Susana García Iglesias, la hija de desaparecidos de Antas de Ulla que no sabía odiar

martín fernández

ARGENTINA

Susana García Iglesias
Susana García Iglesias ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

En 1976, militares la buscaron, asaltaron su casa y asesinaron a sus padres

07 nov 2021 . Actualizado a las 15:44 h.

Vivió toda su vida con la carga de saber que asesinaran a sus padres por las ideas y la actividad política y social de ella. Y aún así logró sobreponerse. Lo hizo de un modo admirable, impensable: ni cerró su pensamiento ni llenó de odio su corazón. Murió el pasado sábado en Madrid. Era hija de emigrantes de Dorra (Antas de Ulla), consejera cultural de la Embajada Argentina, amante de Cangas y Vilasindre, de Galicia y Ribadeo. Dedicó su vida a los demás y a lograr que los asesinos de la Dictadura Argentina fuesen juzgados, que sus crímenes no quedaran impunes. Y lo logró. Muchos no olvidaremos nunca a Susana García Iglesias, mujer extraordinaria, entrañable ser humano.

Sus padres, Dolores del Pilar Iglesias Caputo y Ramón García Ulloa vivían en Caballito (Buenos Aires). No eran ni montoneros, ni peronistas, ni radicales, ni de izquierdas, ni de derechas. No les gustaba la política. Eran gallegos emigrantes, gente honesta y trabajadora que, con su constante esfuerzo, educaron a sus tres hijas -Susana, abogada laboralista; Mirta, psicóloga; y Silvia, estudiante- y tenían lo necesario para vivir en un hogar digno.

Susana García Iglesias con sus compañeros de la Embajada de Argentina
Susana García Iglesias con sus compañeros de la Embajada de Argentina ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

En marzo de 1976, el general Videla y sus conmilitones dieron un golpe de Estado. Ramón y Dolores, conscientes del peligro que corrían sus hijas, las convencieron para que marcharan a España. Compañeras de barrio habían sido detenidas y allí estarían seguras. Todo parecía bajo control. Pero la noche del 6 de octubre de 1976, un grupo de milicos, que buscaba a Susana, asaltó su casa, no la encontró y secuestró a sus padres. Al día siguiente, volvieron. Pero esta vez traían las llaves. Saquearon la casa, la desvalijaron: fotos, ropa, enseres, coches de la familia. Luego, obligaron a Ramón a firmar cheques y vaciaron sus ahorros. Y al poco de haberlos raptado, los asesinaron en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) por «colaborar con la subversión y tener familiares comprometidos». 

35 años sin saber de ellos

Durante 35 años, sus tres hijas no volvieron a saber nada de ellos. Hasta que en junio de 2011 consiguieron un expediente disciplinario que la Marina abrió a un integrante de un grupo de operaciones que actuaba en la ESMA. El expediente no fue porque robara sino por no entregar su pillaje en la Escuela. Así conocieron que los secuestradores eran de la ESMA y que allí asesinaran a sus padres. Fueron los cabos Néstor Tauro, José Iturri y Jorge Ocaranza al mando de Aníbal Colquoun, el jefe del grupo.

Susana García Iglesias presidió en Madrid la Fundación contra la Impunidad. Colaboró con el fiscal Castresana en su denuncia contra la dictadura argentina y con el juez Garzón en su investigación por genocidio y terrorismo de Estado. Y ella misma fue testigo y querellante en la causa. No paró hasta que los asesinos fueron a la cárcel. No logró, en cambio, saber cómo murieron sus padres, poder enterrarlos. Nunca aparecieron sus cuerpos.

Subversivos, cómplices, simpatizantes, indiferentes y tibios

Ramón García Ulloa nació en Dorra (Antas de Ulla) el 30 de agosto de 1920. Emigró con sus padres, José y Asunción, y sus hermanos, Ángel y Antonio, a la Argentina en 1934. Primero trabajó en la tintorería familiar, La Nueva España. Luego se ocupó en una panadería donde conoció a su mujer, Dolores del Pilar Iglesias Caputo, hija de un gallego y una italiana, que regentó una tienda de ropa.

En la Universidad, sus dos hijas mayores, Susana y Mirta, participaban en el movimiento estudiantil y Susana, al concluir Derecho, comenzó a defender a presos políticos y sindicalistas y moverse en grupos inspirados en Mayo del 68, la revolución cubana, el Vaticano II, el movimiento hippie… Corría 1976. Y en eso llegó el terror de la mano de Videla. El gobernador de Buenos Aires, el general Ibérico Manuel Saint Jean, explicó bien clarito en mayo de 1977 al diario inglés The Guardian hasta donde sería la represión: «Primero eliminaremos a los subversivos, después a sus cómplices, luego a sus simpatizantes y, por último, a los indiferentes y los tibios». No tuvieron piedad. Y, al no encontrar a Susana, se llevaron a sus padres y los asesinaron: eran culpables de haber concebido hijas que pensaban distinto, que rechazaban la sociedad impuesta por los militares, que recibieran valores de libertad, justicia, solidaridad…

La Dictadura hizo desaparecer, entre 1976 y 1983, a 30.000 personas, 700 españoles y 30 gallegos. Susana García Iglesias, la joven abogada que defendía a presos y sindicalistas en los 70, encabezó desde España la lucha por investigar la desaparición, el genocidio, los crímenes de lesa humanidad en Argentina. La lucha por mantener vivo el reclamo de la justicia, por conocer la verdad. Lo hizo a través de Hijos -Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio-, de asociaciones de derechos humanos, de la Fundación Contra la Impunidad que presidió.

Su vida y su obra no fueron en vano. Su memoria tampoco la llevará el viento ni la borrará el olvido…

Cuatro jóvenes de Monterroso, A Fonsagrada, Monforte y Chantada también fueron asesinados

Los investigadores Mónica Lázaro y Pérez Leira destacan en su Gallegos víctimas del genocidio argentino que, además de los padres de Susana, otros lucenses fueron desaparecidos por grupos militares o paramilitares. Uno de ellos fue Manuel Gómez Aguirre (Monterroso 1924), hijo de Francisco Gómez Martínez y de Isidra Lorenza Aguirre. El padre marchó a la Argentina en el año 1927 y dejó en Galicia a su mujer con sus cinco hijos. Veinte años después, en 1948, los reclamó. Manuel se casó con Concepción García López, de As Nogais y en los 60 se empleó en La Cantábrica, firma metalúrgica que tenía 8.500 trabajadores. Era sindicalista y el 14 de mayo de 1977 un grupo militar lo secuestró y desapareció para siempre. 

Más nombres propios

Otro fue Urbano López Fernández (Cancelas-A Fonsagrada, 1948). hijo de José López Villar, de Santalla de Oscos, y de Rosario Fernández, de Logares (A Fonsagrada). Al morir su padre, su madre y él emigraron a Argentina donde ella se casó de nuevo con Balbino, un hermano de su marido fallecido. Urbano estudió Derecho, se empleó como auditor y se casó con Carmen Luppo, arquitecta. Ambos militaban en las Juventudes Peronistas. Tenía 28 años cuando se lo llevaron un 16 de diciembre de 1976.

El monfortino Isidoro Ferreiro Barbeito (1951) era militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Tenía 23 años y fue detenido y asesinado por un comando del Ejército en junio de 1975. Finalmente, Mateo González Capón (San Salvador de Asma-Chantada 1942), hijo de Jesús y de Dolores, era delegado sindical de Safran Peugeot cuando fue secuestrado en julio de 1976. Tenía 34 años y nunca apareció.