Un gallego en la gran ciudad sin agua

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

AFRICA

Xavier Fonseca

«Reutilizo el agua de la lavadora para el váter y el lavabo», dice Antonio Couñago en Ciudad del Cabo

22 feb 2018 . Actualizado a las 07:19 h.

Sudáfrica y Galicia comparten algunos fenómenos meteorológicos. Al estar situadas al oeste de sus respectivos continentes, disponen del mismo tipo de anticiclón, uno termodinámico. El nuestro es el de Azores. Esas altas presiones ejerciendo su influencia tiene beneficios. Las aguas de Sudáfrica, como las rías gallegas, son muy ricas en pesca debido a los afloramientos costeros. De hecho, en ellas se concentran la mayor cantidad de sardinas del planeta. El problema llega cuando el anticiclón se refuerza. Durante los últimos dos años Galicia ha sufrido una de las peores sequías de la historia debido a una situación de bloqueo. El anticiclón evitaba que llegasen las borrascas. Lo mismo ha estado ocurriendo en Sudáfrica desde hace tres años. En Ciudad del Cabo, una de las principales urbes de país, la sequía más intensa en un siglo, ha obligado a reducir de forma drástica el consumo de agua entre la población.

«Tenemos una limitación de cincuenta litros por día. En mi caso, que vivo solo, es una cantidad suficiente, pero no para las familias que conozco», dice Antonio Couñago, un gallego que vive en Ciudad del Cabo desde hace veintiséis años. Esta medida extrema ha retrasado hasta el mes de julio el llamado «día cero», cuando la ciudad, la primera de la Tierra, podría quedarse sin suministro para sus habitantes. «Cuando el gobierno planteó esa posibilidad cundió el pánico. A mí me pareció solo una llamada de atención pero tengo que confesar que yo mismo compré garrafas de agua», relata Couñago. Aunque la reacción de este emigrante gallego, natural de Redondela, se queda en anécdota en comparación con la de sus vecinos. «Empezaron a hacer pozos en los jardines de las casas o a comprar tanques de agua. En los supermercados, a final de mes, cuando la gente cobra, se montaban colas inmensas para comprar agua», añade.

La amenaza del «día cero» ha despertado una concienciación sin precedentes entre la población de Ciudad del Cabo. «Cuando pongo la lavadora, ya no tiro el agua sino que la reutilizo para el váter y el lavabo», confiesa Couñago. Este tipo de comportamientos permite afrontar los próximos cuatro meses con garantías y esperar a que el invierno austral sea lluvioso. Pero si en julio no llueve, el mundo entero podría asistir al primer colapso en una gran ciudad. Los puntos de recogida de agua no estarían igual de cerca para todos. Para un padre de familia sería incompatible una jornada laboral de ocho horas y al mismo tiempo tratar de conseguir la cantidad de agua necesaria para su mujer e hijos. Sin olvidar que Ciudad del Cabo es la huerta de Sudáfrica y la crisis en la agricultura sería devastadora. Todo esto podría sumir a la ciudad en un caos absoluto.