María del Carmen González: «La cooperación te permite conocer una realidad distinta de los países»

Hace ya algunos años que la óptica carballiñesa María del Carmen López le tomó el gusto a la solidaridad internacional. Todo comenzó con el programa que la fundación Alain Afflelou, desarrolla para el proyecto «El desierto de los niños» en pequeños núcleos de Marruecos, muy aislados geográficamente de las grandes urbes y con escasas posibilidades de acceder a una atención profesional para paliar sus problemas de visión. Aquella visita le impactó y decidió dedicar siempre que puede unos días al año a prestar su ayuda en iniciativas solidarias. De hecho repitió la experiencia en el continente africano antes de decidir este año cruzar el Atlántico para recalar en la República Dominicana con una iniciativa promovida por el profesorado de la Universidad de Valencia.

-¿Cómo se presenta la oportunidad de sumarse a esta iniciativa?

-Todo arranca de mi experiencia en Marruecos. Para mí fue impresionante y entonces decidí formarme para buscar la posibilidad de adquirir más conocimientos que me permitieran poder aportar algo más cuando se me presentase la oportunidad de volver a trabajar en proyectos de cooperación. Encontré un curso de posgrado online por la Universidad de Valencia, que me permitía compaginarlo con mi trabajo. Y este posgrado daba la posibilidad de realizar las prácticas en un proyecto de cooperación en la República Dominicana.

-¿Qué le aporta este tipo de escapadas solidarias?

-El trabajo de óptica a mí me gusta mucho; te da muchas satisfacciones. Pero cuando vas a un sitio de estos es como un plus adicional; las miradas de agradecimiento que recibes lo son todo. Y eso que se trabaja muy intensamente. Este año apenas quince días hicimos, además de las operaciones hicimos quinientas revisiones oculares. Y además, los proyectos de cooperación te permite conocer una realidad distinta de la que conocemos de países como este con tanto tirón turístico. Nuestro trabajo fue todo en zonas agrícolas con plantaciones de caña de azúcar y otros productos y no tiene nada que ver con la zona turística. República Dominicana tiene una cantidad importante de inmigrantes, muchos ilegales, que vienen a trabajar de países del entorno que están aún mucho peor. De hechos la mayoría de las pruebas no las hicimos a dominicanos, sino a haitianos que van allí a trabajar en las plantaciones.

-¿Hay mucha diferencia entre la labor que realizó en África y esta experiencia sudamericana?

-A Marruecos fuimos un equipo de ópticos con la misión de graduar a la gente y poder darles unas gafas que les permitiesen hacer una corrección a sus problemas de visión; además de facilitarles también gafas de sol para evitar los daños que produce la exposición continuada en esa zona. Este año el proyecto era algo distinto porque era un equipo multidisciplinar. A parte de dos ópticos viajamos a la República Dominicana, un oftalmólogo y una enfermera. No solo graduábamos la vista, sino que también se hicieron operaciones de pterigion.

-¿Qué le llamó más la atención?

-En África lo que más me sorprendió era que nos encontrábamos con graduaciones altísimas, mientras que en la República Dominicana eran más similares a lo que podemos ver aquí habitualmente, sin embargo encontramos una cantidad enorme de pterigion. También con muchos problemas de cataratas sin operar. Mientras que aquí es una intervención muy habitual y muy común allí se encuentran con muchas dificultades para operarlas.

-¿Cómo se explica que hayáis encontrado más pterigion en la República Dominicana que en África cuando se supone que es una patología vinculada a la exposición al sol?

-Pues aunque también se ven más casos de lo que, por ejemplo, se puede ver aquí, es verdad que en Marruecos nos encontramos menos. Yo creo que tiene que ver con cómo van tapados; porque aunque no usen gafas de sol, los pañuelos que usan les hacen como de sombrero o visera.

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