El idioma que Pacita inventó

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

SUIZA

Emilio Moldes

En la emigración o en su bar, sale de apuros con expresiones dignas de antología

17 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dice Pacita Silva Bugallo que ella es feliz con una taza de leche. O con un currusco de pan. Habla de tiempos difíciles, de cuando se marchó a la emigración a Suiza dejando atrás un bebé de siete meses, y saca la parte positiva. «Menos mal que tiñamos con quen deixar a meniña para ir gañar a vida», cuenta. Al volver, dio el callo durante 40 años en el bar Berna, de Pontevedra. Y ahí se hizo famosa por su bondad, su carisma... y su forma de hablar. Pacita se inventó un idioma propio, con las expresiones que de pequeña escuchaba en la aldea y la gracia que ella lleva dentro.

Esa lengua es todo un escudo de defensa. Con ella tira de las orejas a los clientes que no se cuidan, vacila a aquellos que pierden al dominó o critica a los que están toda la mañana en la barra. «Eu non rifo con ninguén, pero collo e aos que vexo nugalláns chámolles paus xeiteiros, que son paus moi altos que non serven para nada. Ou dígolles bicho dos potes... e entenden, vaia se entenden. Quedan coa boca aberta», explica con desparpajo.

Ella es natural de A Lamosa, en Campo Lameiro. Creció en una familia de cinco hermanos en la que los varones pudieron ir un poco más a la escuela mientras que a ella y sus hermanas les tocó encargarse de la casa «e do traballo das veigas». Desde pequeña tuvo problemas de corazón. Iba a Pontevedra y se le caían los ojos «ao ver a xente toda arregladiña, ben vestida». Dice que nunca le gustó trabajar la tierra. Y que tuvo claro que, cuando pudiese, buscaría porvenir en otro lado.

Se casó y, ya con su marido, a los 21 años se marchó a Suiza, a la emigración. Dice que no había noche en Berna que no llorase, pero no tenía otra alternativa que marcharse. «¡E ademais alí descubrimos un mundo novo, e iso que iamos da casa ao traballo», cuenta. Ya entonces demostró una habilidad especial con el lenguaje: «Non falaba nin italiano nin alemán pero eu entendíame que daba gusto, ata por escrito». Trabajó primero en un matadero y luego, nueve años seguidos, en una fábrica en la que hacían piezas para electrodomésticos o aparatos electrónicos. «Ás veces cando se abre a televisión ou calquera outro aparato vexo as pezas e penso, iso facíao eu en Suíza».

A los diez años de estar en Suiza, ya con dos hijos, ella y su marido decidieron regresar. Volvieron a Pontevedra y montaron un bar, el Berna. Y ahí se pasó Pacita 40 años al pie del cañón. Dice ella que enseguida se dio cuenta de que cada cliente es un mundo y que la clave es hablarle a cada uno en su idioma. Pero también se percató de que hay un lenguaje que a todos les encanta: «Morren coa risa porque eu saco as expresións que me dicía miña avoa, sobre todo cando é para meterme con eles. Eu chámolles pelandrós, lacueiros, larambáns ou ourizos cacho... todo de broma, claro. E a verdade é que acabo gañando eu, porque non teñen resposta», cuenta. Tantas son sus expresiones irreverentes que los clientes le pidieron que las anotase. Y las anotó. Primero en una libreta y ahora en notas sueltas, por si un día empieza a fallarle la memoria.

Hace cuatro años Pacita colgó los hábitos de tabernera. El bar Berna lo lleva ahora su hija. Pero ella sigue acudiendo día a día. «Esta é a miña casiña, aquí pasei máis de media vida metida». Ella y una nieta se ocupan del cierre todas las noches. Y de la timba de dominó. Desde que es pensionista se hizo jugadora de dominó. Entre su habilidad con las fichas y su idioma particular no hay quien le tosa. «Doulles unhas tundas...».

Nunca se enfada. «¿E para que, se a vida é curta?». Toma medicación para los problemas cardíacos. Aunque de buen corazón va sobrada.