todo do exterior», explica.

Pasaron unos meses, remató el proyecto, y volvió a Pontevedra. Regresó a la rutina del cátering, a los talleres y charlas sobre consumo responsable... Pero Italia la había dejado marcada. «Namoreime de Siracusa, da cooperativa, do proxecto... de todo», cuenta. Así que en septiembre, tras un verano agotador, cuando le propusieron volver a participar en el proyecto de la cárcel y hacerlo ya de una forma más prolongada, ni se lo pensó. Dijo que sí, que a los 45 años lo que le apetecía era volver a Sicilia y seguir tratando de que el mundo sea un poquito mejor. ¿Cómo reaccionó su entorno? Se ríe al contestar: «Pois mira, miña nai, ao saber que ía a un proxecto ao cárcere en Sicilia dixo: ‘‘Ai Yolandiña!’’. E despois engadiu iso de que xa sabe que a min me gustan estas cousas, pero se non había nada máis preto, se me tiña que ir». 

En un bistró

Irremediablemente, se fue. Cuando llegó a Siracusa hubo algunas complicaciones y la entrada en la cárcel para dar formación se va a retrasar hasta junio. Pero ella, que colabora en más cuestiones con la cooperativa Arco Laico, igualmente se instaló en la ciudad y comenzó a cocinar también en un bistró. Conversa desde este local mientras diseña el menú del día siguiente. Dice que triunfa su cocina española y gallega, sobre todo si se trata de sus tortillas vegetales o su empanada llena de verduras -«alí facíaa coas verduras de Mourente e aquí coas de Sicilia, e de verdade que non noto diferenza», cuenta-. Y, eso sí, empieza a estar algo cansada de que le pidan paellas a todas horas. Le causa admiración lo orgulloso que los sicilianos están de sus productos y se alegra cada día de haberles conocido. Dice que todo llegó en el momento adecuado «coa miña filla xa moza e os meus pais ben de saúde». Así que vive sonriendo. Que no es poco.

«Levo comigo historias moi bonitas, como a dun rapaz romanés que se reinsertou»

Cuenta Yolanda Valcárcel que la experiencia que tuvo ya en una de las prisiones de Siracusa -estuvo en la cárcel de Cavadonna y ahora trabajará en la de Augusta- trabajando a diario con los internos, formándoles sobre cuestiones relacionadas con la cocina, hará que no se le borren de la cabeza muchos nombres, algunos de personas que lograron reinsertarse y otras de presos que siguen allí o volvieron a delinquir. Recuerda, por ejemplo, lo que le impactó toparse con personas muy jóvenes que le contaban que habían atracado un banco y que les quedaban por delante largas condenas. «É unha sensación bastante dura, ver que tan mozos xa cometeron delitos», dice. Prefiere quedarse con lo bueno. «Levo comigo historias moi bonitas, como a dun rapaz romanés que se reinsertou. Foi moi bonito porque pensaba que cando deixara a prisión o ían reportar ao seu país. E el quería quedar en Italia. Finalmente puido quedar, logrou atopar traballo, casou, ten unha filla... e todo iso en dous anos. Seguimos mantendo o contacto», explica. 

Nocilla con algarroba

Cuenta también cómo era el día a día en la prisión y cómo será en cuanto retome el proyecto. Pasa alrededor de media jornada dentro del centro penitenciario y va haciendo distintas actividades con los internos. «Por exemplo, chegamos a elaborar, experimentando moitísimo, unha especie de Nocilla pero natural, con algarroba . A verdade é que nos saíu un produto moi bo». 

Su colaboración con la cooperativa también abarca otros campos. Por ejemplo, trabaja con refugiados y con productores locales. «É un proxecto de economía social», señala desde Sicilia.