De Noia a Memphis fondeando en Portosín

Carmen Fernández / A. G. RIBEIRA / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

MARCOS CREO

Emprendieron su aventura americana en 1975, y siete años después ya regentaban su primera clínica

27 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchas veces se escucha a la gente decir expresiones como «si tienes un sueño, ve a por él» o la famosa «si puedes soñarlo, puedes hacerlo», pero en ciertas ocasiones, la realidad le gana la partida a los sueños. Aun así, el mundo sigue lleno de personas dispuestas a pelear hasta el último aliento para cumplir el deseo más profundo de su corazón. Pitusa Sabín y Jacinto Hernández forman parte del segundo grupo, y son el perfecto ejemplo de que la iniciativa y las ganas de mejorar y de ayudar a los demás es el motor más fiable para moverse. La pareja se conoció en Noia, localidad natal de Sabín, a la que llegó Jacinto Hernández para trabajar en 1974, tras finalizar sus estudios de medicina en la Universidade de Santiago.

Tan solo un año después, y tras casarse, pusieron rumbo a Estados Unidos, donde Hernández se especializó en la rama de nefrología. En 1982 volvieron brevemente a Galicia: «Estuvimos poco tiempo. Queríamos montar una clínica, pero eran años difíciles». Por eso decidieron cruzar el charco de nuevo, y así conseguir realizar su sueño. Y lo lograron. Ese mismo año empezaron a regentar un centro en West Memphis, en el condado de Arkansas. Solo tres años les bastaron para convertirlo en el más grande del condado y para abrir otro en Memphis (Tennessee). Este «fue el primer centro de diálisis en Memphis que no estaba ligado a ningún hospital», cuenta Hernández.

Poco a poco, el número de clínicas fue aumentando, y los condados en los que las abrían, también. «En Tennessee tenemos siete y queremos hacer otra, en Misisipi dos, pero vamos a abrir una más; en Arkansas, tres», explica Pitusa Sabín. Pero el centro de operaciones está en Memphis, donde se sitúan las oficinas centrales. Ese es el campo de la noiesa: «Yo me encargo de todo el tema administrativo». El papel de Hernández es diferente. Él va a los centros y a hospitales, donde ve a los pacientes. «Me gusta el trato con los enfermos y sus familias. Soy un médico a la antigua», añade. El secreto gracias al que pudieron crear esta red de centros es bastante conocido: «Trabajo, trabajo y trabajo».

La adaptación

Cambio de país, de cultura, de idioma. A muchas personas les costaría adaptarse, pero a ellos no. Fueron bien recibidos, tanto en sus trabajos como en el vecindario: «Valoran tu mérito, tu trabajo, tu persona. Nos sentimos acogidos por todo el mundo». Pero sí que hubo algo que les costó dejar atrás. «Lo más difícil fue separarse de la familia. Antes la comunicación era muy distinta, las cartas tardaban mucho en llegar, y hablar por teléfono era carísimo», explica Sabín. Una palabra muy gallega basta para explicar lo que les pasaba: morriña.

Donde notaron la mayor diferencia fue en el ritmo de vida. El día laboral americano empieza antes que el gallego. «A las 06.00 horas ya estamos en activo. Comemos en nuestro trabajo, y sobre las siete de la tarde cenamos», cuenta Jacinto Hernández. A la hora de comer los cambios también se hacían notar. Alimentos que estaban acostumbrados a tomar, allá no los había, algo que con el tiempo cambió.

Galicia sigue muy presente en sus vidas a pesar de llevar 42 años fuera. Permanecen vinculados a su tierra visitándola e introduciendo productos gallegos allá, como el albariño, el ribeiro o el pulpo. Con el tiempo, vuelven a su lugar de nacimiento con más frecuencia. Cada tres meses suelen visitar Galicia, pero es en agosto cuando disfrutan de una estancia más larga en Portosín, donde pasan los veranos desde hace más de dos décadas.

Pasión por la navegación

En esta villa fue donde surgió su amor por los veleros y la náutica. Hace ocho años salieron en barco con un primo de Pitusa Sabín y quedaron prendados. «Cuando apagó los motores en medio del mar, se quedó todo en silencio y nos impactó», comenta Hernández. Desde entonces viven vinculados a la navegación, llegando incluso a patrocinar una cita del Club Náutico de Portosín, del que son socios, para fomentar la participación de la gente.

La idea de instalarse definitivamente en Galicia no es algo que entre en sus planes por ahora. La jubilación tampoco la prevén, ya que, como suele decir la noiesa «si te hace feliz lo que haces, sigue con eso».