35 años de búsqueda y estaba muerto

David Rodríguez Seoane

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Mientras argentina dicta sentencias de cadena perpetua para algunos de los genocidas de la dictadura militar, se acerca el 35 aniversario del asesinato del gallego Urbano López. Un equipo de antropología identificó en junio los restos del joven fonsagradino que imprimía publicaciones contra el Gobierno de Videla

07 nov 2011 . Actualizado a las 11:18 h.

Urbano López tenía solo dos años cuando su madre, tras la muerte temprana de su marido, abandonó la localidad lucense de A Fonsagrada en busca de un mejor porvenir en América. Corría el año 1950 y el futuro brillaba en Argentina. Por aquel entonces, nada hacía presagiar el trágico destino que le aguardaría a aquel chiquillo un par de décadas más tarde, en diciembre de 1976, con el recién estrenado proceso de reorganización nacional, eufemismo de la dictadura instaurada tras el derrocamiento del Gobierno constitucional por una junta militar encabezada por las tres fuerzas armadas. Aunque fue en la década anterior a la caída de Isabelita Perón y al golpe de Estado que depuso su mandato cuando se fraguó la arraigada conciencia política y social que Urbano no dudó en defender hasta sus últimas consecuencias.

En aquellos años, el joven fonsagradino (As Cancelas, 1948) decide estudiar Asistencia Social y junto a la que sería su esposa, María del Carmen Luppo, comienza a realizar trabajos voluntarios en barrios marginales de la zona de Villa Bosch, al noroeste del Gran Buenos Aires. Pronto inicia una etapa de intensa militancia política en beneficio de los sectores sociales más vulnerables. Hasta que en 1975 las cosas empiezan a torcerse. El ya matrimonio López Luppo se ve obligado a abandonar su domicilio a causa de la persecución política de la que son víctimas por parte del régimen establecido y, tras una etapa de idas y venidas, la familia termina estableciéndose en Villa León, en Ituzaingó, donde Urbano comienza a imprimir publicaciones de contra de la dictadura recién instaurada.

dos hijos

Pocos meses antes había llegado al mundo su primera hija, Mariana. El 16 de diciembre del 76, por la tarde, la casa familiar fue allanada por un numeroso contingente armado, según relataron los vecinos, que se llevó para siempre a la única persona que se encontraba en el domicilio. Fue el último día que se vio con vida a Urbano López. Después se supo que el 31 de diciembre aquel joven de fuertes convicciones cívicas había sido asesinado a sangre fría en algún punto de los círculos clandestinos custodiados por los militares. Solo por pensar diferente. Seis meses después nació su hijo Rodolfo. Su padre nunca lo supo.

Asesinado en un descampado

Tuvieron que pasar 35 años para que la familia López-Luppo al fin haya podido cerrar el círculo. El pasado mes de junio, el EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense) elevó a la Justicia del país el informe sobre los restos de Urbano López Fernández. Gracias a la comparación genética masiva de restos óseos hallados en los cementerios del área metropolitana de Buenos Aires y muestras sanguíneas de los familiares pudieron concretarse algunas certezas. El fonsagradino fue asesinado solo 15 días después de su secuestro en un descampado de la localidad de La Tablada, junto a otras cuatro personas, y enterrado en una sepultura individual (e identificado como NN) en el cementerio General Villegas de Isidro Casanova, en la provincia bonaerense. No se conocen testimonios de su paso por centros clandestinos de detención (CCD). Hicieron falta 25 años de espera en los que el cadáver de Urbano, exhumado en 1984, al término de la dictadura, permaneció custodiado por el poder judicial hasta que el equipo de antropología pudo disponer de los medios adecuados para practicar las pruebas de ADN precisas. En septiembre, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la capital federal resolvió la identificación del primer desaparecido de origen gallego.