Manhattan se vuelca para salvar el restaurante Galicia, abierto desde 1987

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

«Esto es como una taberna de pueblo», dice Ramón Calo, su propietario

25 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Manhattan no es solo la quinta avenida y Times Square. También es Washington Heights y restaurantes como el Galicia, que lleva más de treinta años en este barrio del norte de la isla. Al frente, Ramón Calo, un boirense que llegó a Nueva York el 23 de abril de 1985. No llegaba a la treintena y emigró como muchos, buscando una forma de ganarse la vida. En 1988 se embarcó en el Galicia con su hermano. El local ya existía desde 1987, ya que lo había fundado otro gallego que dejó el negocio un año después. Tres décadas más tarde, el futuro del restaurante es incierto. El contrato de arrendamiento finalizó el pasado 31 de octubre, y el nuevo alquiler casi triplica el precio que pagaba antes Calo. «Es una cifra que yo no puedo asumir, no me gusta decirla, pero es una salvajada», cuenta Ramón.

A Washington Heights le ha pasado como a muchos otros barrios víctimas de la llamada gentrificación. La zona se pone de moda, llegan los grandes negocios y los precios se disparan, por lo que los vecinos y comerciantes de toda la vida se ven prácticamente expulsados de su entorno. «Cuando empezamos no era un barrio tan bueno, pero ahora mejoró porque un par de calles más abajo está uno de los hospitales más buenos de Estados Unidos, el Presbyterian Hospital, así como la Universidad de Columbia». Pero ni los clientes ni los vecinos quieren que el Galicia cierre. Numerosos medios locales se han hecho eco de la noticia e incluso hay una petición en Change.org para evitar la marcha del restaurante, que ha sido impulsada por la asociación Dominicanos pro Defensa de Negocios y Viviendas. Y es que son muchos locales los que se han enfrentado a esta situación por la subida de los alquileres -en el caso del Galicia la nueva renta ronda los 25.000 dólares mensuales-.

En el local de Ramón Calo uno puede tomarse desde un caldo gallego hasta un arroz con habichuelas, «hacemos el pulpo a la gallega, el caldo todos los días, hago mi tortilla española también a diario, pero lo cierto es que lo que más se vende es el plato latino, arroz, habichuelas, tostones maduros, papa frita». Los clientes son fundamentalmente dominicanos, ecuatorianos, colombianos, «cuatro gallegos que viene por aquí, algún catalán, algún vasco, y también americanos», cuenta el propietario. Eso sí, «aquí se habla español todo el tiempo».

«La gente se siente bien aquí»

Ramón es consciente de la campaña de apoyo y la agradece, «la gente se siente bien aquí, los políticos locales vienen a tomar la sopa todos los días, el caldo gallego dos veces por semana, es como una taberna de pueblo a la que todo el mundo viene porque te conoce», cuenta. En caso de no arreglar, con él se irán una quincena de empleados. De momento siguen negociando y el tema está en manos de abogados, «me dijeron que tenía que salirme de aquí, después con los abogados tuvimos reuniones y de momento no nos hemos tenido que ir, pero no sé en qué quedará todo», cuenta Calo.

Con el lío del contrato incluso ha dejado de venir a Galicia. «Debe de hacer tres o cuatro años que no voy -explica el hostelero-, este tipo de negocios tampoco te permiten muchos viajes porque te empeñas en que si tú no estás el negocio cae», admite. El emblemático Galicia pende ahora de un hilo, pero este barrio de Manhattan ha demostrado que quiere este negocio en sus calles, y no tanta cadena internacional.