Pepita Cruz, de Fisterra a Comodoro Rivadavia

luis lamela

ARGENTINA

CEDIDA POR LUIS LAMELA

Crónicas de la emigración | Pepita es una tantas fisterranas que, habiendo emigrado de niña, no regresaron nunca a su tierra

14 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«El terruño se despuebla. Emigran los hombres jóvenes a bandadas, por legiones, en éxodo constante y abrumador; emigran las mujeres en plena adolescencia y en plena madurez; emigran los niños...», denunciaba en 1924 el semanario Región Gallega, fundado por Pepe Miñones en A Coruña. Y, sí, fueron miles y miles los gallegos que a finales del siglo XIX y principios XX, en un éxodo continuado cogieron el incierto camino para América y dejaron atrás para siempre el territorio que les vio nacer. En muchos casos familias enteras que no dejaron tras de sí afectos ni cariños, ni patrimonio material -o, si lo tenían, quedaba empeñado con préstamos que muchas veces no pudieron devolver-; ni, consiguientemente, ningún acicate para regresar.

Una de esas niñas que emigraron fue Josefa Pepita Cruz Anseán, nacida en Fisterra. Desde Vigo, Pepita Cruz emigró en 1913 para la Argentina y residió allí en la población existente en los campos petrolíferos del Kilómetro 27, de la línea férrea del Estado de Comodoro Rivadavia a Colonia Sarmiento. En esas tierras de su destino se casó en 1929 con Gerardo van Worabrryk van Down, un emigrante también, pero de origen holandés que le acompañó durante toda su vida, formando una familia. La imagen que aparece en esta reseña biográfica fue publicada en la revista Finisterre, de la Asociación Finisterre en América, correspondiente a los meses de octubre-noviembre de 1927, y refleja el siguiente pie de foto: «Unha fisterrana con traxe de festa bergantiñana Ard’ó eixe -Non abrades tanto a boca- Estadebos por ahí que xa vos chamarei».

Pepita Cruz Anseán es, pues, una de las numerosas fisterranas que emigrando niña no regresaron nunca a su tierra; una de las muchas mujeres que rompieron la relación física con su pueblo y la Costa da Morte, pero no la afectiva.