Un chino-gallego y una sarriana, en la ciudad de Tianjin

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Vero ha cambiado su Galicia natal por el abarrotado país asiático; Rui, nacionalizado español, vuelve a sus orígenes pero siente morriña.

24 jul 2008 . Actualizado a las 19:49 h.

Rui es un emigrante gallego en China. Pero Rui no nació en Galicia, sino en el país asiático donde el trabajo le ha llevado de vuelta y de donde salió cuando tan solo era un niño. Ahora vive junto a Vero, su mujer sarriana, trabaja para una compañía vasca y dice sentir morriña.

Rui está nacionalizado español pero se siente mitad gallego, mitad chino, a pesar de que este país no permite la doble nacionalidad: «Tienen muy claro la división entre los diferentes países, para ellos solo hay dos categorías, o eres chino, o no lo eres». Pero su sentimiento va más allá de lo que indica su pasaporte.

Su primer destino en España fue Valencia, donde su madre ya llevaba viviendo cuatro años. Después, toda su familia se trasladó a A Coruña, donde empezó a aprender español, más tarde gallego y donde se integró totalmente. Según cuenta Vero, con quien se casó 17 años después de llegar a Galicia, en esos años llevó una doble vida, «ayudando a su familia en el restaurante que tienen y haciendo vida normal con sus amigos como otro coruñés cualquiera». De hecho, reconoce que fue el único de su entorno que se integró desde más pequeño, aunque su familia China sigue en Galicia.

Fue en la Universidade da Coruña, mientras estudiaba Informática, donde tuvo que elegir el país que indica su documentación: le dieron una beca Erasmus para estudiar un año en Noruega, y los trámites burocráticos de la beca le obligaron a decidirse. Ahora, se siente 50% chino, 50% gallego. Es más, a su destino actual, en la ciudad de Tianjun, llegó «con su gorro del Dépor y un par de posters de A Coruña, que fuimos a buscar a María Pita».

Vero también es emigrante gallega en China. A ambos les gusta viajar y ella, fisioterapeuta, ya había residido una temporada en Francia. Tras terminar los estudios, Rui empezó a trabajar en Santiago para una empresa vasca que quería integrarlo en un proyecto en Tianjin. Además de su formación, en su currículum constan cuatro idiomas: chino, español, gallego e inglés. Mientras, Vero aprende el idioma, profundiza sus conocimientos sobre acupuntura y medicina china, que ya estudió en Galicia, y conoce el país de su marido. Y allí se quedarán como mínimo dos años, y después, aún no saben.

Su familia china, desde España, está un poco temerosa: «Rui era un niño cuando se fue y ellos saben que la realidad aquí es más salvaje, no tienes una cobertura legal que te proteja como en España y tienes que buscarte la vida». Para Vero, lo más complicado son las aglomeraciones y el ser analfabeto. «En un país diferente al tuyo pero que use el alfabeto latino te mueves con relativa facilidad, pero aquí he tardado tres meses en aprender a usar un diccionario». Y concluye: «Es una experiencia a veces muy frustrante, pero una experiencia nueva».