Ramón F. Victorio, el emigrante de Viveiro que mató al magnate cubano Tirso Mesa

MARTÍN FERNÁNDEZ

CUBA

David F. Villar

Fue condenado a 14 años, 8 meses y un día de prisión, y a pagar una indemnización

10 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El 29 de noviembre de 1908, The New York Times titulaba así su edición del día: «Tirso Mesa asesinado en su Estado por Ramón Victorio». La noticia, fechada en La Habana, decía: «Tirso Mesa, el multimillonario empresario azucarero, dueño de muchos inmuebles en La Habana y miembro de la Junta de Directores de Londres y de los Ferrocarriles de Cuba, fue asesinado con cinco tiros el 28 de noviembre en su propiedad de Aguada de Pasajeros, provincia de Matanzas, por Ramón F. Victorio, un comerciante local que fue arrestado de inmediato».

En realidad, el asesino se llamaba Ramón Fernández Victorio y era un emigrante de Viveiro con raíces familiares en la parroquia de Galdo. El muerto, por su parte, era uno de los grandes latifundistas y magnates de la industria del azúcar de Cuba, dueño del ingenio La Vega en Colón (Matanzas). A su condición de multimillonario, unía otras que hacían de él una de las figuras más conocidas e influyentes de la vida pública y social del país.

Había nacido en 1848 en Colón, villa a la que donó su Escuela de Artes y Oficios y en la que tiene una estatua. En sus vastas fincas trabajaban 150 esclavos y continuaron haciéndolo después de que el Gobierno Colonial español decretase la abolición de la esclavitud en 1880.

14 años, 8 meses y un día

De 1895 a 1899, en vista de la inestabilidad del país a causa de las guerras para independizarse de España, Tirso Mesa vivió en Puerto Rico, París ?en su casa de la exclusiva Rue Rivoli? y Nueva York, desde donde administraba su emporio económico. Un año después de irse, los rebeldes quemaron su mansión de Aguada de Pasajeros.

Y en 1898, cuando el dominio español llegaba a su fin, Tirso Mesa y otros hacendados de la sacarocracia cubana que, como él, vivían refugiados en el extranjero, se apresuraron a donar fondos a los rebeldes y abonar así el terreno para un favorable regreso a Cuba.

Tirso ?el que historiadores como Paul Estrade califican de «déspota y oportunista»? donó 20.000 francos suizos, regresó a Cuba y reconstruyó su mansión pero, por si acaso, se hizo ciudadano americano como su esposa, Josefina García Pola, y su hijo, Tirso Mesa García-Pola al que en 1931 el dictador Machado nombró alcalde de La Habana. Y siguió, tan campante, con su imperio azucarero y su Compañía del Ferrocarril a Matanzas.

The New York Times no informaba en su nota de los motivos que llevaron al viveirense a descerrejar cinco tiros al magnate cubano en su propio domicilio. Solo aludía a un vago e inconcreto «se supone que algún problema de negocios». Sin embargo, meses después, el 6 de abril, el rotativo relataba que el viveirense había sido «condenado por la Audiencia de Santa Clara a 14 años, 8 meses y un día de prisión y al pago de 25.000 pesetas de indemnización, a cargo de sus herederos» por el asesinato del opulento tirano cubano.

Su hermano Jesús presidió el Banco Comercial de Cuba y su familia donó a la iglesia de Galdo

Uno de los Fernández Victorio, Jesús, fue presidente del Banco Comercial de Cuba que se fundó en 1917 con un capital autorizado de 500.000 pesos. Jesús falleció en Madrid el 15 de enero de 1936 y dos días después su cadáver fue trasladado a Galdo donde fue inhumado en el panteón familiar. Estaba casado con María Canoura Fernández y tenía seis hijos: Ángeles, Jesús, Guadalupe, José, Antonio y Encarnación. Cuando murió, aún vivía su madre, María Antonia, y estaban ausentes sus hermanos José y Guadalupe. Según el historiador Carlos Pereira, en 1928 Jesús F. Victorio moraba en La Habana pues, desde allí, promovió en Galicia una reunión de antiguos residentes en el país caribeño para apoyar la idea de erigir un monumento a Cuba y a su presidente, Gerardo Machado.

El comité gestor pro-monumento que surgió fue presidido en A Coruña por Manuel Casás y tenía como secretarios a Alejandro Barreiro y a Antón Villar Ponte, corresponsales del Diario Español y del Diario de la Marina de La Habana, respectivamente. En 1932, ya residía en A Coruña, ciudad en la que era vocal de la directiva del Centro Ibero Americano que presidía José Méndez Vigo. Los Fernández Victorio mantuvieron, desde largo tiempo, fuertes vínculos con la parroquia de Galdo de la que ?según escribió Cal Pardo en Estudios Mindonienses en 2014? uno de sus miembros, Rosendo, fue cura en el período 1666-1668 y otros, generosos devotos: Guadalupe, la hermana de Jesús, regaló en 1912 la mesa del altar del Carmen y Jesús Fernández-Victorio Canoura, hijo del banquero, la casulla morada del brocetal de Santa Teresa en 1948.

Una campaña de apoyo y un periodista expulsado del país

El asesinato de un potentado tan influyente como Tirso Mesa y el hecho de que su asesino fuese un gallego causó gran conmoción en una colonia que no daba crédito a lo sucedido. Los Fernández Victorio eran muy conocidos y respetados entre los emigrantes.

Uno de ellos, Jesús, llegó a ser presidente del Banco Comercial de Cuba. Y otro, Antonio, estaba muy vinculado a la sociedad Vivero y su Comarca de cuyo periódico, Vivero en Cuba, fue corresponsal en Esles del Venero, localidad de Cienfuegos próxima a Aguada de Pasajeros en donde Ramón F. Victorio cometió el crimen.

Cuando trascendió la noticia, de inmediato se suscitó una campaña de solidaridad y ayuda al viveirense. Algunos medios de Galicia ?entre ellos, el Faro Vilalbés? escribieron que Ramón F. Victorio «había dado muerte al déspota Tirso Mesa en defensa propia».

Ola de apoyo

La ola de apoyo fue abanderada por el Diario Español de La Habana que había fundado en 1907 y dirigía el ferrolano Adelardo Novo. Este diario abrió una suscripción popular en la que no se admitía más de una peseta para recaudar la indemnización de 24.000 a la que fuera condenado. La campaña sirvió para que las autoridades judiciales le concediesen la libertad condicional.

El promotor de la iniciativa, Adelardo Novo, había nacido en Ferrol en 1880 y era hijo y sobrino de periodistas, también emigrantes. Su padre fue el primer director de El Correo Gallego en la ciudad y sus tíos, fundadores de varios medios en Cuba.

Su reiterada postura de defensa del emigrante español y de crítica a las autoridades cubanas, fue el pretexto que usó el presidente cubano, general Mario García Menocal, para expulsarlo del país en 1917.

Regresó a la isla dos años después pero en 1931 se asentó definitivamente en España. Era militante del Partido Republicano Federal y fue nombrado en 1933 por la Segunda República gobernador civil de Lugo y luego de Valladolid.

En el año 1936, los militares golpistas lo detuvieron en Pamplona. Y tres años después murió en la cárcel solo, maltratado y enfermo.

martinfvizoso@gmail.com