Fabri González: «En Grecia creí que nos iban a matar»

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El técnico gallego ha dirigido a más de treinta equipos y quiere volver a los banquillos

14 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Fabriciano González (Lugo, 1955), conocido en el mundo del fútbol como Fabri, es un entrenador con una amplia experiencia. Ha dirigido a más de treinta equipos, recorriendo buena parte de la geografía española y también del extranjero. En el 2019 ocupó su último banquillo hasta la fecha, pero el lucense se siente en forma y no renuncia a volver a entrenar. Ofertas ha tenido, aunque reconoce: «Lo que me ha salido, no me ha ilusionado».

—¿Echa de menos el fútbol?

—Lo echo mucho de menos y tengo la impresión, no sé por qué razón, como que me ha abandonado. Tengo 68 años pero estoy bien y con ilusión, con ganas de seguir trabajando, aunque no hay manera. Conocimientos tenemos todos, pero otra cosa es la sabiduría. Eso te lo da la experiencia, y estoy totalmente lleno.

—Como jugador, toda su carrera la hizo en la provincia de Lugo. ¿Tuvo opciones de salir?

—Fui un jugador de poca monta. Empecé en el Sociedad Deportiva Hostelería, un equipo de aquí, de los modestos. De ahí fui al Lugo con Alfonso Pintos en el banquillo, cuando aún estaba en Regional Preferente. Siendo juvenil debuté en el primer equipo y al año fui cedido al Viveiro. Como futbolista lo dejé, me volví entrenador. Tiré por eso. Al principio estaba un poco impresionado porque iba a los cursos y veía a gente que había jugado en el Celta, el Dépor, el Madrid o el Barcelona... me dije, si llego a entrenar en Tercera bueno es, y al final llegué más arriba.

—Sin embargo, como técnico es todo un trotamundos.

—Ahora me falta continuidad. Siempre fui un currante, con la ilusión por encima del dinero y de todo, tratando de aprender y pelear. Para mí, Julio Díaz fue mi referente, me parece un fenómeno.

—Llegó a trabajar en Bolivia, ¿qué recuerdo tiene?

—Es totalmente diferente. Fui un poco engañado, me vendieron bastantes motos y no eran ni bicicletas. Estaba en un equipo de primera división, pero era un desastre, no había ni donde entrenar. El nivel era bajo para lo que estamos acostumbrados aquí. Había que hacer dos días de bus para ir a jugar y otros dos para volver. Hubo cosas buenas, porque conocí el país y a mi actual mujer.

—El último equipo lo dirigió en Ucrania, país ahora en guerra. ¿Mantiene contacto con gente que esté allí?

—Lo mantengo, incluso con personas que están luchando en el frente. Hace unos días hablé con el que me llevó allí, le tengo mucho aprecio, y me envió vídeos y fotos. También con mucha más gente. Yo estuve en Lviv, una ciudad impresionante a unos 70 kilómetros de la frontera con Polonia. Ahí ha llegado menos la guerra. Pero veo todos los sitios a los que fui a jugar están destrozados y me da muchísima pena.

—Pasar por tantos vestuarios dejará muchas anécdotas. ¿Hay alguna que recuerde especialmente conflictiva?

—En Bolivia tuve muchos problemas, pero por la manera de trabajar el fútbol. Era muy difícil que me entendieran y que los jugadores fueran profesionales, algunos estaban diez kilos por encima de su peso. Donde más inconvenientes tuve fue en Grecia, en el Panathinaikos, porque la mayoría de los futbolistas llevaban dos años sin cobrar. Era una época muy mala y fue un desastre absoluto, viví una situación dantesca. Recuerdo que, una vez, los hinchas entraron en la ciudad deportiva cuando estábamos entrenando. El traductor me dijo que tenía que parar y al girarme vi en un alto a unas quinientas personas con bates de béisbol y porras. Vinieron al campo, creí que nos iban a matar allí.

—¿De cuál guarda mejor recuerdo?

—De la mayoría guardo buenos recuerdos. Granada la adoro como ciudad, a su gente y a su afición. Hace poco que estuve allí y, aunque mira que hace años ya de los ascensos, no podía ir por la calle. La gente me quiere mucho, incluso me han hecho llorar. Una vez me pararon y me preguntaron si yo era Fabri, les salió darme las gracias porque creían que iban a morir sin ver a su equipo en Primera.

—¿Cómo se compagina la vida personal con estar tanto tiempo fuera de casa?

—Yo siempre estaba solo en todos los lados, mis hijos y mi anterior mujer se quedaban en Lugo. Venía cuando podía. A mí el fútbol me hace feliz, aunque está claro que, cuando te vas, echas de menos a la familia. El fútbol ha sido y es mi vida. Pero cuando estaba en los hoteles acababa siendo uno más, incluso me invitaban a fiestas y comidas.

—Hablando de gastronomía... ¿en que lugar se come mejor?

—La verdad es que se come de maravilla en todos los lados. Aunque me mate mi mujer, quizás donde, peor en Bolivia. Allí, mucho era a base de pollo y arroz. También había carne argentina muy buena para los asados.

—¿A qué dedica ahora su tiempo?

—Vivo en Santa Comba. Me gusta mucho caminar y voy al gimnasio casi todos los días. Tenemos unas fincas y una viña pequeña que cuido... y lo que hago es ver mucho fútbol. Es un poco penoso sentir que has ayudado a mucha gente y que ahora no se acuerden de ti. Este deporte tiene muy poca memoria.

En corto

El propio Fabri lo dice y es cierto, el lucense no tiene pelos en la lengua y habla demostrando ser una persona humilde.

—Pasó mucho tiempo fuera de casa, ¿era de los que cocinaba o iba a restaurantes?

—Siempre tenía dos o tres sitios para comer, con menú del día. Últimamente en casa cocino algo más, pero lo normal.

—¿Plato favorito?

—Hay tantos que no sé qué decirte —ríe—. Un par de huevos con patatas es algo que nunca falla.

—¿Pelis o series?

—Me engancho muchas veces con películas, pero también me gusta leer. Tengo un montón de libros y me encanta la neurociencia. Si volviese a nacer estudiaría psicología, para ver cómo somos y cómo funcionamos. Me apasiona mucho y creo que está muy ligada al fútbol, y a cualquier cosa en realidad.

—¿Cómo se motivaba antes de los enfrentamientos?

—En partidos importantes, sin hacerlo yo directamente aunque estuviese implicado, sí que poníamos algún vídeo motivacional. Aun así, lo más importante es el trabajo, entrenar bien y que la gente tenga claro lo que quieres hacer.

—¿Cantantes o grupos que no puedan faltar en su lista?

—Me gusta la cumbia. Escucho mucho un grupo mexicano que se llama Ángeles Azules y a Marco Antonio Solís.

—¿Supersticiones o manías?

—No especialmente. En Granada tenía mi sitio para aparcar. Una vez, estaba ocupado y perdimos. Volvió a pasar y desde entonces tenía pánico a que estuviese ocupado. En alguna ocasión hice buscar al dueño del coche para que lo moviera.