«En Japón se trabaja muchísimo»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ASIA

El cabanés José Manuel Suárez Esmorís es director de la consultora de operaciones Solve Advisors Group Noroeste

21 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

José Manuel Suárez Esmorís (A Mata, Riobó; 1969) es ingeniero industrial. Su currículo es amplio: Executive MBA y máster en sistemas de producción y cadena de suministro por la Universidad de Cranfield, en el Reino Unido. Ha trabajado en el sector aeronáutico, en Airbus; en el de automoción (Nissan, TRW y Castrosúa), y en el metalúrgico (Sapa e Isolux). Ha estado en Reino Unido, Japón y Estados Unidos, siempre en empresas líderes y en posiciones operativas, desde ingeniería de fabricación hasta dirección de proyectos, como director de procesos y calidad, o director de operaciones.

En el último año (de septiembre a septiembre) ha trabajado en la sede central de la Nissan, en Yokohama, al lado de Tokio. Toda una experiencia profesional en la que también participó su esposa, Fumie, de origen japonés, con sus dos hijos, Issei y Nana. Mañana jueves hablará sobre su experiencia profesional, además de la gestión de proyectos transnacionales y multifuncionales en el país nipón, en la Escuela de Negocios IFFE, con sede en el municipio de Oleiros.

-¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en el proyecto de Nissan?

-Mi mujer, que es japonesa, había tenido una oferta de Nissan meses antes para un puesto muy interesante. Entonces, a través de un contacto en la empresa, me invitaron a participar en un proceso de selección para la unidad de vehículos comerciales ligeros. Cuando me ofrecieron el puesto para gestión de programa, lo aceptamos encantados.

-Y además, junto a su familia.

-Sí. Al aparecer la posibilidad, ni lo pensamos, y nos fuimos los cuatro a Yokohama.

-¿Qué puesto desempeñaba usted en Nissan?

-Manager de programa. Y un programa es un vehículo, en este caso la pick-up Titan.

-¿Qué tal la experiencia?

-Muy buena, y muy dura. Todo se desarrollaba en inglés, pero también hay mucho japonés. Tuve que adaptarme a los códigos de comunicación propio, que mezclan mucho inglés con japonés, y eso me llevó un par de meses. La manera de trabajar también necesita adaptación, es muy jerárquica.

-Todo debe haber sido muy sorprendente, pero, ¿hubo algún aspecto más que otro?

-Sorprende sobre todo el nivel de seguridad en las calles. La tranquilidad con la que los niños van solos a todas partes, ya sea andando, en metro o en bus. Tuvimos invitados de Galicia y el grupo de chavales pasaron en Tokio todo el día solos. Niños de 7 a 12 años.

-Una de las imágenes típicas de Japón que llega a Europa es que se trabaja mucho. ¿Es así?

-Sí, en Japón se trabaja muchísimo. Al menos en Nissan se trabaja intensamente. No hay tiempos muertos, ni para el café o para un saludo. Los japoneses, dentro de la compañía, son muy trabajadores, energéticos, totalmente enfocados en el trabajo. No están muchas más horas que aquí, pero sí mucho más intensamente. Ocurre que cuando están fuera de su jornada laboral se transforman por completo. Les gusta salir a beber, son muy agradables en la conversación y muy amables. En el trabajo los definiría como duros. Cuando estás dentro, esa amabilidad se transforma en jerarquía e inflexibilidad.

-¿Los niños se adaptaron bien en la sociedad japonesa?

-Completamente. Iban a la escuela pública y participaban en las actividades del día a día como cualquier otro niño. El hecho de haber podido vivir muy cerca de nuestra familia también fue importante para entender mejor su mentalidad y valorar su idiosincrasia.

-¿Podría regresar?

-Yo no descarto volver. Incluso echo de menos algunas cosas. Cuando has vivido allí añoras la armonía, la sensación de anonimato, la seguridad en la calle, la educación de la gente, la sensación de que todo funciona como tiene que hacerlo. La puntualidad, la limpieza, el orden... Como anécdota, mis padres vinieron a visitarme y quedaron encantados, con ánimo de repetir. He disfrutado de la experiencia de vivir en un país tan diferente, de haber aprendido algo de su idioma (sigo en ello, en la Escola de Idiomas) y sus costumbres. Y, por supuesto, de su comida.