Sol Romagnoli, superviviente del terremoto de Nepal: «Unos segundos lo cambiaron todo»

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

ASIA

Sol Romagnoli
Sol Romagnoli

El suelo se retorció en Nepal en 2015, causando miles de muertos y desaparecidos; entre los supervivientes, queda un sabor amargo por «lo rápido que se olvidó» aquella tragedia

02 ene 2019 . Actualizado a las 11:09 h.

Los números, a veces, pueden dar miedo. Hasta las matemáticas dependen del contexto. El mismo 7,9 que puede dar una alegría a un estudiante se convierte en una cifra digna de ser temida si hablamos de terremotos. De la capacidad destructiva de un 7,9 puede dar cuenta Sol Rogmanoli Gil, una arousana que en el 2015 se encontraba en Nepal cuando la Tierra se contorsionó. Luego llegaron más cifras terribles: 9.000 muertos, 22.000 desaparecidos.

Sol no estaba de paso en el país del Himalaya; se había instalado allí como cooperante de una oenegé que pretendía garantizar los derechos fundamentales de niñas en situación de desamparo. La gallega vivía en la misma casa de acogida que sus pupilas, pero el día en el que el mundo quiso venirse abajo no estaba allí. «Era sábado. Ese día libraba, así que una compañera y yo subimos con un grupo de peregrinaje hasta el monasterio de Kopan. Y ahí, en lo alto de una colina, estaba yo cuando ocurrió». A veces, las imágenes y los sonidos se difuminan en la memoria. Pero no es el caso. «Recuerdo absolutamente todo: una mezcla de sonidos difícil de explicar, gente gritando, lo difícil que era aguantar de pie, masas de polvo que se levantaban al caer muros... Unos pocos segundos lo cambiaron todo», relata.

«Al principio no estaba asustada porque era difícil de procesar todo lo que estaba viviendo», cuenta Sol. «Todavía no tenía ni idea de la gravedad de lo sucedido, de lo que estaba por venir, ni siquiera de que la noticia fuese a llegar a Europa», admite. Aun así, por puro instinto, decidió enviar un mensaje a su madre diciéndole que estaba bien. «Por si acaso», explica ahora. «¡Y menos mal! Enseguida se colapsaron las líneas, se fue la cobertura, no había electricidad para cargar los teléfonos... Mis amistades me contaron lo mal que lo pasaron al no poder contactar conmigo, y el alivio al enterarse por mi familia de que seguía viva».

Pasaron horas antes de que pudiese volver a casa. «Yo físicamente me encontraba bien, y mi mente estaba ocupada pensando en cómo estarían las niñas y mis vecinos». Por suerte, todos estaban bien. Los esfuerzos se concentraron en «buscar soluciones y organizarnos». No fue fácil. «Toda la ciudad era un caos, durante los primeros días no tuvimos acceso a electricidad ni agua corriente, dormíamos bajo un plástico, empezaron a escasear los productos frescos. Hubo momentos difíciles, pero dentro de lo que cabe tuvimos mucha suerte y conseguimos llevarlo bien». Las horas la descubrían haciendo recados, intentando establecer una rutina para las niñas... «Al principio las réplicas eran constantes, y eso nos producía mareo y dolor de cabeza. A veces, si sentíamos un temblor ligero, nos preguntábamos unas a otras, o mirábamos si algo se movía para comprobar si era real o solo la sensación que ya teníamos en el cuerpo».

El 12 de mayo, de nuevo, el temblor fue real. El suelo de Nepal se retorcía por segunda vez. «Nos vimos de nuevo en la calle; fue muy frustrante», evoca Sol. Y luego, el tiempo pasó. «Tardamos un mes en volver a la normalidad, y entonces tuve tiempo para colaborar también con otras organizaciones locales para llevar arroz a aldeas de la montaña, haciendo talleres de arteterapia para niños y niñas o trabajando con mujeres en riesgo de exclusión», relata esta joven, que descartó ser repatriada en un avión del Ejército, tal y como le pedían desde Galicia sus seres queridos. Aquella experiencia en Nepal le dejó «un recuerdo agridulce». En esta situación extrema, se topó con «toda la solidaridad, el apoyo de la gente y la capacidad de sobreponerse», pero se asomó también «a ese lado oscuro de las personas que aprovechan las desgracias para hacer negocio, las trabas burocráticas y la ineficiencia, la mala gestión de recursos y lo rápido que se olvida el mundo cuando pasa la noticia».