La mujer que sabe lo importante que es escuchar

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

COOPERANTES

Viajó de Pontevedra a Guinea Ecuatorial para revisar los oídos a personas sin acceso al sistema sanitario

01 feb 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Ocurre muchas veces con quienes hacen de la solidaridad un ejercicio habitual en su vidas. Eva García Moldes, como muchas de estas personas, insiste en que lo suyo no tiene valor. Que en realidad quienes tienen mérito son el centro auditivo en el que trabaja -Amplifon- y la onegené con la que colaboran -Más que salud-, porque son capaces de sacar adelante un precioso proyecto para que niños y mayores de países sin acceso a la sanidad pública con problemas de audición sean vistos por otorrinos y por audioprotesistas. Pero no es cierto que lo suyo no tenga mérito. Porque resulta que ella fue una de las audioprotesistas que se ofreció voluntaria para subirse un avión y desembarcar en Guinea dispuesta a hacer revisiones en ese país. En Bata, concretamente. Y resulta que Eva, tras una experiencia corta pero fructífera, vino de allí con más ganas de ayudar que nunca: «Cambian todos tus valores, ves muchísimas necesidades. Y me encantaría volver, claro que sí», dice.

Conozcámosla primero. Eva García Moldes es de Pontevedra. Pero, como ella dice, es una de las abonadas a cruzar la AP-9 cada día, ya que trabaja en un centro auditivo de Vigo. Lleva años allí y está encantada con lo que hace. Cuando su empresa pidió voluntarios para participar en el proyecto solidario que abandera, Eva no se lo pensó. «Dije que sí, claro», explica. Así que se alegró al por mayor cuando la eligieron. Viajó hasta Guinea acompañada de un equipo de dos otorrinos, otro compañero audioprotesista y la directora del proyecto, perteneciente a la oenegé Más que salud. Dice que iba prevenida de que lo que se encontraría allí. Pero que eso no evitó que se le encogiese el corazón. «Venía muchísima gente para que la mirásemos, les daba igual haber salido de su aldea el día anterior y venir andando. O estar allí esperando siete u ocho horas para que los atendiésemos. Era tremendo», cuenta. Instalaron el campamento base en un poblado de Aldeas Infantiles, en unas casas donde en cada una vive una viuda con diez niños huérfanos. Ahí hay también un pequeño centro de salud, que les sirvió para atender a los pacientes. A Eva le sorprendió la cantidad de niños y mujeres jóvenes que atendieron «con sorderas terribles, algunas de ellas por algo tan simple como un tapón de cera. Es algo impensable aquí, pero que allí pasa». Dice que la incidencia de la sordera es grande porque es una de las secuelas que deja el paludismo. Por ejemplo, se da el caso de niños que oyen hasta cierta edad y luego se quedan completamente sordos. En menos de una semana de trabajo el equipo desplazado a Guinea Ecuatorial fue capaz de atender a 400 personas, de hacer 174 audiometrías, de colocar 45 audífonos y de retirar 135 tapones de cera. Ahí es nada.

Largas jornadas de trabajo

Una cifra tan alta de intervenciones pasó, sí o sí, por jornadas de trabajo de más de doce horas al día de los profesionales solidarios como Eva. Dice ella que poco importaba que el día nunca se acabase. «Veías a personas que habían caminado tanto, que venían de tan lejos y con tantas necesidades que lo único que querías era poder atenderlas», explica. Cuenta también que el trato con los guineanos era exquisito. Y que no dejaban de dar las gracias por la atención que recibían. «Me fijé sobre todo en la enorme educación de los niños, se dirigían a ti de una forma tan correcta...», dice. Eva cree que la experiencia le sirvió, además de para ayudar, para darse cuenta de muchas cosas. Algunas buenas. Y otras horribles. Entre las primeras está el hecho de que valora mucho más que antes los sistemas de salud pública que hay en el primer mundo. Y, entre las segundas, «el hecho de que un país rico y con petróleo tenga tantas necesidades y tan básicas».

Se emociona al recordar su paso por Guinea. Y reconoce que le faltaban sentidos para captar todo lo que ocurría a su alrededor. Se le quedaron grabadas las imágenes de niños carretando agua. Y se alegra de haber escuchado algunas preguntas que suenan casi a patada en la boca para los que vivimos en un mundo mucho más privilegiado: «Cuando un niño te pregunta si los blanquitos comemos todos los días tres veces... pues es algo que te hace pensar mucho. Te das cuenta de todas las necesidades que hay y que a veces no vemos».

Ya de regreso a su día a día, a cruzar a AP-9 de Vigo a Pontevedra y viceversa a diario, porque sigue viviendo en las tierras del Lérez, Eva continúa con su trabajo de audioprotesista. Con sus aficiones. Con sus amigos. Con su familia. Pero seguramente por dentro hayan cambiado bastantes cosas después de ese viaje a Guinea. Lo cuenta ella. Y lo cuenta bien: «Tu escala de valores cambia, te das cuenta de las cosas que son prioritarias y de que no debes preocuparte de muchas otras». Un aprendizaje vital en poco más de una semana de viaje. Para reflexionar, desde luego.