«A feira dos emigrantes» de Lalín recibió una menor afluencia de público

juan pedrouzo / o. p. LALÍN /LA VOZ

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MIGUEL SOUTO

Los feriantes habituales lamentan el reducido número de ventas en la cita

04 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Tradicionalmente, la feria del 3 de agosto, también conocida por muchos como a feira dos emigrantes, siempre fue una de las que más personas lograba reunir en Lalín cada año. Y es que, a lo largo del mes, numerosos emigrantes de la zona retornan a sus orígenes para pasar las vacaciones con sus familias, siendo la visita a esta feria una cita obligada. Una feria que en esta ocasión ha sido algo distinta, pues para mantener la distancia de seguridad, los puestos se extendieron más allá del Campo da Feira, ocupando también la calle Rosalía de Castro de punta a punta y la calle Molinera. Sin embargo, pese a este aumento de espacio, los feriantes más habituales afirman que la pandemia del covid-19 ha afectado seriamente al volumen de personas que se suele esperar en esta fecha.

Daniele Torres es uno de estos comerciantes cuya presencia es un clásico, habiendo montado su puesto de artesanía en las ferias lalinenses durante décadas. Según él, hubo mucho menos emigrantes que en años anteriores, lo que se tradujo en menos ventas: «Esta feira tiña que valer algo, pero hoxe [por ayer] valeu pouco. E como esta, tamén foron as últimas». Coincide con él Chelo Cea, con más de treinta años a sus espaldas llevando su puesto de ferretería y menaje. «Todo ha sido muy flojo, igual que en las anteriores desde que empezó el coronavirus. Y la situación va a estar así bastante tiempo», comenta. Ella sí que vio más emigrantes, pero destaca que tampoco compraron mucho. Tres décadas también es el tiempo que Alejandro Prieto ha estado vendiendo ropa, aunque para él este año ha sido terrible: «La feria ha sido flojísima, de mal en peor. Y esto pasa en todas las ferias, mientras el virus ande por ahí, están totalmente destruidas».

Medidas correctas

José María Sánchez tiene un puesto desde hace veinte años. En un principio estaba dedicado a la venta de música, pero con el auge de las descargas en Internet tuvo que reformarlo y orientarlo a la venta de ropa de hogar, aunque aún dedica un espacio a los cedés. De acuerdo con sus palabras, a la feria acudió un tercio del público comparado con otros años, y sobre todo gente de la zona. Y aunque las ventas han sido también un tercio, pues «se echan en falta a los emigrantes habituales, de zonas como Cataluña o el País Vasco», destaca que por lo menos las medidas de seguridad tomadas han sido las adecuadas. «Debo admitir que aunque no simpatizo con el gobierno local, el Concello de Lalín ha sido el que mejor lo ha hecho. Han logrado que mantengamos distancias, que estemos cómodos y que trabajemos bien».

A Juan Carlos García, que junto a su mujer lleva un puesto de venta de plantas iniciado por sus suegros hace sesenta años, parece que no le fue tan mal. «Hubo poca gente, pero es lo habitual en un lunes, así que vendimos algo menos de lo normal. Es cierto que tras el confinamiento ha habido un bajón en todas las ferias. Nuestro sector se vio afectado, porque se anularon pedidos y nos falta mercancía. Pero aguantaremos», concluía.

Las tapas de pulpo, para llevar y comer en casa por miedo al coronavirus

Pocas cosas se asocian más a las ferias que una buena tapa de pulpo. Con todo, los pulperos también se han visto afectados por el descenso en el número de gente que acude a las ferias. «Todo está moi reducido, en todas as feiras hai unha caída importante á hora de comer. Á xente gustáballe comer na feira, pero agora a maioría teñen medo de facelo fóra, así que se piden algo é para levalo á casa. Este verán xa está a cousa fría, así que a saber como estará en inverno», comenta Alberto Fernández, que lleva la pulpería de sus padres fundada hace sesenta años.

Julio Castro, también con un puesto de pulpo con más de tres décadas de tradición, ha tenido una experiencia similar: «Al principio, tras la cuarentena, sí que venía más gente a las ferias porque tenían ganas de salir. Pero ahora, hay miedo y la gente prefiere comer el pulpo en su casa».

Y es que la falta de emigrantes ha sido algo percibido incluso por los pocos que han venido. Belén Novoa, de Castro Dozón, lleva once años emigrada en Barcelona y también ella, que ha acudido a esta feria en anteriores ocasiones, nota el bajón en el número de personas. Como ella opina Carmen Otero, quien reside desde hace 65 años en Andorra, aunque es originaria de la zona y cuenta con una vivienda en Lalín: «Todos los años vengo a la feria, pero esta ocasión la he encontrado mermada. Eso sí, la primera cosa que he ido corriendo a comprar ha sido una tapa de pulpo».