De botones de un hotel en Suiza a metre en A Taberna en Ourense

María Doallo Freire
maría doallo OURENSE / LA VOZ

RETORNADOS

El ourensano Ángel López, en la calle en la que se crio, la Serra de San Mamede
El ourensano Ángel López, en la calle en la que se crio, la Serra de San Mamede Agostiño Iglesias

Ángel López, hostelero natural de Maceda, lleva casi veinte años en el restaurante de la capital ourensana

13 ago 2021 . Actualizado a las 11:57 h.

Ángel López (Maceda, 1963) no da crédito cuando se le propone protagonizar una entrevista en la sección Ourensanos en su rincón para La Voz. «¿A mí? No sé si tendré algo interesante que contar», dice. Su humildad y bondad le llegan hasta la raíz. Son parte de los valores que le inculcaron en su casa desde niño. También los del trabajo y la familia, por eso no puede evitar emocionarse cuando recuerda su infancia en Ourense. Acaba de despedir a su madre y se le hace duro masticar el mundo sin ella. «Es una pérdida muy difícil. Mis padres me regalaron una infancia plena, como las de antes. Cuando no tocaba estudiar, corría y jugaba con mis amigos en el barrio hasta la hora de cenar. Cualquier cosa era buena para divertirse, no necesitábamos la tecnología para nada», recuerda. Lo hacía en la calle sierra de San Mamede, en San Francisco. Es precisamente el rincón que mejor le representa de toda la ciudad. Pero Ángel admite que empata con otro lugar: el restaurante A Taberna, galardonado con un Sol de la Guía Repsol. Y es que en él lleva trabajando cara al público desde hace 18 años. De hecho es un hombre entrañable en la ciudad y reconocido por muchos ourensanos, gracias a su trato amable y a su profesionalidad. Pero hasta llegar ahí hay mucha historia.

Con 16 años dejó los estudios y se puso a trabajar como barnizador en la empresa del padre de un amigo en San Cibrao das Viñas. En aquel momento ya conocía a la que más tarde sería su mujer y el gran amor de su vida, Amparo Gómez. «Era la cuñada de ese amigo mío», confiesa. Y por si fuera poca casualidad: «Vivía en la casa que hay justo enfrente de A Taberna. De hecho todavía hoy vive ahí mi suegra. Parece que todo estaba escrito». Pero para llegar a la parte de su historia que le liga al restaurante de la capital ourensana, hacía falta esperar un poco. Concretamente veinte años.

Se casó con Amparo en 1984 y se fueron a vivir, y a probar suerte laboral, a Suiza. «Allí conocimos el sector de la restauración», dice. «La forma de trabajar es muy diferente a la que hay en España. Los hosteleros muestran muchísimo respeto por su profesión pero también lo reciben de sus clientes», añade Ángel. En Suiza trabajaban según la temporada, en invierno en la zona de Arosa, en el cantón de los Grisones, y en verano, en Lucerna. «Empecé como botones de un hotel y luego ascendí a camarero en sala. Amparo era camarera de pisos. Lo que más nos gustaba era la seriedad que existía con respecto a nuestra profesión y el trato con el cliente. Era excelente», explica este hostelero.

Volvieron de Suiza en el 2003, por cuestiones familiares, y Ángel no tardó ni un mes en encontrar trabajo. «Me encontré con una realidad tan distinta de lo que había vivido durante los últimos 20 años que no aguanté ni un fin de semana. Sentí que no valía para esto», admite. Pero a los pocos días, le llamó su cuñada, la que estaba casada con su amigo, y le dijo que Javier Outomuro buscaba camareros para su restaurante, O Arco da Vella, en Cudeiro. Después de una entrevista de pocos minutos, le contrató. «Javier había pasado una época en Ginebra y entendía la hostelería y la restauración como yo, como una profesión que requiere formación, experiencia y el cuidado absoluto del detalle», afirma. Recuerda que congeniaron rápido. No cabe duda, teniendo en cuenta que han pasado 18 años desde ese día y todavía siguen formando equipo profesional.

Después de O Arco da Vella, Javier Outomuro y su mujer, Ana Isabel Ledo, decidieron coger A Taberna, en la calle Julio Prieto Nespereira, en pleno casco histórico de Ourense. Allí siguen, con el equipo intacto desde el inicio. «Somos una gran familia y este negocio es nuestra casa. La verdad es que es muy bonito lo que hemos construido», admite. En el restaurante de la capital, Ángel vio la necesidad de formarse como metre y eso que no bebe alcohol, pero sabe mucho de vinos. «Los pruebo todos. Empecé a ir a cursos, catas, charlas... todo lo que aparecía, fuese donde fuese», dice. Era su forma de ofrecer un servicio más mimado al cliente. Ahora todos se fían de él y de sus recomendaciones. «Creo que lo más bonito de mi trabajo es la relación que se forja con los clientes. A mí me encanta que me reconozcan por A Taberna, es mi casa y allí me van a encontrar siempre», termina.

«Tengo un aviario en casa con unas 120 aves que son mi gran pasión»

No todo es trabajar. Se declara futbolero empedernido y es del Barça, pero Ángel López dedica la mayoría de su tiempo libre a una peculiar afición: ser criador de canarios y de silvestres como jilgueros. «Tengo un aviario en casa con unas 120 aves en este momento», dice. Su pasión empezó de niño. «Me pasaba horas subido a los árboles esperando para coger las crías que había», recuerda. «Me gusta muchísimo cuidarlos y ver todas las fases por las que pasa el animal. Es una maravilla de la naturaleza», apunta. Algunos amigos tienen en casa un canario de Ángel, pero muchos otros disfrutan de su afición a través de Youtube, donde tiene su propio canal.

DNI.

Quién es. Ángel López ació en la aldea de O Souto, en Maceda, el día de San Martiño (11 del 11) de 1963. Detrás de él llegarían sus tres hermanos. Cuando tenía cinco años se mudó con su familia a Ourense. A los 16 dejó de estudiar y empezó a trabajar como barnizador. Conoció a su mujer, Amparo Gómez; se fueron juntos a Suiza a trabajar en el sector de la hostelería; y desde hace 18 años, momento en el que regresaron a la ciudad, es el metre del restaurante A Taberna de la capital.

Su rincón. Escoge la calle Serra de San Mamede, en el barrio de San Francisco, donde pasó gran parte de su infancia y juventud. «Fui un niño muy feliz, de jugar y correr en la calle. Aquí forjé mis primeras amistades, que todavía hoy conservo. Y aquí guardo los mejores recuerdos junto a mi familia», afirma.