La historia de Ricardo Durán: Argentina, con 11 años, desde Cee

Luis Lamela CRÓNICAS DE LA EMIGRACIÓN

ARGENTINA

CEDIDA POR LUIS LAMELA

GALERÍA DE EMIGRANTES | Ricardo Durán, de Cantorna (A Pereiriña)

01 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Estas breves reseñas biográficas de emigrantes, son, en su gran mayoría, historias de gente común concebidas unas veces con grandes pinceladas y otras ofrecidas en miniatura, dependiendo de los surcos que han dejado -y que hemos podido localizar- en su caminar entre dos mundos: el que dejaron atrás, este Fisterra gallego, y el mundo que escogieron para crecer como personas y vivir el resto de sus vidas.

Ricardo Durán (en la imagen, muy borrosa y oscura, pero de cierto valor documental) nació en el núcleo de Cantorna (parroquia de A Pereiriña), en el municipio de Cee, y con 11 años acompañó a su padre, Manuel Durán, para la emigración en la Argentina.

El progenitor tenía entonces 33 años y había trabajado en la villa de A Xunqueira como dependiente de comercio. Y, los dos -y seguramente también la esposa y madre-, embarcaron en Vigo en 1892 en el vapor Magdalena para llegar a Buenos Aires el 3 de mayo.

El resto de su historia es la historia de cualquiera de los emigrantes que con él coincidieron en el tiempo en la diáspora americana, en lo mejor, o, también, en lo peor; historias que fueron suprimidas de la memoria colectiva en esta su tierra de origen. Por ello, no hemos podido reconstruir espacios y atmósferas vividas por la familia Durán en la emigración; lo que sabemos es que, con el devenir del tiempo y desde mediados de 1925, Ricardo Durán figuró como socio de la ABC del Partido Judicial de Corcubión en Buenos Aires, lo mismo que su padre, una evidencia de que pudo hacerse un lugar entre sus convecinos migrantes.

Un final prematuro

Poco tiempo después, en el mes de julio del año siguiente, en 1926 Ricardo Durán falleció a los 45 años, de los que 34 los vivió pisando tierras en la difícil emigración de ultramar. Resumiendo: una historia encapsulada, quizás de desarraigo, o de nostalgia, con un final en todo caso prematuro.