Gallegos en Alemania: «Los Gobiernos deberían haber tenido la valentía de obligar a la gente a vacunarse»

ALEMANIA

A la izquierda, Alba Diéguez. En el centro, Pedro Bermúdez (arriba) y Carmen Fraga (abajo), y a la derecha, Amable Rivas.
A la izquierda, Alba Diéguez. En el centro, Pedro Bermúdez (arriba) y Carmen Fraga (abajo), y a la derecha, Amable Rivas.

Coinciden que el confinamiento estricto de España y la cantidad de víctimas que dejó la primera ola de la pandemia imprimió aquí un respeto al virus que nunca se ha notado en Alemania. ¿Por qué es tan baja su tasa de vacunación? «Priorizan sus derechos individuales frente a la responsabilidad con respecto a la sociedad», sentencian

16 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Es una cuestión de salud pública, los Gobiernos deberían haber tenido la valentía de obligar a la gente a vacunarse», defiende, convencido, Amable Rivas (Ferrol, 1982). En su contundencia se adivina cierta deformación profesional: el gallego, afincado en Münster desde hace cuatro años, es biólogo y lleva tiempo centrado en la virología. «El daño que está causando la pandemia a nivel económico, sanitario y social es tan grave que no se puede permitir a la gente decidir si quiere vacunarse o no; pero claro, políticamente esto no es correcto», admite.

Sobre esa obstinación tan alemana en hacer lo que uno quiere, mirándose el ombligo, y no lo que manda el Gobierno o lo que es mejor para todos habla también Alba Diéguez (Rodeiro, 1986), que llegó a Alemania hace 12 años y vive a caballo entre Dortmund y Magdeburgo. «Cada semana me hago 500 kilómetros en tren y, aunque aquí la mascarilla en ningún momento dejó de ser obligatoria en lugares cerrados, los revisores tienen que llamar la atención a los pasajeros día sí, día también, cada dos por tres, porque hacen lo que les da la gana», cuenta al otro lado del teléfono. Explica por qué: «Los alemanes priorizan sus derechos individuales frente a la responsabilidad con respecto a la sociedad, y eso, también, es lo está tras la tasa tan baja de vacunación». «Aquí conozco a cuatro personas que no están vacunadas y en España no conozco a nadie», pone como ejemplo.

Recuerda la pontevedresa que en Alemania nunca hubo un cierre total como sí se decretó en España, y vuelve al mismo argumento: «Es algo que los alemanes directamente no aceptarían, las libertades individuales aquí pesan mucho, ningún Gobierno se ha atrevido hasta el momento imponer restricciones tan duras», zanja. Rivas hace referencia también al confinamiento estricto que vivió España durante la primavera del 2020. «Hizo que la gente se tomase la situación más en serio, aquí se recomendaba que no se viajase por ocio, pero no hubo una limitación de movimientos como tal», comenta. «No hay el miedo al coronavirus que sí hay en España -agrega Diéguez-, porque nunca vivieron lo que se vivió allí». Asegura conocer esa sensación por lo que le contaban sus padres, por lo que percibía al hablar con su familia. «Se le cogió mucho miedo por la cantidad de muertes que hubo y por el encierro duro». 

Esto es algo en lo que coinciden todos los gallegos residentes en Alemania consultados por La Voz, en que la percepción de la dimensión de la pandemia no es allí, ni de lejos, la misma que aquí. «La gente se lo toma como, bueno, si enfermo, me quedo en casa un tiempo, y vacaciones forzadas», dice Pedro Bermúdez (A Coruña, 1979), profesor en Berlín desde hace ocho años. Reconoce tener amigos sin vacunar. «Ellos confían en su sistema inmunológico...», los excusa, pero ¿les obligaría a pincharse? «No veo bien quitarle a alguien la libertad de elegir, pero entiendo que es injusto que los vacunados tengan que cumplir restricciones si hay gente que no se vacuna porque no quiere».

Aunque Carmen Fraga (Boimorto, 1985) también conforma la ausencia de miedo, dice que sí se nota que con estas cifras (récord de casos en toda la pandemia) la gente está más atenta, más alerta. «Aquí tenemos una app instalada en el móvil a la que nos llegan avisos si hemos estado en contacto con gente y, la verdad, es que en estas últimas dos semanas, tanto yo como la mayor parte de mis contactos, hemos recibido varios -menciona-. Y las carpas en las que se hacen las pruebas, en las que ya casi no se veía gente, vuelven a estar bastante llenas. Fui hace dos semanas y había colas de 45 minutos mínimo para hacerme un test».

Fraga lleva siete años en Múnich y trabaja en una startup. Ella sí rompe una lanza a favor de la cultura alemana y su manera de encarar la epidemia del coronavirus: «No tenemos que ir a la oficina de manera obligatoria; de hecho, desde el principio ya trabajamos desde casa y ahora tenemos solo un día de oficina, que ni siquiera es obligatorio, es recomendable, podemos teletrabajar -detalla-. Son bastante flexibles con el tema de trabajar desde casa; si estás preocupado, en los trabajos no te ponen pegas. La sensación que tengo es que es más fácil quedarte en casa que en otros países». 

Admite que si algo le agobia especialmente es contagiarse y no enterarse, y volver a casa, en Navidades, infectada. «Estoy intentando ser más cuidadosa, casi no estoy yendo a la oficina, para estar más tranquila y poder volver a Galicia en vacaciones».