Las historias de vida y emigración de los hermanos Domínguez Trillo, fisterráns

luis lamela

ARGENTINA

GALERÍA DE EMIGRANTES | Amable, Herminia, Josefa, Nazario, Salustiano... estos fueron sus destinos y vivencias

03 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En el 1930 las mujeres representaban el 40 % de la inmigración procedente de Galicia, y a pesar del destacado volumen, ellas son las grandes olvidadas. Las procedentes de la Costa da Morte trabajaron en Argentina de sirvientas, de cocineras, de cuidadoras de niños, de costureras, de planchadoras, en las fábricas... O como amas de casa cuidando a los hijos. La fisterrana Amable Domínguez Trillo fue de las que hablan las estadísticas. Nacida en la villa del Santo Cristo en el 1900, emigró para el país del Plata, precisamente en aquella misma década de los años treinta. Y al igual que ella, emigraron sus hermanas Herminia y Josefa; y Nazario y Salustiano. De Amable sabemos que estuvo casada, pero ignoramos el nombre del esposo, aunque sabemos que el matrimonio dejó cinco hijos, la semilla que enraizó, y se retroalimenta actualmente, en el país austral. Como la gran mayoría de fisterráns emigrados en la República Argentina, esta familia seguramente residió en Avellaneda, la segunda geografía humana de Fisterra en el mundo. Amable Domínguez Trillo (en la imagen superior, publicada en la revista Finisterre) falleció en 1975.

Por su parte, mientras Herminia llegó a la Argentina en los últimos meses de 1927, su hermana Josefa arribó con 31 años a Buenos Aires el 20 de enero de 1933, soltera y con intención de trabajar de sirvienta.

Nazario Domínguez Trillo (segunda imagen, de pie, a la derecha, en el lavadero del Xurixano-Fisterra), nacido en la villa del Cabo en 1898, fue el primero de la familia que emigró para la Argentina para trabajar en la Marina Mercante, atracando su barco con frecuencia en el puerto de Brooklyn (EE.UU). En 1926 acogió, junto con su hermano Salustiano, a su madre, Ángela Trillo, que llegó a Buenos Aires en el vapor Madrid. Algunos años más tarde, en una de las arribadas del vapor en el que Nazario era tripulante, se quedó en tierra en EE.UU. empleándose en diversas tareas; la última, en la construcción de ferrocarriles. En 1962 regresó a Fisterra para pasar los últimos días de su vida al lado de su esposa e hijo, Inocente. Nazario falleció al año siguiente de su llegada, en 1963, a los 65 de edad.