Gallegos en Ecuador: «Duró tanto que nos dio tiempo a pensar»

María cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

AMÉRICA

Gladys Vázquez

Miembros de la colonia gallega en Ecuador, país muy vinculado a Galicia por la Universidade de Santiago, afirman que las carreteras quedaron como «se as tivera cortado unha motoserra»

19 abr 2016 . Actualizado a las 15:22 h.

El sábado por la tarde, Carlota y Laia iban en coche con una amiga ecuatoriana y otros españoles. La primera es de Lugo y trabaja en Guayaquil en una empresa vasca de camarón. La segunda de Pontevedra. Da clase en esa misma capital. Su vehículo comenzó a moverse hacia los lados. No sabían qué ocurría. Creyeron que era una avería mecánica, pero cuando dos de sus compañeros bajaron a mirar, observaron cómo parecían estar surfeando sobre el terreno. «Uno de ellos comenzó a gritar 'es un terremoto, es un terremoto'», relata Laia. Y Carlota recuerda cómo comenzaron a moverse las farolas, los cables del tendido eléctrico... «Empecé a ponerme nerviosa, el temblor duró mucho. Nos dio tiempo a pensar qué hacemos, pero a dónde vamos», dice Carlota.

No es extraño que haya temblores en Guayaquil, pero el del sábado fue distinto. «En los diez meses que llevo residiendo aquí he vivido tres, pero pequeños como los que hubo hace años en Lugo, pero este fue diferente», recuerda Carlota.

Tras el temblor empezó otro movimiento, el de las ambulancias corriendo de aquí para allá. La luz se fue durante unas dos horas en la ciudad y hubo quien aprovechó la tragedia. «Hubo saqueos, pero también hubo mucha solidaridad», comenta Laia. Lo cuenta el lunes por la tarde (hora española) a través de mensajes de WhatsApp, el medio con el que Carlota comunicó a su familia que no le había ocurrido nada.

Horas después del temblor Laia habla de la mala coordinación que hay entre la oficina que concede los visados de estancia y el consulado español. «Hay gente en el consulado que trabaja bien, pero no hay una buena gestión. Hay muy poco personal. Para registrarte hay una página web en la que con suerte dan vez para tres meses después. Ahora han habilitado los jueves, en que no hace falta cita, lo que no arregla nada porque muchas veces no puedes acudir por trabajo», dice Laia. Y Carlota añade que «no nos han llamado del consulado», al menos de momento.

En Ecuador en estos momentos, según los datos que maneja Exteriores hay 31.374 españoles en la zona de la capital y otros 24.607 en la de Guayaquil. A unas dos horas de viaje en autobús de Quito, en Ibarra, estaba el sábado por la tarde Paulo López. Es de Betanzos, pero hace un tiempo cogió la maleta para trasladarse a esa ciudad y dar clase de Derecho de la Información y Dirección de Empresa Informativa en la Pontificia Universidad Católica de Ibarra. No es el único gallego que ha puesto al frente del aula. Su colega Julia Fontenla también es profesora en la misma facultad. «Estaba con otra amiga gallega en Quito en un centro comercial», dice.

Desde hace unos años resulta frecuente el intercambio de profesores entre la Facultad de Periodismo de Santiago y algunos centros académicos del país.

Ese vínculo ha hecho que la tragedia se vea más cerca en Galicia. El epicentro del terremoto cogió a Paulo lejos, a más de 200 kilómetros, pero pudo notar su efecto perfectamente. «Primeiro pensei que era un camión, logo xa me din conta de que era un tremor. De feito, dinme conta de que era bastante grande», recuerda a través del teléfono. Primero se refugió bajo una puerta, allí esperó a que la tierra dejara de temblar y salió a la calle cubriéndose la cabeza. Su casa está justo en la avenida del Retorno, la calle por la que los supervivientes del seísmo de 1868 regresaron a sus casas destruidas. No esperó solo en la calle. «Despois do tremor os galegos e outros españois quedamos nun bar para ver que todos estabamos ben», recuerda.

Casas destruidas

El que vio de cerca la destrucción fue el misionero ourensano Manuel Rodicio. Aunque estaba en Jipijapa, vive en Manta, donde, como dice, «non hai grupo de casas onde unha, polo menos, non fose ao chan. Noutra sabemos que hai nenos dentro».

En Portoviejo dicen lo mismo. Sin embargo en Pedernales y Cojimíes es peor. Muertos. Destrucción. Sin luz. Sin agua. Con un poco de Internet en un smartphone que les abre a la información y al mundo. «As carreteiras quedaron como se as tivera cortado unha motoserra. Os postes da luz, polo chan», añade. En Jipijapa, relata que hubo muchos destrozos, pero no se informó de muertos. «Xentiña humilde perdeu a casa», se lamenta.

Información elaborada con la colaboración de las delegaciones de Ourense, Santiago, Lugo y Carballo.