Antonio Rodríguez Miranda, secretario xeral de Emigración: «Tengo el trabajo más bonito de la Xunta»

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Santi M. Amil

Ha dado muchas vueltas al mundo visitando gallegos en la diáspora lo cual, asegura, es de lo más reconfortante. Biólogo reconvertido en maestro, reconvertido en político, cuando puede cuida de un jardín y de una huerta

28 dic 2022 . Actualizado a las 08:20 h.

A estas alturas, Antonio Rodríguez Miranda (A Bola, 1967), debe ser uno de los mayores expertos sobre la pulsión migratoria que padecen los gallegos y sobre cómo dominar el desfase horario. Aquí lo cuenta un poco.

—Ya lleva usted diez años en el cargo.

—Da para mucho, con una pandemia incluida en el medio. Nunca se había dado el no poder salir por el mundo durante casi dos años. Así que nos tuvimos que reinventar en muchas cosas, en programas que se desarrollaban in situ... Hemos tenido que readaptarnos a las circunstancias en términos de personas y de entidades. Y eso que los medios telemáticos, que los teníamos ahí y no los utilizábamos, nos permitieron estar más cerca que nunca de la gente.

—¿Diría usted que la Galicia exterior se apaga un poco?

—¡Nooo! Yo diría que todo lo contrario. Evidentemente, la Galicia exterior cambia continuamente, como cambia nuestra sociedad. Los gallegos del exterior, en su mayoría, ya han nacido allí. Y los gallegos que salen al exterior cada vez son menos. Eso es una buena noticia. Pero cada vez que nace un niño en el exterior de una familia gallega, se inscribe en algún ayuntamiento de Galicia.

—De todos modos eso de que un nieto de alguien que nació en Galicia pueda votar aquí... es un poco raro.

—Cualquier persona con la nacionalidad debe tener los mismos derechos en cualquier lugar del mundo. El mayor o menor interés lo determina cada uno de forma individual. Hay personas que están en España y nunca participan, ni tienen interés en hacerlo.

—En estos diez años habrá viajado mucho. ¿Cuántas veces ha cruzado el Océano?

—¡Buah! Honestamente no me acuerdo, pero han sido muchas veces. Tras el primer año en el cargo, Iberia me mandó una carta en la que me decía que había viajado en sus aviones el equivalente a más de dos vueltas y media al mundo. El último viaje fue hace unos días a México. Desde el verano para acá estuve en siete u ocho países.

Edgardo

—El «jet lag» lo tendrá agotado.

—Trato de viajar de noche y así descanso y aprovecho mejor el tiempo. Tengo facilidad para descansar en los aviones y eso me ayuda muchísimo. Y en el momento en que te pones a trabajar, el contacto con la gente te da mucha energía. Yo he llegado a acumular 40 horas desde que dejo la cama en Galicia hasta que vuelvo a encontrar otra en el destino. Así que el jet lag lo llevo razonablemente.

—¿Cuál es el sitio más remoto que ha visitado?

—La Patagonia. Lo más al sur que llegué fue a Puerto Deseado, con Feijoo, para visitar empresas pesqueras. Tengo en mi debe llegar a Ushuaia, donde también hay gallegos.

—¿De verdad hay gallegos en todos los sitios?

—Yo diría que hay gallegos en prácticamente todos los sitios. Es verdad que en algunos solo hay uno o dos, o una familia, pero ese sentimiento de pertenencia que tenemos los gallegos es único en el mundo. Lo puedo asegurar.

—Eso de visitar a gente que está deseando que la visiten es un buen trabajo.

—Soy perfectamente consciente de que tengo el trabajo más bonito de la Xunta. Seguramente también el más sacrificado, porque tenemos unas agendas muy duras. Pero como lo que haces mejora la vida de las personas en todos los aspectos, hace que sea un trabajo muy reconfortante.

—Usted puede decir que ha ganado el Mundial.

—Los gallegos podemos ganar el Mundial con 147 países diferentes.

—Y sin Luis Enrique.

—Efectivamente. Estos días estamos viendo muestras de alegría de gallegos en Argentina indescriptibles. Porque un gallego es del país en el que está. Somos integradores del país al que vamos, ese es el gran éxito de la presencia gallega en el exterior.

—Tienen ustedes un programa para que vuelvan. No debe ser sencillo.

—Yo quiero que vuelvan todos los que quieran hacerlo. Es un derecho. A los que nacieron en Galicia tratamos de ayudarles a que vuelvan. Y a los que son hijos o nietos, también, solo hay que darles las condiciones para que se puedan establecer. Nosotros facilitamos el regreso pero no obligamos a que se queden. Pero el 80 % se quedan. La calidad de vida de Galicia les engancha y se quedan.

—¿Tiene alguna historia personal en su familia de emigración?

—¡Cómo no! Mis padres estuvieron unos años en Alemania.

—¿Por qué emigramos tanto?

—El gallego es inquieto y busca nuevos horizontes. Yo creo que el Camino de Santiago ha forjado nuestro ADN social a lo largo de los siglos. Hemos acogido en nuestras casas a peregrinos de muchos sitios, que hablaban otros lenguas, otras costumbres; hemos sabido entender al diferente. Y a partir de ahí no nos asusta ir a otros lugares de mundo. Es una convicción personal, no una teoría científica.

—¿Celta o Dépor?

—Los dos, no soy muy futbolero.

—No me haga esto.

—Bueno, pues como soy un poco más del sur, del Celta. Pero también me gusta el Madrid.

—Autodefínase un poco.

—Soy una persona serena, pero que se apasiona por las cosas en las que cree.

—¿Qué hace en el tiempo libre?

—El poco que tengo trato de aprovecharlo con mi familia. Y soy un apasionado de la naturaleza, del campo. Soy aprendiz de jardinero, y algo de huerta.

—Estudió Biología, pero su trabajo no tiene mucho que ver.

—Es verdad. Ejercí una carrera docente durante 14 años y al final llevo un tiempo en la política, algo que nunca me había planteado.

—¿Cuál es para usted el mejor momento del día?

—Cuando llego a casa y disfruto de la tranquilidad con los míos.

—Su lugar favorito.

—El alto del monte San Cibrao, que está al lado de la aldea donde nací y que es un balcón sobre el valle del Arnoia desde donde se divisa la comarca de Allariz y Maceda. Cada vez que puedo subir ahí, lo hago.

—Una canción.

—Soy poco musical, pero tengo claro que la canción de un gallego es A Rianxeira.

—¿Lo más importante en la vida?

—La familia, sin duda.