La nieta de la emigrante Maruja que vino a Galicia para triunfar bailando con Chenoa, Bustamante y Baute

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

ARGENTINA

Jeanette, bailando en la popularmente conocida como plaza de los músicos de Pontevedra.
Jeanette, bailando en la popularmente conocida como plaza de los músicos de Pontevedra. Ramón Leiro

De pequeña, en Buenos Aires, veía «Luar» con su abuela paterna y ahora, tras venir a vivir a Pontevedra, es ella la que danza en el mítico programa. También da clases y perdió la cuenta de todos los trabajos que tiene

20 ene 2025 . Actualizado a las 15:28 h.

Maruja, de Ourense, y Carlos, de Ferrol, emigraron a Argentina ya casados en aquellos años negros de la posguerra, cuando el hambre apretaba en el estómago y empujaba a subirse a aquellos barcos llenos de tantas lágrimas como esperanza. Corría 1952 y les fue realmente bien al otro lado del charco. Ella trabajó como sastre para grandes diseñadores y él llegó a ser jefe en una bodega. Pero, como a miles de emigrantes, jamás se les pasó la morriña. Maruja, todo bondad, sentaba en su regazo a su pequeña nieta Jeanette (conocida en el ambiente artístico como Jeanu) y le hablaba maravillas del verde gallego, le pintaba bonito el frío que había pasado en su Ourense natal y la concienciaba también de lo duro que había sido el franquismo. La niña Jeanette, nacida en 1993 en la tierra de la Plata y criada con un enorme amor de sus padres y abuelos, soñaba con Galicia como si esta fuese la tierra prometida. Le encantaba que Maruja abriese su caja de recuerdos mientras veían la TVG juntas, con Luar como referente. Como la vida es siempre sorprendente, casi treinta años después de eso, Maruja debe andar anonadada por el cielo... ¡Porque ahora es su nieta, toda una bailarina profesional de 31 años, la que baila cada viernes en el mismísimo Luar al lado de artistas como Chenoa, Carlos Baute o Bustamante!

A Jeanette le gustaba brincar desde niña. Recuerda ponerse delante de la televisión para seguir los videoclips que veía y hacer sus propias coreografías. Sus padres la llevaron a clases de danza y ballet y esa pasión siguió aumentando. Cuando tenía 16 años entró en una escuela del barrio y, solo unos meses después, el profesor le dijo algo que le abrió los ojos: «Me indicó que veía algo especial en mi forma de bailar y que quería que formase parte de su compañía de danza. La verdad es que hasta ese momento nunca pensé que me podría dedicar algo así», dice con el entusiasmo de la niña maravillada con el mundo que aún lleva dentro. 

Se formó mucho, muchísimo, en distintas disciplinas. Y empezó a actuar y bailar por toda Argentina. Recorrió el país como bailarina y todo le iba relativamente bien teniendo en cuenta lo difícil que es sobrevivir en el mundo artístico. Pero a Jeanu le alcanzó el corazón algo mucho más fuerte aún que el baile, y mira que ella lleva dentro la danza. ¿Qué fue? El amor, naturalmente. Se enamoró de un chico que le dijo que su sueño era vivir en otro país, así que empezó a pensar que quizás tendría que dejar atrás Argentina. Y así pasó: «Soy aventurera, ya de muy joven me había ido de mochilera por mi país y cuando mi chico me dijo eso lo vi como una oportunidad».

Ella tenía la doble nacionalidad, española y argentina, así que en el 2021 ambos acabaron recalando en Galicia, concretamente en Pontevedra. Jeanu reconoce que se quedó de piedra al poco tiempo de llegar: «Me pareció una maravilla. Me pateé las escuelas de baile buscando trabajo y a los pocos días me estaban llamando de varias para dar clases de danza contemporánea, no podía creérmelo», enfatiza.

 La gala en Compostela

Empezó a ejercer como docente, tanto en Pontevedra como en Santiago, y era muy feliz. Pero, de cuando en vez, echaba de menos sus tiempos de bailarina, esa adrenalina que solo dan los aplausos del público. Se acordaba mucho de sus espectáculos en Buenos Aires, de bailes muy divertidos y obras muy duras, como cuando se metió de lleno en la historia de la dictadura militar para representar bailando las desapariciones de miles de jóvenes. Y un día surgió una oportunidad de reencontrarse con el escenario: «Me llamaron para bailar en Compostela, al lado de la catedral, en la gala de los 40 Principales y aquello fue impresionante. Volví a sentir esa pasión por ser bailarina que llevo dentro», señala sin reprimir las lágrimas.

Jeanu, que con el paso de los años empezó a encontrar un poco de estabilidad en Galicia pese a que aterrizó aquí en plena pandemia, decidió que siempre iba a tener sus «tesoritos». Le llama así a las clases que da de cuerpos en movimiento, una modalidad de danza contemporánea que cree que es «sanadora», y a hells, una forma de brincar sensual que busca el empoderamiento femenino, aunque también está abierta a los hombres. Se ríe al preguntarle qué numero de trabajos tiene: «No lo sé, muchos, hago muchas cosas cada día».

Dice que le llegó un regalo del cielo, quizás de su abuela Maruja, el día que la llamaron para bailar en el mítico Luar. Acude tres viernes al mes y allí danza al lado de artistas como Carlos Baute, Bustamante o Chenoa. Es imposible que elija un favorito: «Son todos maravillosos», dice. También bailó para orquestas como Tentaciones. Se siente feliz y afortunada en Galicia, donde le gustaría traer hijos al mundo —aunque no de momento, aclara—. Pero, más allá de los logros profesionales, cree que lo mejor que le pasó estos años ocurrió de puertas adentro, en su hogar de Pontevedra. Llora al hablar de que sus padres, rozando la jubilación, cerraron su casa en Argentina e hicieron las maletas para venirse a Galicia y vivir con ella y con su pareja. «Los extrañaba tanto, tenerlos aquí es como tener un pedacito de mi querida Argentina», dice. Desde que ellos están aquí su Galicia sí es mellor e mellor, como bien cantan sus compatriotras de Pimpinela.