«A viaxe», música para navegar un océano de tiempo entre Argentina y Galicia

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

ARGENTINA

Martina Miser

Carlos Blanco, João Afonso, Rosa Leiro, Carlos García Amigo, el grupo coral Cantata y Julia Zenko acompañan al pianista Juan Carlos Cambas en la presentación en Vilagarcía de su proyecto intercultural

08 oct 2021 . Actualizado a las 14:33 h.

«Fíjate que una persona que nace en África tiene una esperanza de vida de cuarenta años; allá sabés el futuro que les espera a los nenes que estás viendo. Si naces en Europa es como el lugar correcto del mundo, lo cambia todo». No hay, en el caso de Juan Carlos Cambas, una orilla correcta y otra equivocada. Las dos, Argentina y Galicia, lo son y no lo son. Dos patrias, dos tiempos, dos mundos unidos y separados por el mar, una historia de emigración que, a diferencia del olvido que cayó, cae y seguirá cayendo sobre la de tantos millones de personas que se descalzan de sus raíces para vestir las botas de un futuro lejos, el pianista afincado en Vilagarcía de Arousa puede relatar con su música.

A viaxe, dende Arxentina ata Galicia es la banda sonora y sentimental de ese encuentro desencadenado por el desarraigo de sus padres, Pilar y Juan, y su fusión en el crisol de razas que son Argentina y Buenos Aires, y tan bien ha pensado el historiador Ruy Farías. También del movimiento de retorno que precipitaron los sinvergüenzas de siempre, los que en el 2001 sumieron a la riquísima nación austral en una crisis brutal de miseria y desesperanza. Mucho más que un simple disco, lo que Juan Carlos presentará el sábado en el auditorio municipal de Vilagarcía —a las ocho de la tarde, con entrada gratuita hasta que se complete el aforo— es la arquitectura musical de una biografía intercultural compartida en 18 temas.

Sobre el escenario acompañarán al pianista Carlos Blanco, João Afonso, Rosa Leiro, Carlos García Amigo y el grupo coral Cantata. Pero si una presencia tendrá un significado especial para él es la de Julia Zenko, una de las mejores voces argentinas, de la que Juan Carlos se confiesa seguidor desde «que era chiquito, más chiquito todavía, y los conocí a los dos, con su madre, hace muchos años, en una de mis presentaciones», recuerda entre risas la intérprete. El proyecto de A Viaxe suma diez años de gestación «desde la idea en soledad» hasta su plasmación en una verdadera caja de viaje repleta de detalles, que incluyen la historia de cada una de las 18 canciones sobre una copia exacta del pasaporte con el que Pilar zarpó del puerto de Vigo en 1954, y la única salvedad de un mapa que ocupa el lugar del sombrío sello franquista que padece el original.

«El barco» como símbolo

A un ritmo tenaz, Juan Carlos fue invitando a lo largo de tanto tiempo a veinte artistas argentinos, ocho gallegos y dos portugueses, que junto a la colaboración especial de Silvio Rodríguez han hecho emerger un trabajo que se diría imposible por excesivo. No sonarán en el auditorio los 18 temas que componen esta primera entrega. Pero sí lo hará el que tal vez mejor resuma el espíritu de este viaje oceánico y ha servido como excusa para que Julia Zenko regrese a la Galicia que conoció en el 2015 de la mano del pianista, en un momento personal complicado. Ella misma, cuya propia biografía familiar encuentra una parte de sus raíces en Polonia, entiende perfectamente lo que su amigo quiere decir con este disco y esta canción. Se trata de El barco.

«Un día Juan me llama y me dice que hay una canción de Raúl Carnota y Poppi Spatocco que yo había cantado en un programa de televisión pero estaba inédita. A mí, que siempre elijo con cuidado las canciones que canto, me encantó y me conmovió. Está grabada con mucho nivel y mucha sensibilidad, como todo el disco», indica Julia. «Es muy difícil de cantar y de tocar, y ella era la persona indicada», conviene Juan Carlos, que contó con la Orquestra de la Universidade de Santiago y el violonchelo de Carlos García. En un barco así se navegaba el océano, en un tiempo en el que «los pasajeros de tercera clase solo podían salir una hora al día a cubierta» para sentir que la vida no se había achicado a una bodega. El barco es, definitivamente, el símbolo.