Dos humanistas que siempre vuelven a Galicia

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

AMÉRICA

MARTINA MISER

Yolanda Josefina Rey Junquera-Huergo y Prometeo Madarnás Nebot, matrimonio procedente de Canadá, legaron a la Diputación y al Concello de Cambados diverso material relacionado con la casa de Sotomayor

03 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Por qué un alicantino y una ovetense asentados en Canadá que han viajado por medio mundo se acercan a Cambados a donar parte de su patrimonio familiar? Hay varias razones. «Por que nos encanta Galicia», dicen; porque sus raíces están aquí y porque no quieren que sus libros, vajillas y demás caigan en el olvido. En la medida de sus posibilidades, Yolanda Rey y Prometeo Madarnás están ejerciendo de mecenas de la historia y del arte gallegos dejando en esta tierra una parte del legado que les ha tocado en herencia.

Hace unos meses donaron a la Diputación de Pontevedra la Carta real de hidalguía otorgada por Felipe V a sus antepasados en el siglo XVIII y un crucifijo del siglo XVII procedente de la capilla de López-Sotomayor. Y es que la rama familiar de Yolanda Rey tiene su abolengo. La mujer también ha donado parte del mobiliario que en su día fuera del castillo de Soutomaior y Prometeo, por su parte, está en gestiones con el Arzobispado de Santiago para cederle una meritoria enciclopedia católica.

En Cambados también han dejado su impronta. Ayer estuvieron en el Concello para firmar con la alcaldesa el convenio que regula la cesión de varias piezas de vajilla para ser expuestas en el Museo do Viño. Son de origen inglés, están hechas en cobre de lustroso plateado y labradas con motivos relacionados con la cultura del vino, lo cual le confiere una gran singularidad. Hicieron entrega de una primera remesa de seis fuentes y platos y el año próximo harán lo propio con una segunda, en la que incorporarán salseras, botelleros y otros elementos de uso y decoración en las mesas más aristocráticas. «Estos objetos corresponden a una época y a una escala social que ya no están. El apoyo a la belleza ha desaparecido, estamos en la época de Ikea. Pero yo opino que todo tiene su renacimiento, y conservar este tipo de cosas puede servir para recordar el pasado, porque todo vuelve», señala Madarnás.

Un apellido que pesa

Tanto la alcaldesa, Fátima Abal, como el concejal de Cultura, Víctor Caamaño, tuvieron palabras de agradecimiento para el matrimonio y les hicieron entrega de la Folla de Prata de la Festa do Albariño, a mayores de otros obsequios en forma de libros sobre Cambados, el himno gallego, Cabanillas y Asorey. «Si antes quería a los gallegos, ahora los quiero más», señaló una agradecida Yolanda. ¿De dónde surge ese amor?, preguntamos. «Soy una Sotomayor», sentencia, y Prometeo presume de sus raíces ourensanas, porque su familia tenía viñedos en la aldea de Astariz, que acabaron sepultados por un pantano. Para el matrimonio fue su segunda vez a Cambados y la alcaldesa se encargó, personalmente, de que no se marcharan sin hacer una visita guiada a las ruinas de Santa Mariña, que tanto les encandilaron en un primer vistazo. «No hay muchas construcciones como esta», reflexionaba el hombre mientras hojeaba la acuarela de Eduardo Baamonde. Y algo de mundo tiene para emitir este tipo de juicios.

La pareja ha decidido dedicar la última etapa de su vida a viajar. En su discurso tan pronto cabe Mongolia, «que tiene una geología que me recuerda mucho a la de Galicia», como la isla de Delos, en Grecia, donde nació Apolo y donde se guardó la primera constitución democrática ateniense, relata Yolanda. Todavía se estremece al pensar en qué ha quedado convertida la esplendorosa Palmira y se lamenta de la pérdida de otras joyas arquitectónicas que han sucumbido por las guerras y al fanatismo. Por eso les sorprende gratamente que Cambados haya logrado conservar su pasado en piedra. «Tienen ustedes una gran sensibilidad. Quien no tiene pasado, no tiene futuro», señalaron ante las autoridades locales.

Lo próximo, Cuba

Su próximo destino será Cuba y, a partir de ahí, hasta donde el cuerpo aguante. «La jubilación es como una segunda juventud, aunque ya no tienes las mismas energías», matiza la mujer, aunque a ella, visto lo visto, de momento no le faltan.

Sus viajes no siempre obedecieron a cuestiones de ocio. Por razones profesionales han vivido en Estados Unidos, Francia, Suiza y Canadá, donde están sus dos hijos. La culpa fue de aquel premio extraordinario de Medicina que obtuvo Prometeo con poco más de veinte años, casi por casualidad, porque él no se quería presentar, que le llevó a América para seguir estudiando. Iba a ser solo por un año, y allí se quedó.

Media hora de conversación son suficientes para atisbar que se trata de personas con inquietudes y formación humanísticas. Él, médico y catedrático en Oncología, ella, licenciada en Filosofía, están preocupados por la deriva que están tomando los valores relacionados con la democracia y la cultura y creen que la servidumbre que la sociedad dispensa a la tecnología acabará pasándole factura. «Nadie quiere los libros porque todo está digitalizado, pero ¿qué pasará si algún día fallan los satélites de allá arriba? Estamos entrando en la barbarie», reflexiona el alicantino.

¿Qué le piden al futuro?. «Poder seguir viajando por el mundo y velar por lo que se pueda hacer por nuestros nietos».