El banco de Castro Canosa

? Fernando Salgado

BRASIL

Hijo de modestos labradores y curtido en la emigración, a su vuelta de Brasil se hizo banquero. En 1928, vísperas del crac que abrió las puertas a la Gran Depresión, fundó un pequeño banco en su Cee natal

04 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En octubre de 1920, tres vecinos de Carnota -José Ribeiros, Manuel Piñeiro y Ramón Louro- denunciaron a Perfecto Castro Canosa ante el inspector de emigración. Lo acusaban de haberles cobrado 450 pesetas por cada uno de sus respectivos pasajes a Buenos Aires. Alegaban los denunciantes que el precio legal del billete de embarque ascendía a 348 pesetas. La reclamación, cuyo resultado desconozco, prueba que ya por esas fechas Castro Canosa ejerce como prestamista de quienes emprenden la dura travesía de las Américas.

Tal vez el sobrecoste de 102 pesetas estaba justificado, porque el banquero en ciernes solía prestar, además del dinero para el pasaje, otros servicios adicionales. Lo explica Alfonso García López en su libro La actividad bancaria en Galicia, que incluye una semblanza biográfica de Castro Canosa. Muchos emigrantes marchaban confiados en que, al otro lado del océano, los esperaba un trabajo «que el propio banquero les había proporcionado, ya fuera en La Habana, Buenos Aires o cualquier otro lugar».

LOS DOS PERFECTOS DE CEE

A mayores, los préstamos que concedía Perfecto Castro Canosa cubrían habitualmente, además del precio del billete, el ajuar del emigrante: una humilde maleta de madera, unas mudas, un sombrero tipo pajilla y un traje. A falta del Corte Inglés, el pack lo facilitaba un comercio de Cee, el Roupas Feitas, propiedad de Perfecto Medrano Arteaga, que ostentaba un expresivo eslogan: «Barato pero al contado». De esta forma, señala Alfonso García López, «Perfecto-banquero se hacía cargo, ante Perfecto-comerciante, del coste del equipo adquirido por el paisano que emprendía rumbo hacia un mundo desconocido».

Eso sí, velando por la solvencia de la casa de banca, los préstamos -generalmente a plazo de dos años- quedaban garantizados por las tierras de la familia. Nada quedaba al albur de lo que aconteciese en las Américas. Los embargos, no obstante, fueron escasos: la mayoría de las deudas eran canceladas en menos de un año. Las remesas de la emigración, un fenómeno que Perfecto conoce al dedillo por experiencia propia, fortalecen los balances del pequeño banco de Cee.

de cuba, a cee y a manaos

El banquero, hijo de Ambrosio Castro y Dolores Canosa, había nacido en 1877, en la parroquia de Santa Baia de Brens. Con solo doce años, sus padres lo envían a Cuba, donde residen algunos parientes. Su trabajo, en la firma Miguel Otero y Compañía -siete días a la semana-, consiste en acarrear mercancías en los muelles de La Habana. Enferma de paludismo y durante su convalecencia, en el hospital del Centro Gallego, estudia contabilidad y consigue el diploma de tenedor de libros. Durante la guerra de Cuba, se enrola como voluntario y el general Weyler lo condecora por su valor. En 1898 es repatriado con los restos del ejército colonial y desembarca en Vigo. Perfecto Castro tiene 21 años a la sazón. Su primera etapa de emigrante ha durado ocho o nueve años.

En 1900, después de una temporada en Brens, dedicado a las faenas agrícolas junto a sus padres, Castro Canosa atraviesa de nuevo el Atlántico. Esta vez se dirige a la ciudada brasileña de Manaos, el corazón de la Amazonía que late a impulsos del caucho. Allí trabaja en un almacén de coloniales, cuya propiedad comparten un alemán, un portugués y un brasileño, negocio del que acabará siendo partícipe. Viaja cada dos años a Cee y, en una de esas estancias, conoce a Manuela Rial Mouzo, una joven de Vimianzo con la que contrae matrimonio en 1906 y con quien tendrá seis hijos.

DE COBRADOR A BANQUERO

A comienzos de 1909, Perfecto Castro regresa a su Cee natal. Un empresario local, Plácido Castro, le cede varias corresponsalías bancarias y el indiano se introduce en el gremio. Diecinueve años más tarde dará el salto y el modesto cobrador de giros se convierte en banquero: nace entonces el Banco Perfecto Castro Canosa.

Desde la creación de la entidad hasta el fallecimiento de su fundador en septiembre de 1964, Perfecto Castro siempre mantuvo el control de la entidad. El banco era diminuto, pero solvente. Apenas creció en esa primera etapa. En 1960, sus recursos totales -recursos propios y pasivo acreedor- no alcanzaban los 18 millones de pesetas. En la misma fecha, el Banco Pastor superaba los 6.600 millones, el Banco de La Coruña rebasaba los 3.000 millones y el compostelano Hijos de Olimpio Pérez se movía por encima de los 562 millones. Incluso la Banca Marcelino Etchevarría, una pequeña entidad familiar de Betanzos, duplicaba en recursos al Castro Canosa. Ese ínfimo tamaño lo mantuvo a resguardo de los grandes depredadores financieros y explica su longevidad.

Tras la muerte de su fundador, el Banco Perfecto Castro Canosa pasó a sus hijos. En 1975, la familia Páramo, a través de la sociedad Multibán, entra en el accionariado de la entidad. Diez años después, el venezolano Banco Consolidado, encabezado por Álvarez Stelling, se hace con la mayoría del capital. Es el principio del fin. Stelling, quien blande los apoyos que le brindan los máximos mandatarios de Venezuela y España -Carlos Andrés Pérez y Felipe González-, se derrite en promesas: canalizará los recursos de la emigración a través del banco de Cee, invertirá en el sector turístico, creará una red de gasolineras... Nada hubo. El Castro Canosa acabó intervenido por el Banco de España, paseó sus huesos por el Fondo de Garantía de Depósitos, adquirió sus restos una mutua barcelonesa y, finalmente, en 1988 hizo mutis definitivamente.

Perfecto Castro Canosa | foto del libro «La actividad bancaria en galicia»

Perfecto Castro Canosa | foto del libro «La actividad bancaria en galicia»