Los Sisto y su Fin de Siglo

ð£ Fernando Salgado

AMÉRICA

El Corte Inglés y Galerías Preciados nacieron como copias, casi exactas, de dos grandes almacenes que competían a brazo partido en La Habana antes de que Fidel Castro los confiscara: El Encanto y Fin de Siglo

29 sep 2014 . Actualizado a las 08:32 h.

En 1897, vísperas del desastre colonial, tres jóvenes hermanos gallegos fundan en La Habana el establecimiento Bazar Fin de Siglo. Han llegado a Cuba escalonadamente, siguiendo la estela de su padre, y la fortuna comienza a sonreírles. El mayor, Antonio Sisto Vázquez, de 28 años de edad, ha logrado introducirse en el negocio de la exportación de tabaco. Juan, cuatro años más joven, se dedica a la actividad marítima: al igual que su padre, comenzó transportando mercancías y pasajeros en pequeñas embarcaciones de remo o de vela -los guadaños- que surcaban la bahía habanera y acabó convertido en importante armador, propietario de una flota de pesqueros -los viveros que faenaban en el Golfo de México- y de buques remolcadores. Completaba el trío Manuel, que solo tenía 17 años a la sazón.

Ahora, en las postrimerías del siglo, intuyen una oportunidad de negocio en el ramo comercial. Reúnen sus primeros ahorros y, junto con algunos socios, constituyen la sociedad García, Sisto y Compañía. Y fundan el Bazar Fin de Siglo, embrión de uno de los dos grandes almacenes emblemáticos de La Habana -el otro, El Encanto, lo pusieron en marcha tres asturianos un año después - durante la primera mitad de la pasada centuria.

Los tres hermanos, que apenas cuentan con formación escolar, toman aún otra decisión trascendente. Necesitan una persona de confianza que gestione el negocio y transforme el modesto bazar en un gran almacén. La buscan en su hogar de O Seixo. Allí, en una casucha arrendada, adosada a la poderosa casa de Outeiro, habitan su madre Filomena y sus hermanos Natalia y Joaquín. Será este, el benjamín de la familia, con solo nueve años de edad, el elegido. Sus hermanos lo reclaman, le costean los estudios de Comercio en La Habana y Joaquín Sisto Vázquez se convertirá, durante el primer tercio del siglo pasado, en timonel y principal accionista de Fin de Siglo.

NUEVO MODELO COMERCIAL

Esta historia, basada en el testimonio de Pedro Dopico -sobrino-nieto de los cuatro hermanos- y en las investigaciones de Jorge Gómez, precisa una mínima contextualización. Los grandes almacenes cubanos introducen en el mundo hispánico un nuevo modelo comercial, cuyo origen se remonta al parisino Le Bon Marché y se propaga, a través de Nueva York, a la isla del Caribe. El Corte Inglés no es sino un calco de aquellos establecimientos. Incluso la arquitectura, la organización, la publicidad o la tipografía utilizadas por el gigante español recuerdan a las de Fin de Siglo. La «tienda por departamentos» regentada por Joaquín Sisto ocupaba cinco plantas, con entrada por tres calles céntricas de la capital cubana, y disponía de aire acondicionado, escaleras mecánicas y amplios ascensores. La firma, presumía en los anuncios, se situaba «en la vanguardia del comercio habanero» y marcaba «pautas de organización, de gusto y de refinamiento modernos». Abarcaba casi todas las parcelas del comercio minorista: ropa de confección, joyería y platería, juguetería, librería, loza y vidrio, peletería, perfumería, quincalla...

CAÑONEROS E INTERESADOS

Tanto El Encanto como Fin de Siglo innovaron las relaciones laborales con la creación de dos curiosas categorías de empleado: el cañonero y el interesado. El cañonero ocupaba el último puesto del escalafón: era el encargado de limpiar el establecimiento, colocar la mercancía y hacer recados. Solo disponía de una tarde libre al mes, pero debía salir pitando, como un cañón -de ahí el apelativo-, en cuanto se le encomendase alguna tarea.

Peldaño a peldaño, por antigüedad, dedicación y afinidad con la política del negocio, el aprendiz podía ascender hasta convertirse en interesado. Este gozaba de una remuneración anual adicional, que la empresa le custodiaba hasta que el empleado la reclamaba para un gasto extraordinario o porque dejaba la compañía. Algo parecido a un plan de pensiones dirigido a los empleados más eficientes.

Este sistema de incentivos, sumamente rentable para las empresas, también les ocasionó puntualmente serios quebrantos. Cuando César González, el fundador de El Corte Inglés, abandonó El Encanto, su finiquito hizo tambalear la tesorería de la firma. Fue también esta, indirectamente, la causa de que Joaquín Sisto perdiera en 1933 la mayoría y el control de Fin de Siglo.

LA CRISIS DE 1933

La Gran Depresión desatada tras el crac del 29 azotó con inusitada violencia la economía cubana. La cotización del azúcar se desplomó, las exportaciones menguaron, el paro se multiplicó y los salarios se contrajeron. La drástica caída del poder adquisitivo, con un 60 % de los cubanos sumidos en la miseria, redujo la clientela y colocó en un brete a los grandes almacenes. Pero la puntilla se la puso la ley de nacionalización del trabajo, promulgada en noviembre de 1933 por el gobierno de Grau San Martín, que obligaba a las empresas a ceder la mitad de sus puestos de trabajo, como mínimo, a obreros nativos. La llamada ley del 50 % cayó como una bomba en Fin de Siglo: casi toda su plantilla estaba integrada por gallegos. Sustituirlos y abonarles todas las gratificaciones acumuladas durante años supuso descapitalizar la compañía y colocarla al borde del abismo.

Joaquín Sisto necesitaba una fuerte inyección de capital para evitar el cierre. Y al rescate acudió Amado Grabiel Lavín, un pestigioso médico cubano, hijo de austríacos, quien a partir de ese momento se convierte en accionista mayoritario y gerente de los grandes almacenes. Los Sisto -especialmente Joaquín y su esposa, Julia Ramos Mantilla- pierden el timón, pero conservan una participación en la sociedad, ahora rebautizada como Grabiel, Sisto y Compañía.

Fin de Siglo, ya sin gallegos en la cabina de mando, prosiguió su travesía hasta la revolución castrista. Pero de la muerte del emblemático establecimiento, y la suerte que corrieron los Sisto, nos ocuparemos la semana próxima.

Los cuatro hermanos Sisto Vázquez, fotografiados en La Habana. El más joven, Joaquín, regentó los grandes almacenes Fin de Siglo | Cedida por Pedro Dopico

Edificio del establecimiento Fin de Siglo, en años recientes | archivo