Gallegos en el Brasil que no sale en las postales: entre las olimpiadas y el zika

Marcos Fidalgo

BRASIL

Una ourensana que realiza trabajos sociales y dos cuñados de Santa Comba que administran un hotel cuentan cómo viven en la ciudad que recibirá las olimpiadas de 2016

29 feb 2016 . Actualizado a las 13:14 h.

Ingrid Ferreiro Morgade solo había oído hablar de las cosas buenas de Río de Janeiro: las playas, el Cristo, el Pan de Azúcar. Pero cuando fue a cursar un máster de Turismo en La ciudad, en el 2011, se enteró de que había un Río desconocido y desigual que no aparecía en las postales, un Río que al final le regalaría la mayor experiencia de su vida. 

Para adaptarse más rápido a las contradicciones de la metrópoli, decidió introducirse en los rincones escondidos por detrás de los lugares comunes. Su primera experiencia fue alfabetizando a niños pobres en escuelas públicas de la región metropolitana. «Mesmo sabendo que non ía ser fácil por causa do acento e non da lingua, decidín que quería intentalo. Foron seis meses de moito traballo e paciencia, pero pagaron a pena. De vinte e oito rapaces, só catro non conseguiron escribir e ler no fin do semestre. Supuxo unha loita contra o sistema, contra meus propios medos», dice.

Ingrid tuvo que dejar el proyecto de alfabetización cuando empezó a trabajar cuarenta y cuatro horas semanales en una operadora de turismo, pero siguió dedicándose a los trabajos voluntarios en sus horas libres. Dio clases comunitarias de español en un curso preparatorio para el examen de ingreso a la universidad, además de actuar en una comunidad pobre donde los niños necesitaban de clases de refuerzo. «Tamén conseguimos que tivesen leccións de música e aprendesen a tocar instrumentos de percusión, pois á escola pública, infelizmente, ainda lle queda moito que mellorar».

La ourensana afirma que su aportación social no solo tiene un fin educativo, sino también reivindicativo. «Quero continuar contribuindo para a construcción de un mundo mellor, con menos desigualdade e máis igualdade de oportunidades». 

Ingrid vive en el Río Cumprido, en la región central de la ciudad. «É un barrio popular, estratéxicamente localizado, con moitas opcións de transportes e onde a inflación non chegou tan forte como en outras rexións máis turísticas ou nobres». 

Una noche, tras regresar de una velada en el barrio nocturno de la Lapa, vio a policías en la puerta de la casa que compartía con unos amigos. Supo, entonces, que unos atracadores habían entrado en la vivienda, habían tomado a sus amigos como rehenes, amarrándolos, para robarle todo. «Quería quedarme na casa aquela noite, pero o destino fíxome saír». Entre todas las realidades de Río, a lo único que Ingrid no ha logrado acostumbrarse de todo es a la banalidad de la violencia. «A verdade é que prefiro non pensar moito».

Aunque se haya mantenido en niveles elevados, la violencia de Río de Janeiro ha alcanzado el índice más bajo de los últimos veinticinco años en el 2015. Según el Instituto de Segurança Pública, hubo 18,6 homicidios para cada cien mil habitantes. Como sigue por encima de los 10 asesinatos por 100 mil moradores, el índice todavía es considerado epidémico, conforme los criterios adoptados por la OMS. 

Sin embargo, el mejor contrapunto a la violencia de Río sigue siendo el propio Río, con su esplendor geográfico y sus múltiples y variadas opciones de ocio. «Esta cidade é incrible para o lecer -observa Ingrid- gústame moito percorrer os carreiros, ir á praia, camiñar pola Lagoa, o Jardim Botánico, fuxir para a Floresta da Tijuca e bañarme nas múltiples fervenzas; sair nun desfile de Carnaval, ir a unha peza de teatro, a un show no Circo Voador...».

Hoteleros, cuñados y gallegos

Fabio Silva y Juan Carlos se conocieron en Santa Comba, provincia de A Coruña. «Coñecíno cando aínda era noivo de miña irmá», cuenta Fabio, que a los 10 años dejó Río de Janeiro para ir a vivir en Galicia. 

Diecinueve años después, en el 2013, la falta de empleo en España le hizo volver a Río, acompañado de Juan Carlos. Los cuñados cruzaron el charco para administrar el Hotel Galicia, uno de los tres establecimientos administrados por la familia en la ciudad. Situada en la región central, en el número 6 de la calle Carlos de Carvalho, la propiedad fue adquirida el 2011, cuando aun tenía otro nombre y funcionaba como motel, un tipo de alojamiento que en Brasil es destino exclusivo de las parejas. Sin embargo, la demanda esperada para el Mundial, la visita del Papa y la olimpiada llevaron la familia a convertirlo en un hotel con todas las comunidades: wifi gratis, room service 24 horas, servicio de despertar y desayuno incluido. 

El homenaje a Galicia en el hotel no si limita al nombre. «Tamén temos cadros de toda Galicia: de la catedral de Santiago, aa praia das Catedrais, a Torre de Hércules, a muralla de Lugo, Cambados e Os Ancares», cuenta Fabio. Para el futuro, la intención de los cuñados es que cada piso del hotel retrate una provincia gallega, a través de cuadros e informaciones. «A idea é que todos os que se aloxen no noso hotel acaben coñecendo e interesándose por visitar Galicia», dice el gerente.

Cuando no está en el hotel, Fabio aprovecha para ir a la playa, andar en bicicleta y salir con los amigos. «En comparación coa vida que tiña en Galicia é moi distinto. Río é unha gran cidade, para o bo e para o malo», aclara. Juan Carlos, en cambio, prefiere ir al cine y salir a cenar con la familia. «Vívese ben aquí. A comida e o clima son moi bos, ademais da xente».