Un museo recopila la relación de Quintela de Leirado con el país africano, en el que vivieron muchos vecinos hasta que la violencia arrasó la excolonia
12 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Desde finales de los años cincuenta del pasado siglo hasta 1968, la emigración ourensana tuvo un destino bastante habitual en un país tropical africano que hasta el 12 de octubre de ese año fue colonia española: Guinea Ecuatorial. Hasta allí se desplazaron muchos gallegos, atraídos por las buenas condiciones económicas y laborales que se ofertaban a los europeos. En concellos como Quintela de Leirado, el 80% de la población llegó a estar en algún momento en Guinea, según cálculos del alcalde, José Antonio Pérez Cortés. En este municipio están preparando la apertura de un pequeño museo de la emigración a Guinea.
El propio regidor fue uno de los emigrantes que recalaron en el pequeño país africano a mediados de los años sesenta. Cuenta que decidió marchar porque aún tenía allí a un familiar y por las facilidades para cumplir con el servicio militar. Podía acudir entre dos y cuatro horas diarias al cuartel a cumplir con la mili y a la vez trabajar como encargado en una empresa.
Pérez va señalando desde la consistorial de Leirado las casas del pueblo en las que hubo emigrantes en Guinea. Casi todas. «O 80 % da poboación emigrou a Guinea nos anos 50. Houbo xente que viviu alí 25 anos, meu pai estivo un montón de anos. Era un país relativamente bo para os europeos», sostiene. A los trabajadores blancos se le asignaban puestos de encargados de las empresas, a veces con 300 o 400 trabajadores en plantaciones de cacao o café. El país era rico en este tipo de recursos naturales, y aún hoy lo es pues hay petróleo.
La mano de obra la aportaban los emigrantes nigerianos, indica José Antonio Pérez. En su caso, con 18 años recién cumplidos, estaba al frente de un gran negocio de alimentación, similar a un centro comercial actual. «Alí estábase ben, a xente nativa vivía ben, arrendaban explotacións aos europeos. Eu tiña un cociñeiro, un camareiro e unha limpadora ao meu servizo e coma min calquera», menciona. «Non se vivía mal. Fun para traballar como encargado en fincas de cacao e de café. Eran contratos de dous anos e seis meses de vacacións pagos», explica Delfín Álvarez, otro vecino de Quintela de Leirado, que llegó a Guinea Ecuatorial en 1955 y allí pasó unos ocho años.
Sin embargo, tras proclamarse la independencia, el bienio 1968/69 fue complicado para el país y para los extranjeros -entre ellos los siete mil españoles que se quedaron allí tras la independencia- y que tuvieron que escapar como pudieron para salvar la vida, dejando todo atrás. Delfín Álvarez Álvarez, de 87 años, fue uno de ellos. La evacuación fue complicada. «Vímonos mal para escapar. O cuartel da Guardia Civil estaba en Bata, no continente, e veu un barco de Santa Isabel a buscar aos españois pero tivo que dar a volta. Para escapar tivemos que embarcar nunha praia, íamos 70 ou 80 nun barco de carga», cuenta Delfín. «Se evacuó a los refugiados por la playa, con lo puesto. Abandonaban las casas abiertas, a la vista el mobiliario y el ajuar, escapando sus dueños con lo mínimo preciso, para ser transbordados al «Ciudad de Pamplona», unos 460», describe Rafael de Mendizábal Allende en Misión en África. La descolonización de Guinea Ecuatorial (1968-1969). Delfín Álvarez recuerda que en aquellos días turbulentos se contaba que a un hombre que tenía negocios en Bata le habían cortado el cuello. Delfín, que continuó su periplo migratorio por países como Argentina, Brasil, Canadá, Suiza o Francia, según cuenta, nunca más volvió a Guinea Ecuatorial.
Manuel Fraga
Pérez Cortés tiene el recuerdo de ver a Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, arriando la bandera española y subiendo la guineana en la Plaza de España de Santa Isabel -actual Malabo- de la isla de Fernando Poo. Francisco Macías Nguema era el primer presidente del país y al poco se convertía en su primer dictador y genocida. La descolonización parecía que iba a ser un procedimiento pacífico, pero en los siguientes meses la situación se fue tensionando hasta terminar en un conflicto sangriento. «Eu non tiña a intención primeira de vir, pero a cousa púxose mal, ían contra os europeos, non os nativos, que eran xente moi tranquila, senón os nixerianos. Eu viñen pola independencia, senón igual non viña, alí estaba moi ben. A miña vivencia daquelo foi positiva», reconoce José Antonio Pérez Cortés. Tampoco él regresó nunca más.
Antes del coronavirus, una quincena de gallegos que emigraron a Guinea en aquella época y que residen en distintos puntos, solían juntarse para una cena anual, apunta el hoy alcalde. Esas memorias de la emigración a la excolonia africana quedarán ahora reflejadas en el material que se está recopilando para exponer en el museo; son cartas, fotografías, documentos, como algún contrato, o armas y herramientas que se utilizaban en las plantaciones o fincas madereras. Los preparará una empresa en formato audiovisual y se mostrarán en el flamante nuevo edificio multiusos municipal.