Dámaso Ferreiro: «Ao chegar ao Xapón pasei chorando unha semana, agora gústame moito»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ASIA

Ana Garcia

Personas con historia | Natural de Carballo, imparte las clases en japonés y en inglés. Desde pequeño siempre le gustó la cultura nipona

07 jun 2019 . Actualizado a las 15:15 h.

Dámaso Ferreiro, de Carballo, podría seguramente haber seguido la senda constructora de padre y abuelo, pero le puso más la vida académica. Y a qué nivel! Es profesor de Literatura Japonesa en la Universidad de Hiroshima, en Japón. Imparte las clases en japonés y en inglés. Algo así deja estupefacto a cualquiera (no es solo docente, sino que enseña algo tan ajeno y distante en un idioma tan difícil). A los de aquí, y a los de allí también, pero solo en la primera impresión.

Las primeras preguntas salen solas: ¿Cómo alguien llega a semejante puesto en el otro lado del mundo?

Dámaso, de 31 años, estudió Filología Clásica en la Universidade de Santiago. Después pasó por Italia, y también estuvo un año en Japón, en Kobe. Al regresar, cursó en la Universidad de Salamanca un máster en estudios japoneses. Realizó una tesina sobre la literatura de ese país. Fue en el 2013 cuando regresó a Japón, a la Universidad de Hiroshima, para llevar a cabo el doctorado, hasta que logró la plaza de profesor. En el ámbito académico, también es profesor de japonés para extranjeros.

Todo eso ya venía de atrás. «Dende que estudaba no instituto Parga Pondal xa me gustaba moito a literatura xaponesa», recuerda. Lo marcó el descubrimiento de un autor, Rynosuke Akutagawa, de comienzos del siglo pasado. «Unha obra del impactoume moitísimo. Conta a historia dun home que sobe a un tren, e ao lado del vai unha rapaza que ule mal, que non sabe comportarse, e séntese incómodo. De súpeto, a rapaza abre a ventaíña, tira tres mandarinas, cóllenas tres nenos e dille adeus. Tras iso, o home cambiou a visión dela. Pois con iso, Akutagawa fixo unha novela. Como puido? É o xeito de contalo, moi diferente a nós. Unha literatura moi intimista. Foi cando pensei que me gustaría ler todo iso en xaponés».

Su interés por lo japonés iba a más. «Ía a clases de xaponés, gastaba os cartos que tiña na literatura xaponesa. Eu quería ler en versión orixinal, non depender das traducións», recuerda.

Pero, pese a su formación y su interés, no parece fácil que un español puede dar clase en una universidad son un área tan local. «Pero é que alí non é coma aquí, que tes moitas limitacións para entrar na Universidade. Aínda que non fixeras alí a carreira, si podes. Valórante, ven o que fas e fixeches, e tamén a tese (no meu caso sobre a influencia da literatura clásica en Akutagawa)», explica. Lo que no quita la impresión que les produce a los alumno verlo en el aula, siendo foráneo. Incluso a los extranjeros que viven en la ciudad. Por no hablar de que aparenta aún menos edad de la que tiene. Nada es problema para que lleve ya varios meses al frente de su asignatura de literatura japonesa moderna, la de la primera mitad del siglo pasado, un campo enorme, en el que podría estar toda la vida leyendo, y no daría abasto. Ya solo su autor de referencia: se suicidó a los 35, y tiene una obra vastísima.

A Dámaso, una de las cosas que más le gustan de Japón «é que valoran moitísimo o esforzo, máis que o resultado. Se ven que dás o mellor de ti a resposta é sempre positiva». Pese a las evidentes dificultades de integración, siempre tiene ayuda. «Son xente con moita paciencia. E fan todo o posible por que me saian as cousas. En España, no mundo universitario, non é así. En Xapón, as cambadelas son inexistentes, os compañeiros desvívense por axudarche. Rexe a regra de hoxe por ti, mañá por min!».

Ahora, con seis años a cuestas. Lo ve con estos ojos, pero no siempre fue así. Recuerda aquel primer viaje de un año, a la ciudad de Kobe, lo duro que fue todo. «Ao chegar ao Xapón pasei chorando a primeira semana. Dicíalle a meus pais que quería volver. Foi horrible. Pero agora estou moi ben, gústame moito. É complicado empezar sen coñecer nada, eu tiña outra idea do país. A xente garda moito as distancias, é complicado facer amigos. Pero co tempo afaste perfectamente». Hay costumbres muy diferentes. «Todo é moi silencioso. Non se fala no tren, na rúa». En la comida ya puede comprar aceite de oliva, aceitunas, Estrella Galicia... Cuando llegó, no había. «Boto de menos a familia, os amigos», pero no se queja. Asegura que desde tan lejos ha aprendido a conocer mejor Galicia, con otra perspectiva. No le gusta volver y ver a compañeros en paro, con trabajos precarios, negocios cerrados... «No Xapón non existe o paro. Se queres traballar, traballas, é imposible non saír adiante». Eso sí, hay pocas vacaciones, y la vida no es como aquí. Pero puede pensar en la suya a largo plazo, y en Galicia sería más complicado.

Curiosamente, vivir no es caro. El alquiler de su piso, 400 euros. La luz, 30; Internet, 25. El sueldo medio empieza en los 2.000 euros. Un buen menú del día cuesta ocho euros. A los turistas no los atracan: todo vale lo mismo que para los locales. La seguridad es absoluta: «Esquecín a carteira en varios sitios, e recupereina, e o ordenador. Podes confiar totalmente en calquera».

También está lo de vivir en Hiroshima, una ciudad marcada de por vida por la bomba atómica. Algo que, dice, está muy presente en el día a día. Pese a estar en el oeste del país, donde la gente es más locuaz, aquí reina el silencio, se mantienen las distancia, y el pasado es presente.