La tumba gallega de los San Eduardo

En Vedra reposa Eugenio López de Sa, segundo marqués de una saga que inició un criollo cubano que se asentó en A Coruña. Entre los miembros de la familia están los conocidos actores Alfonso Bassave y Manuel Baqueiro

Como por la de Simón Bolívar, por las venas de los San Eduardo corre sangre vasca y gallega. La apasionante historia de esta saga sigue viva, no está olvidada, aunque sí algo oculta por una bruma cuyo velo se disipa en el pequeño cementerio de San Miguel de Sarandón, en Vedra. Allí reposa la tumba gallega de un marquesado que otorgó Amadeo I de Saboya el 3 de diciembre de 1872 a Eduardo Bassave y Rodríguez de Alburquerque y de la Torre, un rico capitalista criollo nacido en 1835 en La Habana (Cuba) y que se asentó después en A Coruña. Gran empresario, destacó por sus inversiones en el ferrocarril -fue adjudicatario de la línea Ourense-Monforte- y la minería. Su rastro también persiste hoy en la fábrica de Xuvia (Neda), que compró en 1873 y vendió poco después de convertirla en una factoría textil. Su historia emula en parte a la del marqués de Salamanca y, como él, fue un destacado político del siglo XIX, diputado en el Congreso por el distrito de Nules (Castellón) y senador por Murcia y Tarragona.

La madre del primer marqués, Mercedes Rodríguez de la Torre, pertenecía a una destacada familia coruñesa, como también su segunda esposa, María Dolores Polo y Escalante. Fue así como el marquesado se galleguizó. Fruto de ese matrimonio, el título pasó a la muerte de Eduardo Bassave y Rodríguez -en 1907- a su hija mayor, Francisca Bassave-Polo y Ferrer, y es aquí donde arranca la historia de la tumba gallega de los San Eduardo, la de Eugenio López de Sa y Atocha, esposo de la marquesa y, por tanto, segundo marqués, que reposa en Sarandón junto a su madre, Concepción Atocha.

Eran y son los López de Sa familia de eminentes juristas. El padre de Eugenio, Miguel López de Sa, fue magistrado del Tribunal Supremo, juez en A Coruña y presidente de la Audiencia de Pontevedra. También fue senador por A Coruña tras la renuncia a ese cargo, en 1911, de Romero Donallo. Con Concepción Atocha tuvo cinco hijos: Pilar, Augusto, Miguel, Matías León y Eugenio. Este último también estudió derecho y fue abogado del Estado, cargo que le llevó a Madrid, donde han residido después y hasta hoy en día el resto de los marqueses de San Eduardo.

El hombre que reposa en ese nicho en San Miguel de Sarandón nació en 1875 en Santiago. Casó con Francisca Bassave-Polo y heredó las minas, pisos y negocios del padre de su esposa. Fortuna no le faltó y tuvo un patrimonio al alcance de pocos en España. De él formaban parte la finca de El Cabildo, en Vedra, y, en Toledo, el espectacular cigarral del Santo Ángel Custodio. Una propiedad que vendió cuando su esposa, ya enferma, quiso volver a Galicia. Lo narra con gran detalle en su libro Los pasos que no regresan Fina de Calderón (1927-2010). La escritora, poetisa, compositora y marquesa de Mozobamba del Pozo fue quien se la compró y le llamó la atención que Eugenio López de Sa, tras llegar a un acuerdo verbal con ella, rechazó una oferta superior porque ya había dado su palabra. «Un caballero», destaca en esta publicación en la que recoge sus memorias.

También fue propietario, en Vilagarcía, de Villa Carmen, una magnífica casa junto al Balneario de la Concha en la que veraneó la familia hasta principios de los años 70. Testigos de aquellos días felices fueron el actual marqués de San Eduardo, Eduardo Mas López de Sa, y su prima Paloma López de Sa, esposa de Adolfo Pries, hijo mayor del conde de Príes. Ella sigue pasando sus vacaciones con sus hermanos en Galicia, pero ahora en O Grove, y tiene aún nítidos aquellos plácidos estíos jugando en el jardín con los hijos de otras familias compostelanas como los Fernández Albor o los Castromil.

 

De los hijos de Eugenio López de Sa, Eduardo López de Sa y Bassave-Polo (1903-1994) fue ministro del Tribunal de Cuentas y heredó el marquesado. Casó con María Soto García y tuvo una única hija, la conocidísima Ignacia López de Sa y Soto (1939-2016), a la que sus amigos llamaban simplemente Iñi y que fundó la joyería San Eduardo de Madrid, en la calle Ayala. De su matrimonio con Miguel Mas Requena nacieron cuatro hijos: Eduardo Mas López de Sa, quinto marqués de San Eduardo; Miguel, Conrado y Fuensanta.

La historia de la saga permanece viva en Santiago, donde siguen residiendo los López de Sa y Pintos. Una de sus descendientes, Carmen, murió en abril de este año y ocupa la tercera tumba del panteón de Vedra en el que reposa el marqués. En Madrid, su hija Ángela falleció soltera en el atentado del Grapo en la cafetería California 47. Alfonso sí tuvo hijos: María José, Ángela, Alfonso, Paloma y Julia López de Sa, casada con el dueño de Bodegas Solterra y madre de dos actores, Manuel Baqueiro y Alfonso Bassave, que ha adoptado el apellido del primer marqués. Ambos están muy en boga por sus papeles en series como Amar es para siempre o Hispania.

El heredero del título preside una empresa de pescado congelado y trabaja mucho en Galicia

Cinco han sido los marqueses de San Eduardo desde que el rey Amadeo I, un mes antes de abdicar de su breve mandato de dos años, le concediese el título a Eduardo Bassave y Rodríguez de Alburquerque y de la Torre. El liderazgo de la dinastía recae hoy en Eduardo Mas López de Sa, fiel guardián de la tradición de su familia y del libro en el que se recogen las virtudes que se les otorgaron. Forma parte de la rama madrileña de los López de Sa, aunque tiene muy vivos sus veraneos en Vilagarcía. «En Villa Carmen veraneé hasta los 13-14 años, luego mi padre decidió ir al sur porque decía que salíamos azules del mar», recuerda. Sin embargo, jamás ha dejado de estar vinculado a Galicia y hoy en día trabaja con muchos empresarios de la comunidad porque preside una empresa, Inselmeer, que se dedica a la importación y exportación de pescados y mariscos congelados. En 1990 se casó con Ana Arauz de Robles Dávila, cuya familia ostenta el condado de Villafuente Bermeja. Su hijo Eduardo heredará el título de marqués.

«Iñi», la marquesa joyera a la que robó y maniató el hoy en prisión presidente de Ausbanc

Las vicisitudes de la vida mermaron la enorme fortuna de los marqueses, pero no su ingenio y su innegable capacidad para los negocios. Fruto de esa necesidad, en 1982 Ignacia López de Sa y Soto se reinventó y fundó una de las joyerías más exclusivas de España, a la que bautizó, como no podía ser de otra manera, como San Eduardo. Hoy en día sigue en la calle Ayala de Madrid regentada por uno de sus hijos, Miguel, un conocido personaje de la alta sociedad madrileña que sin duda ha heredado el don de gentes y el buen gusto de su madre. La vida de la marquesa joyera, como se la conoció, se cruzó antes, en 1980, con la de un jovencísimo Luis Pineda, el que fuera presidente de Ausbanc encarcelado provisionalmente e investigado por extorsión, estafa, blanqueo, organización criminal y delitos contra la hacienda pública. Entró con engaño en la casa de la marquesa y, tras maniatarla, la obligó a firmar unos talones bancarios y le robó el dinero que tenían en casa. Un episodio que hizo correr ríos de tinta en aquella época.

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