Rafa Batista, médico gallego en Portugal: «Aquí haces medicina de calidad, no de cantidad»

Brais Suárez
brais suárez OPORTO / E. LA VOZ

EUROPA

Brais Suárez

El vigués de 33 años que ejerce como médico de familia en Ponta Delgada

10 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La dimisión de algunos equipos médicos de urgencias en la región de Lisboa a lo largo de los últimos meses devolvió a la palestra un tema, el de la precariedad del sector sanitario, que ya acabó con la ministra de Saúde, Marta Temido, el pasado mes de agosto. A mediados de marzo, enfermeros del sector privado convocaron una huelga inédita, que se hacía eco de la protagonizada por centenares de médicos frente al Ministerio de Saúde el pasado día ocho. Entre sus reivindicaciones está asegurar la jornada de 35 horas semanales, una actualización del sueldo de acuerdo con la inflación y facilidades para las interinidades. Uno de los mayores problemas es el envejecimiento de la plantilla del SNS y sus pocos atractivos para atraer a nuevos profesionales, que derivó en grandes problemas en las urgencias.

«Aquí lo tienen claro; al haber un único colegio central dividido por áreas, a la mínima discrepancia entran todos en huelga y dejan de atender», explica Rafael, vigués de 33 años que ejerce como médico de familia en Ponta Delgada (islas Azores). Opina que muchas de estas protestas están motivadas por la exigencia de los trabajadores, pero también por que el portugués es un pueblo acostumbrado a la emigración: «están bien formados y si ven que pueden ganar más en otro país, se van y regresan a retirarse aquí», dice. De hecho, pese a todos los problemas, él considera que «la carga asistencial en Portugal es mucho mejor; aquí haces medicina de calidad, no de cantidad».

En su caso, se mudó a Portugal poco después de acabar la carrera de medicina, en el 2019. «Yo tenía plaza en Vigo, pero era más cómodo trabajar aquí», cuenta. «En Galicia, la plaza no me gustaba; repetí el examen y, entretanto, me vine aquí, donde mi pareja también podía conseguir una plaza. El único requisito es la carrera más un examen, que es más clínico que el MIR; lo mismo con el idioma, que es una prueba oral. Todo es muy práctico, nada burocrático», asegura y añade: «La proporción de plazas es mayor y, de hecho, este año sobraron 200 de 2.000. Además, puedes trabajar en la pública sin una especialidad y no es difícil pedir traslado a distintos centros». De ahí que, en solo cuatro años, él haya trabajado en distintas ciudades, de norte a sur del país.

Cuanto más cerca de la frontera, más médicos españoles se encuentran. «Hay muchísimos», asegura, porque «las condiciones son mucho mejores. En España tienes que hacer cinco guardias al mes y aquí, no. Elijo las que hago, no son de 24 horas y se me paga como adjunto y no como residente. Al mismo número de horas, en España ganaría la mitad». Su sueldo básico, con 160 horas al mes de 8 de la mañana a 4 de la tarde, roza los 2.000 euros. «Es cierto que los impuestos son algo mayores, pero lo importante es la calidad del trabajo: un día malo tengo 15 consultas, mientras en España tendría 60, y así dispongo casi media hora por paciente. En general, el sueldo base es más alto, tienes mucho más tiempo libre y, al ser menos burocrático, es más sencillo progresar».

Aunque ahora ya está en un centro de salud y con plaza para hacer la especialidad, explica que estas diferencias son incluso más notables para los adjuntos: «entonces estaba muy cómodo; mientras en España renuevan tu contrato por semanas, yo tenía uno estable y ganaba en una semana aquí lo mismo que allí en un mes», dice.

En estas condiciones influyen también los propios pacientes, apunta: «a diferencia de España, aquí hay algo más de cultura sanitaria, se usa más la consulta telefónica, la gente no viene por nada, e incluso están acostumbrados a pagar en centros privados». Eso sí, reconoce que las listas se alargan en las ciudades más saturadas o que hay faltas de coordinación entre hospitales, lo que dificulta consultar el historial del paciente.

De momento, planea quedarse unos cinco años más como mínimo. «Aunque los precios de las casas son surrealistas, el país es barato, la calidad de vida es muy buena y laboralmente estoy muy bien», zanja.