De Ferrol a la meca científica de Japón

beatriz antón FERROL / LA VOZ

ASIA

Ángela Ares soñaba con hacer el posdoctorado en Londres, pero el amor la llevó al país nipón, donde ahora trabaja para uno de los centros de investigación más importantes del sudeste asiático

13 ene 2020 . Actualizado a las 14:39 h.

En comparación con otros estados europeos, el gasto de España en I+D+I sigue siendo raquítico y, mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, otros países más comprometidos con el conocimiento científico se benefician del talento investigador que bulle en sus universidades. De esto puede hablar largo y tendido Ángela Ares Pita, una bióloga ferrolana de la cosecha del 84 que ha podido ver sus sueños cumplidos en Japón, adonde en los últimos años han emigrado otros muchos jóvenes cerebros españoles como ella, atraídos por las facilidades que ofrece el país del sol naciente para la investigación.

Aunque, para ser honestos, hay que decir que lo que de verdad hizo que Ángela aterrizase en Japón fue el amor. «Al finalizar mi doctorado en la Universidad de Santiago, mi plan inicial era hacer el período posdoctoral en el Museo de Historia Natural de Londres, pero a mi pareja (que también es ferrolano) le ofrecieron un trabajo en Tokio, y decidimos mudarnos allí», explica Ángela.

Aquel giro inesperado del destino le abrió una puerta de oportunidades, porque, al poco de llegar a Japón, en el año 2014, la joven bióloga ferrolana obtuvo una beca del Gobierno nipón para trabajar en Riken (Yokohama), uno de los centros de investigación más prestigiosos del archipiélago asiático. Y tras dos años allí, Ángela dio el salto al Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa -el OIST (Okinawa Institute of Science and Technology)-, donde actualmente trabaja como miembro del equipo de la Unidad de Biofísica Marina.

«El OIST es un caso muy especial si se compara con otros centros de investigación japoneses, porque aquí la mitad de los trabajadores somos extranjeros y no existe ninguna separación entre los laboratorios, para favorecer así la comunicación entre investigadores de diferentes disciplinas. Además, los laboratorios están equipados con la última tecnología y se incentiva mucho la colaboración nacional e internacional», comenta Ángela sobre una de institución que ya figura entre las mecas científicas del sudeste asiático.

Además, desde su creación, el OIST se ha convertido en uno de los motores de desarrollo más importantes de la zona de Okinawa. «Esta es la región con menos ingresos de Japón y precisamente por eso el Gobierno nipón decidió montar aquí este centro de investigación: para impulsar su economía de una forma estable a medio y largo plazo por medio de la innovación y la economía, en vez de apostar por el turismo, que es una solución más inestable y con beneficios a corto plazo», comenta Ángela, quien aboga por «exportar» ese mismo modelo a Galicia. 

Pero, ¿a qué se dedica exactamente esta ferrolana en el OIST? «Mi trabajo se centra en los microorganismos marinos, concretamente en las bacterias y en cómo estas responden a cambios ambientales como los provocados por los metales pesados u otro tipo de contaminantes. Su rápida respuesta a estos cambios convierten a las bacterias en valiosos bioindicadores de advertencia temprana en lo que se refiere a la salud del ecosistema», explica la bióloga.

Y, por si eso fuera poco, Ángela ejerce también como secretaria de la Asociación de Investigadores Españoles en Japón (ACE Japón), donde trabaja para dar apoyo a otros jóvenes compatriotas que, como ella, no dudaron en hacer las maletas y dejar su hogar para poder cumplir sus sueños. «Somos muchos los que queremos regresar a España y establecernos en algún centro de investigación o universidad, pero la competencia es muy elevada y las condiciones suelen ser mejores en otros países. Necesitamos una apuesta más fuerte por un plan de retorno y estabilidad en los puestos para investigadores».

Estudios. Cursó Primaria en el Ludy; Secundaria, en el Concepción Arenal y el grado y doctorado en Biología en la USC.

Ocupación. Trabaja como investigadora en la Unidad de Biofísica Marina del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa.