Rebeca Atencia, directora del Instituto Jane Goodall en el Congo: «Un chimpancé puede hacerte "bullying"»

AFRICA

Esta veterinaria gallega descubrió su pasión por curar animales en los bosques de Serantes, en Ferrol. Hace años que dirige esta prestigiosa institución que rehabilita primates. La famosa etóloga británica vio en Rebeca la misma pasión que ella sentía de joven y le ofreció el puesto

09 may 2023 . Actualizado a las 15:33 h.

No resulta muy difícil imaginarse a Rebeca Atencia (Ferrol, 1977) de niña, jugando en los bosques de Serantes y fascinada por la labor de Jaime, el guardabosques que fue capaz de salvar a muchas crías de un terrible incendio cuando ella era pequeña. Ahí nació la vocación de esta veterinaria por salvar a los animales, aunque su labor más importante llegó años más tarde, al poder rehabilitar chimpancés en África y reintroducirlos en la selva. Hace años que dirige el Instituto Jane Goodall en el Congo. La prestigiosa etóloga británica vio en Rebeca la misma pasión que tenía ella de joven y le ofreció el puesto. Podría decirse que es la Jane Goodall gallega, aunque a la de Serantes le ruborice la comparación.

—¿Ha vuelto a ese bosque en el que jugaba de niña?

—Cada vez que voy a Galicia, siempre voy a Serantes. Voy a la casa donde vivíamos y la miro desde lejos porque ahora es de otra gente. Me intento meter en la zona donde me crie. Me trae muchos recuerdos.

—¿Le costó acostumbrarse al cemento de Madrid?

—Vivo a las afueras. No podría vivir en la ciudad. Es una casa en el campo, hay una reserva detrás y mis hijos están todo el día fuera. Ellos tampoco podrían estar en la ciudad. Cuando mis padres me trajeron a Madrid, con 18 años, recuerdo que me vine escuchando Adiós ríos, adiós fontes, en forma de canción. Y lloraba y lloraba. Pero cada zona tiene su belleza y Madrid tiene zonas muy bonitas.

—¿Vive a caballo entre Madrid y el Congo?

—Sí. Cuando estoy en España a veces también me voy a Galicia o a Málaga.

—¿Se ha llevado alguna vez a sus hijos a África?

—Ellos estuvieron hasta los 7 años en el Congo. Ahora tienen 12. Me los traje porque África es muy bonita, pero estaban muy aislados. Y cuando los traía en verano, cada vez apreciaba más el contraste.

—¿En qué sentido?

—Ellos estaban acostumbrados a estar los dos solos. Pero cuando llegaban aquí, se quedaban sentados mirando a los niños jugar como si fuese una atracción. Entonces, vi que tenía que traerlos para que se relacionaran.

—¿Qué fue lo que más les sorprendió de España?

—Se ilusionaban mucho con cosas muy básicas, como la llegada del otoño, porque en el Congo solo hay la estación seca y la de lluvias. Y tampoco nunca habían visto el granizo. Recuerdo que Carel, uno de mis hijos, guardó en un recipiente de yogur una piedra de granizo en el congelador. Lo tenía como un tesoro, ¡es que caía hielo del cielo!

—Su otro hijo se llama Kutú por el chimpancé que le salvó la vida del ataque de otros chimpancés, ¿sigue teniendo esa unión fuerte con los primates?

—Hay chimpancés con los que tengo una unión muy fuerte y es de por vida. Como Kudia, que me eligió a mí como madre adoptiva y cuando estoy en la selva, viene y me toca en el hombro. Tenemos una relación muy estrecha. Pero yo tuve estrés postraumático por el apego tan grande que tenía con los chimpancés enfermos y que no pude salvar, y tengo que tener cuidado con eso. Porque a lo mejor con un sonido ya empezaba a tener taquicardias, temblores, no podía pensar... Entonces sigo teniendo relación con ellos, pero si no me eligen por algo concreto, intento no establecer vínculos muy fuertes.

—¿Se puede decir que se siente mejor entre chimpancés que entre humanos?

—Hace años sí, me sentía mejor entre chimpancés. Pero a medida que he ido conociendo a los chimpancés, me doy cuenta de que son tan parecidos a nosotros, que si no me sintiese bien entre los humanos, no me podría sentir bien entre ellos. Tienen el lado muy bueno y el lado muy malo de los humanos. Y también te juzgan.

—¿Cómo lo hacen?

—Por ejemplo, si tengo que trasladar a alguno y le tengo que poner anestesia y se da cuenta de que lo he pinchado, se enfada conmigo. Y a algunos ya les puedo pedir perdón, que no. Me meten en el saco de mala persona. O le das de comer a un chimpancé y al otro no, pues ya no eres de su agrado. Aunque luego le des comida.

PILAR CANICOBA

—¿Entonces, también son celosos?

—Claro, son como nosotros. Si son amigos tuyos, son celosos. «Hazme caso a mí y no al otro. Y si le haces caso al otro, me enfado contigo». Y puede estar así tiempo. Te puede amar y te puede odiar. Y cuando te odia, puede coger a todos sus amigos y hacerte bullying. Eso te hace entender las relaciones humanas. Cómo tienes que interaccionar para ser aceptado en un sitio si eres nuevo y ese tipo de cosas.

—¿Le gustaría acabar en el Congo, retirarse allí?

—A mí lo que me gustaría es estar con mi familia, y estar rodeada de animales, esté donde esté. La localización es algo muy relativo. Cuando era pequeña veía Galicia como el único sitio del universo, pero ahora veo la belleza en todos los sitios. Mi hogar, mi patria es mi familia.